'Dune' y los ODS medioambientales
La historia enlaza con los objetivos aprobados en 2015 por la Asamblea General de Naciones Unidas en la conocida como Agenda 2030
Denis Villeneuve se ha convertido en el director referente de una ciencia ficción que podríamos calificar de “adulta” o “intelectual”, sin que dichos adjetivos tengan ningún componente peyorativo. Comenzó su carrera en Canadá para después trasladarse a Hollywood y sus últimos tres films, auténticamente notables, se han adscrito al referido género de ls ciencia ficción, desde tres aproximaciones muy distintas. Primero fue La llegada (The arrival, 2016) su mejor film hasta la fecha, donde proponía un encuentro con extraterrestres basado en la comunicación lingüística y como ésta puede facilitarnos una nueva comprensión del mundo. Más tarde se atrevió con Blade Runner 2049 (2017) a continuar la mítica película de Ridley Scott, creando una película que, pese a sus altibajos, es un film espectacular en su diseño de producción y muy acertado en la continuación de los grandes interrogantes que plantea el relato de Philip K. Dick que adaptaba la cinta de Scott.
Hace un par de semanas se ha estrenado en nuestros cines Dune, la adaptación de la novela de Frank Herbert, donde Villeneuve nos relata la historia de la casa de los Atreides, y como se les encarga la explotación del planeta Arrakis para la extracción de la especia melange, una sustancia única que constituye una de las fuentes de energía básicas del imperio donde se desarrolla la historia.
La historia del joven Paul Atreides y su familia es relatada en Dune de un modo soberbio, intercalando secuencias intimistas y de reflexión con espectaculares set-pieces de acción rodados con una especular planificación y sentido del ritmo. Pero lo que más llama la atención del film es la capacidad de su director de trasladarnos a unos paisajes y entornos en mundo futuro magistralmente diseñados desde el punto de vista artístico y que responden a la idea de la novela de Herbert.
La película abarca únicamente la primera parte de la citada novela y habrá que esperar a ver su resultado en taquilla para conocer si el director canadiense podrá o no rodar la segunda parte. Y sería una injusticia que no pudiese completar este complejo, maravilloso y atrayente fresco de personajes, linajes nobiliarios, batallas y planetas que nos hace recordar en ciertos momentos a Juego de Tronos, pero que tienen su propia idiosincrasia y paisajes.
La mezcla de política, filosofía, religión y ecología que Dune narra a través del viaje iniciático del joven Paul Atreides, un acertado Thimothy Chamalet, hace del film un espectáculo de ciencia ficción muy maduro y que se distancia de la conocida saga de Star Wars pero sin renunciar al espectáculo cinematográfico que en todo momento tienen presentes guionistas y director.
Es en el aspecto ecológico que plantea la historia de Dune donde la misma enlaza con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) aprobados en 2015 por la Asamblea General de Naciones Unidas en la conocida como agenda 2030. La trama que da inicio a la película y que constituirá uno de sus ejes principales: la sustitución de la casa Harkonnen por la casa Atreides en la explotación del planeta Arrakis (escenario imponente y desértico y lugar natal de la tribu de los Fremen) donde se halla la especia melange codiciada por todo el imperio, se configura inicialmente como un cambio donde la familia del joven protagonista pretende una explotación de los recursos del planeta más racional, ecológica y respetuosa con la población nativa del planeta que la que habían llevado a cabo sus oscuros predecesores.
Esta explotación de los recursos respetuosa con el entorno y el medio ambiente se encuentra en la base de los objetivos medioambientales de los ODS entre los que podemos citar la adopción de medidas urgentes combatir el cambio climático y sus efectos, la conservación y uso sostenible de los océanos, mares y recursos marinos, y la protección, restauración y promoción de los ecosistemas terrestres, gestionando de manera sostenible los bosques, combatiendo la desertificación y frenando la perdida de la diversidad biológica.
Estos objetivos deben incluirse en cualquier politica medioambiental que las empresas adopten en el marco de sus criterios ESG, que se refieren en sus siglas en ingles a los aspectos ambientales, sociales y de gobierno corporativo que cualquier actuación o inversión empresarial debe tener en cuenta para tener la condición de sostenible. La importancia de involucrar a las compañías en políticas efectivas de ESG no solo tiene ya un refrendo legal con el estado de información no financiera cuya elaboración y auditoria es obligatoria para las grandes compañías, sino que es un desafío para todas las compañías públicas y privadas a fin de lograr un mundo más enfocado a la sostenibilidad medioambiental y a la justicia social.
Jose Luis Luceño Oliva, profesor de Loyola Másteres