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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La herencia del ladrillo, moraleja para la banca

Más de 15 años después del estallido de la burbuja inmobiliaria, las consecuencias todavía se sienten

Obras de edificiación de vivienda en el nuevo barrio de El Cañaveral en Madrid.
Obras de edificiación de vivienda en el nuevo barrio de El Cañaveral en Madrid.Pablo Monge
CINCO DÍAS

Una buena prueba de la magnitud y de la toxicidad de las burbujas inmobiliarias es que década y media después del estallido, la banca aún arrastra activos deteriorados de aquella cosecha de mediados de los 2000. Mientras el sector ha navegado una pandemia con naturalidad y afronta ahora la incertidumbre de la inflación con el viento de cola de los tipos de interés, no se ha quitado de encima todos los lodos del ladrillo. Y no habrá sido por falta de empeño en pasar página, sino más bien por una cuestión de volumen y capacidad de gestión.

En 2022 el sector rebajó el volumen de activos tóxicos en cartera en un 18%, unos 6.000 millones de euros. Aún quedan 26.570 millones de euros que, en una situación de relativa debilidad económica y, sobre todo, tipos de interés al alza, van a ser más complicados de sacar del balance. Los potenciales compradores de cartera deteriorada tienen menos facilidad para financiar sus operaciones y, en el caso de cartera crediticia o hipotecaria con tipo variable, las tasas de interés al alza suponen un elemento de riesgo adicional y significativo. Los cuatro años que tardará la banca, al ritmo de 2022, en limpiar su balance serán probablemente más.

Siendo estos activos una mácula en las cifras del sector, no suponen una amenaza directa para la cuenta de resultados. La morosidad es de momento baja y estas carteras están parcialmente provisionadas. Y si bien los tipos de interés complican la reducción de activos, tienen un efecto más sensible en el beneficio de las entidades, que tienen capacidad de sobra para elevar provisiones. Y en este sentido la lectura de la situación es clara: que 15 años después aún arrastre una herencia negativa debería ser un recordatorio para la banca de los riesgos de la complacencia. La mayor prudencia exigida por las autoridades a raíz de la gran crisis financiera ha permitido capear el impacto tanto de la pandemia como de las primeras etapas del episodio inflacionista.

Los resultados históricos presentados por el sector dan margen de maniobra, bien para estimular la cotización, bien para llenar las despensas invernales. Por más que la tentación del corto plazo sea mimar al accionista (en un contexto positivo para los valores), haría bien el sector en poner las luces largas y pensar a varios años vista. En las épocas de vacas gordas, como es la situación actual para el margen financiero de los bancos, es más difícil, pero también más necesario, ejercer la prudencia que se supone al banquero.

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