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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Torres se queda sin la Nissan Vanette (y con el álbum de cromos sin acabar) 

Ni el relato ni el Gobierno: la implacable y milenaria ley de oferta y demanda ha marcado el destino de la opa del BBVA

Nuño Rodrigo

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El último cromo se cambia por toda la pila de repetidos (repes). Era, en mi niñez, una de las reglas no escritas dentro de las colecciones de cromos. Aún recuerdo ser abucheado en el recreo tras haber canjeado la escasa Nissan Vanette (se coleccionaban coches por aquel entonces) por un simple Peugeot 309 (creo) y un par de cromos más. Algo menos ducho que otros niños, era consciente de que la Vanette era valiosa, pero no afiné con la ecuación de canje. Cuando escribo artículos sobre la educación financiera suelo olvidar lo implacable que era ya entonces la ley de la oferta y la demanda. Si llegas a un pueblo buscando comprar una casa pagarás más que si te la ofrecen. Y si se la quieres comprar a alguien que no la ha puesto en venta, todavía más.

En la opa del BBVA sobre el Sabadell, 17 meses de exceso de información han hecho perder algo de perspectiva. La operación no ha fracasado por “el relato” ni por la intervención del Gobierno, sino por la misma ley de oferta y demanda. La operación no se iba a dirimir en reservados de restaurantes en el barrio madrileño de Chamartín, sino en las oficinas de fondos de inversión de Singapur, de mutualidades de viudas en Nueva Inglaterra o de proxy advisors (asesores de voto) en Londres. Grandes inversores que funcionan con incentivos, que ya confiaron sus ahorros al Sabadell y que hacen sus propios números.

Y, si me pongo en el pellejo de un accionista del Sabadell, los incentivos a acudir a la oferta (la primera y, a la postre, la única) eran escasos. El precio era ajustado cuando se puso la opa sobre la mesa, al menos a criterio de los analistas que calculan cosas como flujos de caja futuros. Y estaba por debajo de mercado cuando el Sabadell pactó la venta de TSB (una jugada crítica) y anunció un macrodividendo. Operación que, con toda seguridad, influyó en la decisión del BBVA de replantear la opa abriendo la puerta a mantenerse en el capital con menos del 50%.

Este replanteamiento, que pretendía tomar el Sabadell en dos fases, se convirtió en un gol en propia meta por este mismo juego de incentivos. No había motivo para ir a una opa en acciones teniendo casi segura una segunda oferta en efectivo y a un precio al menos igual. Quizá habría, incluso, tiempo a cobrar el dividendo extraordinario. La insistencia del BBVA en que no habría segunda opa no fue escuchada, y con razón; tampoco iba a subir el precio y es exactamente lo que hizo. Y ya había mantenido la oferta contra viento y marea.

El BBVA tenía un relato. La gran oportunidad de crecimiento, escala europea, más eficiencia, tecnología… Todos ellos argumentos válidos, más en el largo plazo que en el corto. Pero tan convencido parecía de las bondades de la operación que se olvidó de convencer al resto del mundo y, sobre todo, de poner dinero encima de la mesa. Una estrategia que casa mal con una supuesta oportunidad histórica, peor aún con una opa hostil, y fatal con un comprador sin problemas de munición financiera.

Desconozco por qué el BBVA no hizo una mejora de precio realmente diferencial. Si fue por no agraviar a sus propios inversores (en cuyo caso la segunda opa no estaba tan garantizada como se pensaba), por esa suficiencia que se respira en las plantas nobles de casi todas las grandes instituciones o, el argumento me convence más, por limitar el coste de la segunda opa, cuyo precio debería ser al menos el mismo que la primera.

Los inversores del Sabadell se sabían en posesión el cromo preciado, el que el otro niño quería tener. Y no lo querían canjear la Vanette por un cromo del montón, porque daban por hecho que Torres, como los chicos más espabilados del patio, se había dejado en casa la pila de cromos repetidos para no tener que cambiarlos. Un error de cálculo: si el BBVA quería comprar el Sabadell sin acuerdo de por medio, mejor pagar caro y aguantar el chaparrón que volver a casa con un hueco en el álbum y muchos cromos repetidos.

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Sobre la firma

Nuño Rodrigo
(Barcelona, 1975) es subdirector de Cinco Días. Licenciado en Economía por la UAM, inició su carrera en CincoDías en 1998, especializándose en información financiera. Ha sido responsable de Mercados, de la edición Fin de semana y de la sección Cinco Sentidos. Redactor jefe a partir de 2007, de 2011 a 2021 se ocupó de la edición digital.
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