Cuando el estigma en el sector legal provoca daños irreparables
Las políticas de bienestar de un despacho son una condición necesaria, pero no suficiente, para garantizar la buena salud mental de sus abogados
Recientemente, Financial Times publicó el reportaje The trillion-dollar taboo: why it’s time to stop ignoring mental health at work. El subtítulo dice: “El estrés está costando a las empresas y se cobra vidas, así que ¿por qué los empleados se sienten inseguros al pedir ayuda?”.
Entre otras historias, el reportaje hace hincapié en el suicidio de Gabe MacConaill, socio del bufete Sidley Austin. Este hecho trágico sucedió el 14 de octubre de 2018. Casi un mes después de su muerte, su mujer Joanna Litt escribió una carta abierta titulada Big Law Killed My Husband.
Joanna dijo en aquella carta que "[S]é que el Gran Despacho no mató directamente mi marido, porque tenía un profundo trastorno mental hereditario y carecía de los mecanismos esenciales para sobrellevarlo. Pero estas circunstancias, junto con un trabajo de alta presión y una cultura en la que es vergonzoso pedir ayuda, vergonzoso ser vulnerable y vergonzoso no ser perfecto, crearon una tormenta perfecta". Cabe destacar que se desconoce qué problema de salud mental tenía, pero Joanna dijo que nunca vio señales de ello.
Tras la salida de varios compañeros del bufete, así como la negativa del despacho a contratar personal de apoyo, hicieron que Gabe asumiera una enorme carga de trabajo.
Más tarde, le encomendaron la defensa de un caso concursal muy complejo. A partir de ese momento, Joanna vio cómo su marido apenas dormía y todo lo que decía era negativo. El abogado le confesó que nunca había sufrido ese nivel tan malo de estrés.
Dan Clivner, socio director de la oficina Sidley Austin en Los Ángeles, también participó en el reportaje de Financial Times y afirmó que Gabe no acudió a ninguno de sus socios principales para pedir ayuda. Asimismo, dijo que para que el despacho le hubiera proporcionado ayuda tendría que haber estado dispuesto a pedirla.
Entonces, si el despacho disponía de recursos (cobertura de seguro para la salud mental, línea telefónica de ayuda y un programa de bienestar) que podrían haberle ayudado, ¿por qué no la pidió?
Hay un fragmento de la carta de Joanna que parece darnos una posible respuesta.
"El domingo antes de presentarse en Delaware, pasó todo el día en la oficina. Cuando finalmente lo llamé esa noche, estaba claro que estaba en apuros y que había estado trabajando hasta la extenuación. Me dijo que su cuerpo le estaba fallando. Lo recogí y decidimos que debía ir a urgencias. Me dijo en el camino: sabes, si vamos, es el fin de mi carrera".
Asimismo, antiguos compañeros de Gabe dijeron en el reportaje de Financial Times que la cultura corporativa del bufete no fomentaba el levantar la mano para pedir ayuda.
Y eso tiene un nombre: estigma. Es decir, el prejuicio, fruto del desconocimiento, que predispone a actitudes negativas (debilidad, incompetencia, inestabilidad y rechazo) por parte de su entorno profesional (despacho) hacia esa persona que sufre un problema de salud mental.
En el reportaje también se hace mención del suicidio de Ryan Keith Wallace, un abogado de 27 años que trabajaba en una firma de Houston. Su mujer Kyrie Cameron, también abogada, explica perfectamente el problema del estigma que padece el sector:
"Nuestra profesión ha perdido la perspectiva. Creemos que ser abogado nos define. Ese éxito significa ser la persona más productiva, con la facturación más alta y con los ingresos más altos, a costa de nuestro cuidado. Que no podemos mostrar vulnerabilidad ni buscar ayuda".
Un mensaje para los despachos
El sector legal español no es una excepción y, por desgracia, también ha habido episodios de suicidios. A diferencia del mundo anglosajón, aquí se tapa. Como todo aquello que esté relacionado con la salud mental.
¿Por qué? Porque hay mucho miedo a hablar de esta realidad. Demasiado. Me lo encuentro a diario en el sector legal. Son tantas historias…
Las políticas de bienestar de un despacho son una condición necesaria, pero no suficiente, para garantizar la buena salud mental de sus abogados. Estas deben ir acompañadas de una cultura corporativa que transmita un mensaje muy nítido: “si tienes un problema, pide ayuda. Estaremos contigo y te apoyaremos en todo lo que podamos”.
Actualmente, muchos profesionales pedirían ayuda si tuvieran la certeza de que el mensaje del bufete es sincero y de que no habría consecuencias en sus carreras profesionales. Desde el momento en que un/a abogado/a no se atreve a pedir ayuda es porque existe la cultura del miedo en ese despacho. Quizá no sea de forma voluntaria, pero es lo que transmiten. Y esto es un problema de primera magnitud, tanto desde el punto de vista personal (salud y la vida de los/as abogados/as) como económico (alta rotación, pérdida de productividad y merma en la calidad del servicio al cliente).
Vamos a cambiarlo.
Manel Atserias, presidente del Instituto de Salud Mental de la Abogacía