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'Separación': ¿Hacia unas relaciones laborales distópicas?

La serie contempla a los empleados como máquinas, sin sentimientos ni deseos, sin recuerdos ni aspiraciones

Adam Scott es el protagonista de 'Separación'. En la foto, tráiler de la película.
Adam Scott es el protagonista de 'Separación'. En la foto, tráiler de la película.

¿Quién de nosotros no ha querido en alguna ocasión dejar olvidados los problemas laborales en el despacho o la oficina y no recordarlos al llegar a casa? La nueva serie de Apple TV Separación (Severance) parte de esa premisa y narra la historia de una multinacional, Lumon Industries, donde sus trabajadores aceptan separar su vida laboral de su vida personal mediante la implantación de un chip en el cerebro, que únicamente les permite recordar lo que acontece en su vida laboral, sin que su yo externo al trabajo tenga ningún recuerdo de sus tareas en las compañía, ni su yo laboral tenga ningún recuerdo personal ni experiencia alguna ajena al trabajo.

Lo que en principio podría parecer una idea, más o menos adecuada, para aumentar la productividad de los empleados e incluso para la conciliación laboral deviene, como plasma perfectamente la serie, en una disociación de las identidades de esos trabajadores “separados” que evolucionan desde la incomprensión de su situación (no recuerdan como han llegado a la compañía), hasta la pesadilla que supone replicar en bucle los días de trabajo, ya que carecen de recuerdos o experiencias que no se ciñan al espacio laboral. A ello se une su falta de entendimiento sobre las tareas que se desarrollan en la empresa, los rígidos protocolos de seguridad establecidos en la compañía o la admiración que se procesa al fundador de la misma, en clara alusión a algunas multinacionales tecnológicas, como si de una secta se tratase. Lumon Industries pasa, de este modo, de ser una pretendida arcadia feliz para los trabajadores “separados”, como intentan venderla la familia fundadora y sus directivos, a convertirse en un lugar claustrofóbico y sin escapatoria donde los empleados son orwellianamente vigilados.

Esta evolución del lugar de trabajo, apoyada en un excelente diseño artístico de la serie, hace que el mismo constituya un personaje más de la producción. Los pasillos, los ascensores, los puestos de trabajo, los departamentos, incluso el propio edificio, van resultando un descubrimiento durante el visionado de la serie, y los cuatro integrantes del "departamento de Refinado de Datos”, interpretados por Adam Scott, Britt Lower, John Turturro y Zach Cherry sencillamente perfectos en sus papeles, intentan buscar respuestas al porqué de su situación y aportan la diversidad propia que podríamos encontrar en cualquier equipo de trabajo.

La serie avanza a un ritmo lento para acelerar la trama en los últimos capítulos, lo que nos permite ir descubriendo poco a poco todos los misterios que rodean a Lumon Industries y su proceso de separación, y con ello que el terror y la angustia por la situación de los protagonistas, con quienes se va empatizando conforme la serie avanza, vaya creciendo en el espectador. No obstante, la gran baza de Separación es sin duda, el universo y las interrogantes que ha conseguido crear alrededor de la compañía y de la historia de sus protagonistas, de forma que es de esperar que muchas respuestas nos vengan dadas en las próximas temporadas.

Separación permite reflexionar, como si de un capitulo de Black Mirror se tratara, sobre los peligros de una tecnología que pueda hacernos evitar experiencias traumáticas o simplemente indeseadas, sobre el poder de las grandes corporaciones y el control que ejercen sobre sus empleados, y en definitiva sobre el anhelo de libertad del individuo, y como la identidad de cualquier ser humano se construye a través de la suma que todas sus experiencias vitales, profesionales y personales, conllevan.

Pero igual de interesante es aquella parte de la serie referida a las relaciones laborales, habría que cuestionarse si distópicas, y que contempla a los empleados como máquinas, sin sentimientos ni deseos, sin recuerdos ni aspiraciones, que forman parte de un gran engranaje desconocido, y cuyo único fin es lograr la productividad requerida. Estas relaciones laborales que plasma la serie y que pretende llevar al extremo la muy conveniente desconexión digital simplemente aterrorizan al espectador porque, al contrario que la ciencia ficción clásica, nos parecen más plausibles y cercanas, e incrementan nuestros temores hacia un uso inadecuado, moral y éticamente irresponsable, de la tecnología.

Jose Luis Luceño Oliva, profesor de Loyola Másteres.

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