Francia se asoma a una época difícil para la inversión y sin soluciones en el corto plazo
Los récords en la prima de riesgo ilustran el dilema del gobierno de Barnier: si logra el respaldo parlamentario a su presupuesto, será a costa de concesiones que no recortarán el déficit. Y si cae, no habrá nuevas elecciones legislativas hasta julio.
La convocatoria de elecciones legislativas anticipadas en Francia lanzada por el presidente Emmanuel Macron el pasado 9 de junio ha abierto la caja de los truenos de la ingobernabilidad de país y del castigo a los activos financieros franceses. El resultado de esa convocatoria, celebrada en julio, ha dejado un gobierno en franca minoría liderado por Michel Barnier, quien no está consiguiendo los apoyos suficientes para sacar adelante los presupuestos de 2025 pese a la tenacidad negociadora que demostró con el Brexit en sus tiempos de comisario europeo. Francia ha llegado a un punto de grave inestabilidad política justo cuando debe afrontar el mayor desafío financiero de los últimos tiempos: la reducción de un déficit público que este año va a trepar al 6,2% y que está lejos del 3% que reclama Bruselas. El recorte de gasto que recogen los presupuestos presentados por Barnier es clave para avanzar en la disciplina fiscal que ya reclaman abiertamente a Francia los inversores. Pero el acuerdo político sigue sin llegar mientras el país se arriesga “a un salto al vacío presupuestario”, según advertía el viernes el ministro de Economía y Finanzas, Antoine Armand.
La situación política en Francia es endiablada y así lo están reflejando su deuda soberana y su mercado bursátil, sin que los inversores confíen en un regreso a la estabilidad en el corto plazo. El rendimiento del bono francés a una década se sitúa este viernes en el 2,9%, por encima del 2,82% español. La prima de riesgo francesa no es solo más elevada que la española en una magnitud sin precedentes -84 puntos básicos Francia frente a 71 puntos básicos España- sino que ha empatado con la griega por primera vez en la historia. Y a la Bolsa francesa no le va mucho mejor: el Cac 40 acumula un descenso en el año del 4,5% frente a las alzas superiores al 10% del Ibex o el Dax. Una brecha que va más allá de la composición de los índices.
Philippe Waechter, economista jefe de Ostrum AM (del grupo francés Natixis IM), sostiene que el papel y estatus de Francia están hoy en discusión. “Existe una desconfianza de las empresas extranjeras. Si las empresas extranjeras no desean invertir ahora, lo mismo podría suceder con las empresas francesas, que podrían considerar más adecuado invertir fuera del territorio francés para garantizar su desarrollo”, señala. En este momento, la consigna de los gestores hacia la inversión en Francia es de máxima cautela, cuando no de desinterés. En Santander Asset Management reconocían esta semana que “Francia afronta todavía un futuro político incierto que potencialmente dificulta las reformas y puede llevar a bajadas de rating por parte de las agencias”. La firma favorece la deuda pública española sobre la francesa “debido a los mejores datos macro, evolución de ratios de endeudamiento y movimientos en la base inversora”.
En Carmignac, referente francés en la gestión de activos, reconocen que prefieren mantenerse alejados de la deuda soberana francesa, que “a pesar de las circunstancias, ofrece un escaso rendimiento del 3%”, según explica Kevin Thozet, miembro del comité de inversión de la gestora. En Bolsa, también evitan los sectores excesivamente expuestos al crecimiento francés, como los bancos, que van a sufrir del escaso aumento del PIB galo en un momento de bajadas de tipos. En Carmignac sí destacan que hay algunos valores de la Bolsa francesa castigados en exceso, infravalorados en comparación con sus rivales estadounidenses. Es el caso del grupo aeroespacial Safran, que cotiza con un descuento de valoración del 20%, o de Air Liquide (proveedor francés de gases industriales y servicios a la industria) cuyos múltiplos son entre un 15% y un 20% inferiores a los de Linde, que cotiza en EE UU. Entre Airbus y Boeing, la brecha de valoración se amplía al 40%. “Un sentimiento excesivamente pesimista sobre los activos franceses (y europeos) significa que algunas empresas de gran calidad pueden comprarse con descuento en comparación con sus homólogas estadounidenses”, añade Thozet.
Pero pese al reclamo de esos descuentos, la perspectiva para la inversión en Francia no es nada halagüeña y la situación política podría saltar por los aires tan pronto como en las próximas semanas. Barnier anunció este jueves que renuncia a subir el impuesto a la electricidad, en un gesto con el que trata de ganar el apoyo a sus presupuestos de la formación ultraderechista de Marine le Pen. Esa concesión supone renunciar a 3.000 millones de euros, dentro de un paquete que contempla un recorte del gasto de 60.000 millones de euros para contener el déficit. Pero Le Pen ya ha asegurado que con esa concesión no basta y que si no accede al resto de sus demandas, no apoyará los presupuestos y sí una moción de censura para apartarle del poder. Y da a Barnier de plazo hasta este lunes para plegarse a sus peticiones.
El primer ministro francés está contra las cuerdas puesto que, por mandato Constitucional, debe contar con unos presupuestos para el próximo año antes de que acabe el año en curso. Cuenta con un resquicio legal para aprobarlos sin el visto bueno del Parlamento, pero eso daría pie de forma inmediata a una moción de censura que previsiblemente haría caer al gobierno. En UBS prevén que la sangre no llegará al río y que los presupuestos serán aprobados finalmente en el Parlamento, lo que supondrá, sin embargo, una menor consolidación fiscal de la prevista a cambio de las concesiones a la oposición.
En definitiva, los presupuestos se salvarían pero para el mercado, podría ser simplemente un remedio pasajero. “Es probable que este alivio dure relativamente poco. En primer lugar, porque la supervivencia del Gobierno de Barnier estaría vinculada a la anulación de los recortes de gastos, lo que elevaría automáticamente las estimaciones de déficit presupuestario para 2025 (actualmente en -5% en el mejor de los casos). En segundo lugar, porque estos cálculos de déficit se basan en unas perspectivas de crecimiento del 1,1% para 2025 que, en nuestra opinión, es optimista. Desgraciadamente, un crecimiento en torno al 0,6-0,7% nos parece más realista”, señala François Rimeu, estratega senior de Crédit Mutuel Asset Management. “Si el texto pasa, el presupuesto puede finalmente implementarse. En este caso, las tensiones en los mercados no aumentarán, pero tampoco se disiparán completamente, ya que la cuestión de la estabilidad política seguirá abierta”, añade Philippe Waechter. El experto apunta que esta incertidumbre provoca que los inversores no deseen asumir riesgos en activos franceses y asegura que “existen otras oportunidades en activos de España, Portugal o incluso Italia, donde la percepción de riesgo es menor”.
Y si no hay presupuestos y el gobierno de Barnier cae, aún quedarían por delante meses de parálisis institucional y crisis política. Macron debería nombrar un nuevo primer ministro, ya que unas nuevas elecciones legislativas solo serían posibles en junio o julio de 2025, un año después de las anteriores. Según la ley francesa, el presidente solo puede disolver la Asamblea cada doce meses. En definitiva, incertidumbre y riesgo político para rato.
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