¿Qué está pasando y cuál es el papel de la Inteligencia Artificial en la abogacía?
Los despachos y abogados que no apuesten por este nuevo paradigma encontrarán dificultades para ser competitivos
Todos sabemos que la profesión ha cambiado sustancialmente en los últimos treinta años y que gracias a la revolución tecnológica lo va a hacer mucho más en los próximos diez. La integración de la tecnología en los despachos de abogados conlleva nuevos retos e inmensas oportunidades. Por ello, es muy pertinente preguntarse: ¿qué está pasando en los despachos? ¿Qué implicaciones tiene esta transformación?
La respuesta, en parte, es relativamente sencilla: si la llegada del fax primero y del ordenador e Internet más tarde, supusieron un cambio drástico, ahora se avecina un cambio no menos importante. La comunidad jurídica está despertando ante la urgencia de cambiar la profesión y anticiparse a dicho cambio. Las ingentes cantidades de datos, el uso de algoritmos cada vez más perfeccionados para procesarlos y la velocidad creciente de procesamiento, además de la capacidad de parametrizar sistemas para que aprendan y mejoren con esos datos, auguran una revolución.
Los clientes se digitalizan, por lo que los despachos deben, no solo acompañar a esos clientes, sino adaptar su oferta de servicios y formas de prestarlos a una nueva mentalidad y nuevas necesidades. Antes de los ordenadores e Internet era inconcebible un ejercicio de la profesión basado en códigos y repertorios de jurisprudencia virtuales, sistemas de búsqueda mecanizables, escritos en formato digital o innumerables comunicaciones instantáneas en un mismo día e incluso hora con clientes; pues bien, dentro de unos años no será menos inconcebible que un abogado no apoye su servicio profesional en mecanismos muy perfeccionados e inteligentes de investigación legal y predicción, análisis de contratos y datos o e-Discovery. Así, nuestra profesión se basará en procesos algorítmicos, que incorporan tendencias o comportamientos previsibles de los jueces o la sala a la que ha sido atribuido el caso.
De hecho, un socio de un despacho estadounidense tuvo la corazonada de que un juez tendía a resolver a favor de abogados de su misma universidad, por lo que socio usó un software para analizar todos los fallos de ese juez de los últimos años y confirmó que un 35 % más de fallos favorables a los abogados su misma universidad. Extrapolemos ese uso con un estudio de acciones concretas en un ámbito definido y en un juzgado o con un juez muy particular. Por ejemplo: posibilidades de éxito de solicitudes de llamadas en garantía en acciones de propiedad intelectual en un juzgado o sala concreta. ¿No sería tal herramienta, sino determinante, desde luego básica para determinar la estrategia a seguir? Ese es, en definitiva, el mundo hacia el que apunta la actualidad y el mundo para el que el abogado debe de estar preparado y en el que algunos despachos llevamos ya algún tiempo navegando.
Se especula que los despachos, tal y como los conocemos, desaparecerán, así como el papel del pasante o estudiante en prácticas debido a que los abogados serán ayudados por sistemas y personal técnico que ofrecen un producto de alta calidad a más velocidad y menor coste. Y también se especula sobre cómo, entonces, se formarán los abogados jóvenes y cómo debe prepararlos la universidad. Igualmente se habla del papel de la ética y de la transparencia en el uso de tales herramientas. No hace tanto el juez sir Geoffrey Vos, de la Corte Suprema del Reino Unido, decía que ya que cada vez es más habitual que el asesoramiento descanse en el uso de inteligencia artificial, deben de fijarse normas claras de información para clientes puesto que estos tienen derecho a saber si los asesora una máquina o un humano. En España perdimos la oportunidad de incluir esta cuestión de forma clara en el renovado Código Deontológico.
En todo caso, mientras el sector analiza los cambios que ya están llegando, conviene que aquellos que no lo hayan hecho ya, vayan pasando a la acción. La digitalización no es un proceso consistente en dar a un botón sino un cambio de mentalidad y de procesos, una forma de abordar el ejercicio de la abogacía. Los despachos y abogados que no apuesten por este nuevo paradigma encontrarán dificultades para ser competitivos respecto a la captación y la retención del talento, así como en mantener a sus clientes porque no podrán competir en tiempo, precio y valor. Los que adopten el cambio con cabeza y de forma contrastada, aproximándose a la tecnología cuando esta tenga un grado adecuado de madurez y responda a las necesidades de sus clientes y sus planes de evolución, estarán mucho mejor posicionados. Se trata de un ejercicio de fondo, gradual e inherente al papel que desempeña en la sociedad nuestra profesión. Nuestro sector debe mejorar tecnológicamente y hacerlo sobre seguro y sin miedo. En mi opinión, no solo el ser humano se ha adaptado siempre a los cambios, sino que se podría decir que los cambios también son, cuando responden a una realidad, el resultado de su misma adaptación.
Alexander Benalal es socio de Bird & Bird y codirector del equipo de Derecho Comercial, Disputas y Tech & Comms.