Fondos, figuras de Silicon Valley, un rapero y un príncipe saudí acompañan a Musk en el accionariado de X
Sale a la luz por primera vez, y por orden judicial, el listado de los accionistas de la red antes llamada Twitter a raíz del cambio de control
Juntar 44.000 millones de dólares (40.000 millones de euros al cambio actual) no fue sencillo para Elon Musk en octubre de 2022. El magnate consiguió reunir tres cuartas partes de este dinero de la mano de varios inversores que confiaron en su idea de construir una “red social para todo”. Si bien ya se conocía que varios pesos pesados del círculo de Musk habían apostado por la ambiciosa operación, la lista detallada con todos los nombres se mantenía oculta. Hasta esta semana. Un juez federal en California ordenó el martes la publicación de dicho listado. En el documento judicial, al que ha tenido acceso el Washington Post, se puede encontrar una mezcla de inversores de Silicon Valley, fondos de capital riesgo, inversores tradicionales y alguna figura llamativa como el músico de hip hop Sean Diddy Combs.
Dos de las personas que en su momento le entregaron un cheque al fundador de Space X fueron Marc Andreessen y Ben Horowitz, directores de una de las firmas de capital de riesgo más conocidas e influyentes de Silicon Valley. Andreessen Horowitz mantiene posiciones en Airbnb, Lyft y Coinbase, además de ser el primer fondo en tener acciones de esta red social en 2011. Fue Marc Andreessen el que le envió un mensaje a Musk para apoyarlo en su opa hostil contra Twitter, según los documentos a los que ha tenido acceso el Post: “Si está considerando socios de capital, mi fondo está dispuesto a aportar 250 millones de dólares sin necesidad de trabajo adicional”, suscribía la petición formal. Aunque luego llegaría a entregar 400 millones. Fue una operación marcada por el optimismo. Su compañero Horowitz llegó a mencionar que Musk era “quizás la única persona en el mundo” que podría construir la plaza pública que la gente esperaba.
En el documento también se lee el nombre de Sequoia Capital, una firma conocida por sus tempranas inversiones en empresas como Airbnb, WhatsApp y Zoom en Estados Unidos, así como en pesos pesados internacionales como ByteDance. La cercanía entre Sequoia y la nueva empresa compañía de Musk se debe a una persona en especial: Roelof Botha, quien conoce a Musk desde hace muchos años y quien llegó incluso a ser contratado por él para trabajar en lo que se convertiría en PayPal. El fundador de la red social, Jack Dorsey también aparece en el documento. El anterior director ejecutivo de la red social transfirió sus acciones en la nueva empresa tecnológica por aproximadamente 1.000 millones de dólares, según las informaciones publicadas en su día.
Otros fondos de alto perfil también están citados en el repertorio, donde aparecen cerca de 100 entidades. Entre ellas está la conocida gestora Fidelity, con casi 30 fondos separados. También se lee el nombre de Larry Ellison, fundador de Oracle, que habría puesto cerca de 1.000 millones de dólares en manos de Musk, de acuerdo con el diario estadounidense. La publicación judicial también expone a otras firmas como Baron, Brookfield, Mirae Asset Innovation o Pershing Square. La plataforma de intercambio de criptomonedas Binance habría apostado 500 millones de dólares, según su fundador, Changpeng Zhao, quien compartió en su momento que en la plataforma había un “tremendo valor sin explotar”.
También hay rastro de dinero proveniente de las petromonarquías. El documento menciona a la Autoridad de Inversiones de Qatar, popular por su participación en Barclays, IAG, Credit Suisse y Volkswagen o poseer —a través de una de sus filiales— el 70% de las acciones del Paris Saint-Germain. La entidad aportó 375 millones de dólares para la operación de Twitter. La inversión también despertó el interés del príncipe de Arabia Saudí Al Waleed Bin Talal, quien terminó convirtiendo sus acciones de la antigua Twitter valoradas en 2.000 millones de dólares, en una participación en la empresa tras su privatización, según el diario estadounidense.
La intención de Musk de convertir X en “una aplicación para todo”, sin embargo, parece estar lejos de cristalizarse. Desde un inicio, la compra de la red social del pájaro azul estuvo marcada por las turbulencias. Tras tomar el control de la empresa, Musk despidió a la mitad de la plantilla: cerca de 7.500 personas, lo que alejó a los anunciantes y amplió el agujero financiero.
Los problemas financieros, sumados a la caída de usuarios, así como una merma en la calidad del contenido —causada por el mismo Musk a través de sus polémicas publicaciones—, han ido minando la valorización de la compañía, que según el director ejecutivo de Tesla ha quedado reducida a los 19.000 millones de dólares. Esta caída ha dejado en manos de los bancos 13.000 millones de dólares en deuda, que Musk pidió prestado a bancos como Bank of América o Morgan Stanley, y que en este tipo de operaciones se suelen colocar a terceros inversores. Las malas perspectivas de la empresa han impedido la venta, y este activo ha permanecido en los balances de los bancos más tiempo que cualquier otro préstamo de este tipo, 20 meses y contando. El Wall Street Journal llegó a calificar la compra como una de las peores adquisiciones desde la crisis financiera mundial del 2008 para los siete grandes bancos que financiaron el acuerdo.
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