El Tesoro coloca más de 6.000 millones en la subasta de bonos a largo plazo con rentabilidades de casi el 3%
La demanda se mantiene elevada y duplica el volumen adjudicado hasta 12.500 millones
La deuda del Tesoro sigue desatando la euforia entre los pequeños inversores. El organismo ha colocado este jueves 6.065 millones de euros en una nueva subasta de bonos y obligaciones a largo plazo (con vencimientos a tres, ocho y veinte años) con una demanda muy alta y solicitudes que han duplicado esa cifra hasta 12.500 millones.
En concreto, el Tesoro ha colocado bonos a tres años por 2.900 millones, frente a una demanda de más de 6.700 millones y con una rentabilidad del 2,899% (la emisión previa se situaba en el 2,883%). En la subasta de obligaciones a ocho años y cuatro meses, el organismo ha vendido 1.460 millones de euros, frente a solicitudes de 2.635 millones, con una rentabilidad del 2,987%. Por último, en la subasta de la obligación a 20 años, el Tesoro ha colocado 1.705 millones de euros, aunque recibió solicitudes por 3.240 millones, con una rentabilidad del 3,652%. En este caso, se trata de una cifra por debajo del 4,139% ofrecido en la emisión previa.
Con esta subasta, se cierra un mes marcado por el apetito de los minoristas por las letras, bonos y obligaciones del Estado frente a otras opciones de inversión. Ese furor se ha constatado en las subastas de la deuda a más corto plazo efectuadas a principios de mes. Las Letras a 3, 6, 9 y 12 meses han batido el récord de demanda, con 3.057 millones y rentabilidades que van desde el 3,51% hasta el 3,71%.
Este apetito se ha visto impulsado por las perspectivas en torno a la política monetaria. Las últimas intervenciones Banco Central Europeo (BCE) en las que ha manifestado la resistencia de la inflación y ha lanzado mensajes para mantener la cautela han llevado a reajustar las expectativas sobre un próximo recorte de tipos de interés, y ha llevado al mercado a contar con que las tasas se mantendrán elevadas durante más tiempo que el inicialmente previsto.
Y ahí los inversores buscan sacar rendimiento a corto plazo, con renovaciones de deuda adquirida anteriormente y nuevas compras, en un contexto en el que la curva de tipos está invertida: se paga más por el corto plazo que por el largo. Tanto los bonos, como las letras y las obligaciones del Tesoro suponen una opción sencilla para el pequeño inversor de batir a la inflación y obtener un rendimiento extra con un bajo riesgo. La rentabilidad de estos instrumentos está lejos del 3,8% que llegaron a alcanzar las Letras a finales del año pasado, pero ofrecen rendimientos por encima del 3,5% que cada vez resulta más complicada de encontrar en el escaparate de depósitos y de cuentas bancarias remuneradas, que suelen ser otro de los filones de atracción del ahorro minorista más conservador.
Los bancos españoles ha rechazado entrar en una guerra por los depósitos. Las entidades vienen argumentando que los niveles de liquidez son muy altos debido al ahorro generado durante la pandemia por los hogares y no necesitan lanzar ofertas agresivas para captar más capital. En ese sentido, las ofertas de cuentas remuneradas y los depósitos han quedado reducidas a las entidades de menor tamaño y la banca extranjera. Pero la rentabilidad de la mayoría de ellas ha estado durante este tiempo muy por debajo de la deuda estatal. Por ello, hace más de un año se popularizaron las colas de inversores particulares en el Banco de España que se abalanzaron a comprar letras del Tesoro.
Según la estrategia del Tesoro para 2024, el organismo prevé unas necesidades de financiación nueva de en torno a los 55.000 millones, lo que supone una reducción de 10.000 millones respecto a las de 2023. Está previsto que se emitan títulos por 257.572 millones de euros, un 2% superior a la de 2023 debido al aumento de las amortizaciones, y el grueso se cubrirá mediante la emisión de instrumentos a medio y largo plazo con el objetivo de mantener la vida media de la cartera de deuda pública.
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