Robo de secretos comerciales: qué enseña el caso Ferrovial vs. Acciona
Los secretos empresariales pueden representar hasta el 80% del valor intangible de una compañía

En la economía del conocimiento, lo intangible es poder. Las empresas compiten no solo por mercados, sino también por talento, datos y procesos que constituyen su ventaja competitiva. Y cuando ese talento se va, ¿qué ocurre con los secretos que guarda?
El reciente litigio entre Ferrovial SE y Acciona SA en Estados Unidos es un ejemplo paradigmático. Ferrovial acusa a Acciona de robo de secretos comerciales y espionaje industrial tras la salida de varios directivos. El caso se presentó el 14 de febrero de 2025 ante el Tribunal Federal del Distrito Norte de Georgia, instruido por la jueza Leigh Martin May. Según la demanda, un ex gerente de diseño de proyectos en Georgia descargó más de 100.000 documentos confidenciales antes de incorporarse a Acciona. Los archivos incluían planos de ingeniería, estrategias de construcción y licitación, planes de gestión, resúmenes de riesgos y precios.
Ferrovial solicita medidas cautelares para prohibir el uso de la información sustraída, su devolución inmediata y una indemnización ejemplar. Acciona niega haber solicitado o utilizado dicha información y considera que la demanda carece de fundamento. El contexto competitivo añade tensión: ambas empresas compiten por contratos millonarios en infraestructuras clave como la autopista I-285 en Atlanta.
Este conflicto no es aislado. Según el informe de la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (Euipo) de 2023, que evalúa los cinco años de aplicación de la Directiva (UE) 2016/943 sobre secretos empresariales, entre enero de 2017 y octubre de 2022 se registraron 695 procedimientos judiciales en la UE. El 89% fueron civiles y casi la mitad (46%) llegaron a apelación. Los sectores más afectados: tecnología, farmacéutico y financiero. La directiva ha armonizado la definición y los mecanismos de protección, pero persisten retos: dificultad probatoria, confidencialidad en el proceso y barreras para pymes.
¿Por qué importa esto? Porque los secretos empresariales son el corazón de la innovación. En sectores estratégicos pueden representar hasta el 80% del valor intangible de una compañía. A diferencia de las patentes, no caducan ni se publican. Su protección no depende de registros, sino de confianza. Blindar lo invisible –lo que no se ve ni se toca, pero sostiene el modelo de negocio– exige algo más que cláusulas: cultura, visión y coherencia. Aquí el derecho se encuentra con la gestión, y la vulnerabilidad no está en el sistema, sino en las personas.
La protección de secretos no es solo un asunto legal, es una cuestión cultural. Las empresas deben integrar la confidencialidad en su ADN, no limitarse a cláusulas contractuales. Protocolos claros, formación y coordinación entre RR HH, legal y compliance son esenciales. Pero no basta con blindar. Hay que saber reaccionar. En un mundo hiperconectado, una fuga de información puede convertirse en crisis reputacional en horas.
La narrativa pública debe proteger la reputación sin comprometer la estrategia legal. Errores comunes: negar la evidencia, improvisar o subestimar el impacto en redes sociales. La comunicación interna también es crítica: los empleados son embajadores, pero también vectores de riesgo.
Y cuando todo falla, llega el litigio. Demostrar la existencia del secreto y su uso indebido sigue siendo el gran desafío. La prueba es clave; hay que explicar por qué la información constituye un secreto, la efectividad de las medidas de protección y la diligencia de la empresa en su defensa.
La ley ha avanzado, pero la práctica judicial aún enfrenta obstáculos. ¿Qué podemos aprender? Tres ideas: prevención estratégica, gestión integral de crisis y litigio preparado.
La fuga de talento no es solo un problema de recursos humanos, es un riesgo jurídico y reputacional que puede costar millones. Blindar lo intangible exige visión, inversión y colaboración entre áreas. Porque los secretos no se roban solo en películas: se pierden en despachos, servidores y conversaciones, y recuperarlos puede ser más caro que protegerlos.

