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Los banqueros centrales se reúnen en Sintra para intentar poner orden en el caos global

Las principales instituciones monetarias viven momentos muy distintos, tras las ocho rebajas de tipos del BCE, la parálisis de la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra, y la subida del precio del dinero acometida por el Banco de Japón

En el vídeo de bienvenida al Foro de Bancos Centrales de Sintra, la presidenta del BCE, Christine Lagarde, alude a las tres íes que asolan la economía de hoy, abocada a lidiar con la incertidumbre, lo impredecible y lo inesperado. Son todos términos emparentados, y cada vez más gastados desde que empezó la guerra comercial y ...

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En el vídeo de bienvenida al Foro de Bancos Centrales de Sintra, la presidenta del BCE, Christine Lagarde, alude a las tres íes que asolan la economía de hoy, abocada a lidiar con la incertidumbre, lo impredecible y lo inesperado. Son todos términos emparentados, y cada vez más gastados desde que empezó la guerra comercial y creció en intensidad el conflicto en Oriente Próximo. El título elegido este año para las jornadas: Adaptación al cambio: movimientos macroeconómicos y respuestas políticas, parece una llamada a evitar rigideces y ser capaces de actuar con agilidad y flexibilidad ante ese escenario tan complejo y líquido. El mayor ejemplo de ello es que a poco más de una semana de que expire la tregua arancelaria de 90 días, Europa y EE UU siguen sin anunciar un acuerdo. El pacto, o la ausencia del mismo, son claves para elaborar cualquier previsión fiable de inflación o crecimiento.

El encuentro en la localidad portuguesa se extenderá durante tres días, el lunes 30 de junio, donde la agenda se limita a un discurso introductorio de Lagarde en la cena, el martes 1 y el miércoles 2 de julio, estos sí, cargados de intervenciones. El plato fuerte llegará el martes después de la comida, cuando la presidenta del BCE participará en un panel con sus homólogos de Estados Unidos, Inglaterra, Japón y Corea del Sur. “Es un modo de escuchar a otros bancos, no solo hablar entre nosotros”, valora el economista jefe del BCE, Philip Lane.

Aunque los retos geopolíticos y comerciales son similares, y el objetivo último —el control de la inflación— es el mismo con ciertos matices —la Fed atiende también a la salud del mercado laboral—, los grandes bancos centrales aterrizan en Sintra en momentos muy distintos. Mientras el BCE se plantea hacer una pausa tras acometer ocho rebajas en un año y llevar los tipos de interés del 4% al 2%, la Reserva Federal los mantiene en el 4,25%-4,50%, y solo los ha reducido en un punto, igual que el Banco de Inglaterra (del 5,25% al 4,25%) y el de Corea del Sur (del 3,5% al 2,5%). Caso aparte es el de Japón, que en enero subió los tipos de interés al 0,5%, su nivel más alto desde 2008, y no los ha tocado desde entonces.

Rubén Segura-Cayuela, economista jefe de Bank of America para Europa, cree que el cara a cara no dejará grandes titulares. “En principio, no cabría esperar que hubiera mensajes muy diferentes a los que Lagarde ya ha manifestado en la última reunión del Consejo de Gobierno del BCE. Hay un elevado grado de incertidumbre en numerosos frentes, como el geopolítico o el arancelario, y a eso es lo que se tiene que atener el BCE”, sostiene. Para Pedro del Pozo, director de inversiones financieras en Mutualidad, “va a ser interesante seguir qué dicen sobre aranceles”.

El acto suele revestirse de un tinte académico, con la presentación de diversos artículos científicos más o menos útiles para orientar las políticas de los bancos centrales, pero más allá del debate técnico, analistas e inversores escrutarán cualquier mensaje de los banqueros centrales sobre la actualidad. El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, llega a la reunión más cuestionado que nunca, con Trump dedicándole insultos prácticamente a diario, y amenazando con desvelar el nombre de su sucesor después del verano. La potencial pérdida de independencia de la Fed ya sobrevoló el encuentro del año pasado, cuando Trump, entonces candidato, afirmó que no le renovaría, y los peores temores sobre el intervencionismo del poder político en asuntos monetarios se han confirmado.

Estrechamente relacionado con una futura Fed manejada por Trump está la debilidad del dólar, en mínimos de más de cuatro años frente al euro. Los banqueros se ven las caras con un BCE proactivo en ocupar los huecos que deja el billete verde. No hay discusión en que todavía es la principal moneda de reserva global. Y lo seguirá siendo por mucho tiempo. Pero cada vez más su declive se ve como algo estructural y no puntual, lo cual tiene amplias repercusiones: un euro fuerte empuja a la baja la inflación europea, animando unos tipos más bajos por parte del BCE, y complica la competitividad de las empresas comunitarias en EE UU.

Tensiones comerciales

Volviendo a los temas que sí están en la agenda, en el programa aparecen sesiones dedicadas al mercado de trabajo, como la inaugural del vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, junto a otras sobre la transmisión de la política monetaria a los hogares, el crecimiento de los intermediarios financieros no bancarios —cuyo auge hace años que preocupa—, los retos de la comunicación de los bancos centrales, o cómo liberar todo el potencial económico de Europa, tema sobre el que conversarán dos académicos de renombre: Philippe Aghion, profesor del Collège de France y la London School of Economics, y Lars Feld, profesor de la Universidad de Friburgo.

También se hablará del tema estrella de este 2025: el comercio. El debate girará en torno a un paper elaborado por Ana Maria Santacreu, investigadora del Banco de la Reserva Federal de San Luis, junto a varios colaboradores, que presta especial atención a la zona euro. “La elevada concentración de las importaciones procedentes de socios geopolíticamente distantes exacerba la vulnerabilidad a las perturbaciones, lo que podría amplificar las recesiones económicas y generar resultados de crecimiento desiguales en la zona euro”, dice el documento, el único disponible antes del evento.

Una de las tesis del texto incide en que no se han cumplido algunas de las expectativas desatadas por la unión monetaria. “Históricamente, sus defensores argumentaban que la adopción de una moneda única impulsaría una mayor integración y convergencia económica entre los países de la zona euro, mejorando así la eficacia de la política monetaria. Sin embargo, a pesar de ciertos avances hacia la sincronización de los ciclos económicos en las últimas dos décadas, persiste una heterogeneidad significativa, que refleja tasas de inflación divergentes, posiciones cíclicas variables y una integración fiscal incompleta en toda la zona euro”.

El mayor margen de mejora lo percibe en eliminar divergencias regulatorias, unificar más normas, y acabar con requisitos en materia de licitaciones públicas e infraestructuras que actúan como si de aranceles se tratase. “Reducir estas barreras internas podría mejorar la resiliencia económica, la eficiencia del mercado y la competitividad”, concluye. La mejora se notaría sobre todo en las industrias de vehículos, metales y alimentos. “El mercado interior de la UE sigue mostrando un potencial considerable no alcanzado de liberalización comercial”, resume.

En el estudio, de 66 páginas, se advierte además de que las mayores vulnerabilidades de la cadena de suministro y la incertidumbre geopolítica pueden empujar la inflación al alza. Entre las soluciones, se apunta que la zona euro debe reevaluar sus alianzas comerciales para hacer frente al creciente nacionalismo económico estadounidense. “En este contexto, China emerge como un socio estratégico posible, pero complejo, dado el tamaño considerable de su mercado y sus capacidades tecnológicas”.

Sin embargo, matizan que ese acercamiento no es nada sencillo por dos motivos: porque podría molestar a socios como EE UU, y porque el gigante asiático se ha convertido en un competidor feroz en sectores como el automotriz, donde su flota de coches eléctricos de bajo coste amenaza con arrebatar cuota de mercado a las marcas alemanas.

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