La CNMV europea saca tarjeta amarilla al sector financiero no bancario
La institución advierte de los riesgos existentes como problemas de apalancamiento o posibles tensiones de liquidez
La CNMV europea (ESMA por sus siglas en inglés) acaba de publicar un informe a petición de la Comisión Europea donde advierte de los riesgos existentes en el sector financiero no bancario. Estamos hablando de un sector que ha multiplicado su tamaño en la última década pasando de los 18 billones de euros en la anterior crisis financiera a los 45 billones actuales.
Nos referimos a los fondos de inversión, fondos de pensiones, aseguradoras, vehículos de titulización, family office, etc. Son sector financiero no bancario y por tanto con mucha menor regulación. Es probable que, precisamente, sea el exceso de regulación bancaria el que explique el crecimiento del sector financiero no bancario. El dinero busca alternativas menos rígidas. Pero también es verdad que el fenómeno genera nuevos retos y nuevos riesgos.
Veamos. La ESMA apunta a problemas de apalancamiento. En algunos casos como los llamados hedge funds, el apalancamiento puede suponer 20 veces el valor del activo. Una cosa es el factor multiplicador del dinero y otra que se eleve a la enésima potencia. Y sin colchón de seguridad ni advertencias de riesgo para los inversores. Por eso desde la CNMV europea se propone establecer límites de apalancamiento.
¿Estricta regulación bancaria en el sector financiero no bancario? Este es el debate. Sobre todo cuando es probable que la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos suponga una mayor desregulación y un rápido crecimiento económico. ¿Seguiremos los europeos anclados a unas rigideces que nos dan seguridad pero nos restan competitividad? La advertencia de la ESMA se suma al informe Draghi que conocimos hace algunas semanas: ¿Qué queremos ser de mayores los europeos?
Otro de los riesgos que advierte la CNMV europea es la posible tensión de liquidez. Hay fondos inmobiliarios, por ejemplo, que ofrecen liquidez inmediata cuando sus activos son prácticamente 100% ladrillo. Obviamente si la petición de liquidez crece, siquiera ligeramente, es muy probable que haya dificultad para atenderla. El riesgo de la posible falta de liquidez también se presenta en los fondos de alto riesgo. Por eso desde la ESMA sugieren herramientas de gestión de liquidez, elevar las exigencias de liquidez y quizás, establecer ventanas menos generosas para acceder a ella. Se trata de evitar las ventas de urgencias que puedan desencadenar movimientos de pánico en el mercado.
Por último, el informe de la ESMA advierte también de la interrelación del sistema. Eso significa que los problemas de liquidez o solvencia que pudiera tener un operador podría generar un efecto en cadena y un riesgo de contagio. Obviamente que haya interrelación es un factor positivo porque da estabilidad al sistema. Pero genera un riesgo cierto: las irresponsabilidades de uno se terminan socializando. Y eso es un riesgo para todos. Por eso desde la ESMA proponen nuevos test de estrés y mayor coordinación y reciprocidad entre jurisdicciones.
El problema europeo es que conviven supervisiones laxas con exigentes. Todo el mundo sabe que las exigencias de Chipre, por poner un ejemplo, no son las de Alemania. Pero las 27 supervisiones están interconectadas lo que de facto supone un incentivo para la laxitud: el menos rígido sabe que puede descansar en los mecanismos más ortodoxos. Por eso la ESMA apuesta por una mayor integración y también una mayor regulación. La clave (y este es el arte) es que esa mayor regulación no termine ahogando la creatividad y la competitividad del sector.
En todo caso, la CNMV europea está apuntando a los problemas que afrontaremos en el futuro inmediato. Si hasta ahora se ha judicializado la mala praxis bancaria es muy probable que en el próximo futuro se vaya a judicializar las malas praxis del sector financiero no bancario. Menos regulación y mucha más actividad es igual a mayor conflicto. Un conflicto que -como siempre y como debe ser en toda democracia- se terminará resolviendo en sede judicial. Luxemburgo tendrá la última palabra.
Por eso la ESMA previene con esta tarjeta amarilla: ante el conflicto que viene mejor tratemos de adelantarnos y evitarlo en la medida de lo posible. Ahora la pelota está en las instituciones europeas. Un buen reto para la nueva Comisión Europea.