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En colaboración conLa Ley
Cine y derecho
Tribuna
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Cuando los abogados ganan (o casi) el Oscar

Aunque el cine de abogados nunca ha sido un género mayoritario, sí ha logrado concentrar un número significativo de premios y nominaciones

Premios Oscar

La Academia de Hollywood ha mostrado históricamente una especial sensibilidad hacia los relatos ambientados en el mundo jurídico. Aunque el cine de abogados nunca ha sido un género mayoritario, sí ha logrado concentrar un número significativo de premios y nominaciones al Oscar cuando ha sabido convertir los conflictos legales en historias reconocibles para el gran público. Desde dramas clásicos hasta relatos contemporáneos, los tribunales y los despachos han servido como escenario privilegiado para interpretar dilemas morales, disputas de poder y tensiones sociales que la Academia ha considerado merecedoras de reconocimiento.

El mejor ejemplo sigue siendo Gregory Peck en Matar a un ruiseñor (1962). Atticus Finch es el abogado que cualquier estudiante de derecho imagina: íntegro, sereno y convencido de que el procedimiento importa incluso cuando el resultado parece condenado.

Años después, Paul Newman ofreció en Veredicto Final (1982) una visión mucho más cínica pero puede que también más realista: un abogado cansado, con mala reputación y poca fe en sí mismo, que encuentra en un caso rutinario la última oportunidad para hacer algo bien. No ganó, pero su interpretación quedó para la posteridad del cine.

En los noventa la profesión se convierte en terreno de debate social. Denzel Washington, nominado por Philadelphia (1993), interpreta a un abogado que se ve obligado a revisar sus propios prejuicios para representar a un cliente discriminado por tener VIH. El juicio es relevante, sí, pero lo fundamental es otro aprendizaje: la abogacía exige hacerse cargo de situaciones incómodas. Y algo similar ocurre con Jessica Lange en La caja de música (1989). Su Oscar llegó por un personaje que se confronta con el pasado familiar mientras ejerce la defensa en un caso de crímenes de guerra. La película recuerda que la verdad jurídica y la verdad personal no siempre coinciden y que convivir con esa tensión también forma parte del oficio.

Emma Thompson realizó otra interpretación extraordinaria en En el nombre del padre (1993). Su abogada de derechos civiles demuestra que, en ocasiones, la justicia no depende de grandes alegatos, sino de volver una y otra vez sobre las pruebas hasta desmontar una condena injusta. Es probablemente el retrato más realista del trabajo técnico que sostiene una revisión judicial.

Con Susan Sarandon en Pena de Muerte (1995), Hollywood premió un papel que sitúa al Derecho ante uno de sus dilemas más extremos: la pena de muerte. La película no ofrece una tesis jurídica cerrada; plantea preguntas que cualquier jurista, antes o después, se formula sobre la finalidad del castigo y los límites del Estado.

El cambio de siglo introdujo un perfil distinto: el abogado corporativo. En Michael Clayton (2007), George Clooney fue nominado por su papel de gestor de crisis legales donde lo relevante no es litigar, sino evitar que un problema arrase con todo. El cine entendió algo que también han entendido las facultades: el Derecho se juega tanto en los tribunales como en los despachos.

Y, por último, Julia Roberts con Erin Brockovich (2000). No interpreta a una abogada titulada, pero sí a quien hace que un caso imposible sea jurídicamente viable. Su Oscar recuerda que el Derecho también avanza gracias a personas que no caben en la definición clásica de “profesional”, pero que empujan para que un daño no quede sin respuesta. Toda clínica jurídica universitaria podría usar esta película como ejemplo de investigación de campo.

En todas estas historias, Hollywood premia los dilemas éticos a los que los abogados se enfrentan, gestionar el poder, escuchar a quien nadie escucha o seguir adelante cuando el sistema no acompaña. Quizá por eso las películas de abogados siguen atrayendo a estudiantes y juristas: porque, detrás de cada caso, reconocemos algo que nos concierne directamente.

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