¿Hay piel para tanto tatuador? Los retos del arte que deja marca
El tatuado y la perforación corporal contarán este curso con su propia Formación Profesional. El auge del tatuado clandestino pone en apuros a los artistas del sector
El sector del tatuaje en España vive una paradoja. De un lado, tiene motivos más que de sobra para celebrar. Tras años de un crecimiento espectacular, este mes de julio se ha culminado el proceso de la profesionalización de su oferta formativa. El Consejo de Ministros anunció la creación de un título de FP independiente para tatuadores y perforadores corporales que se ha añadido al Catálogo Nacional de las Cualificaciones Profesionales. Paralelamente, hay más personas tatuadas que nunca antes... Pero aún así, contra lo que cabría esperar atendiendo a los positivos hechos anteriores, la situación de aquellos que aplican el arte que más huella deja no es ni mucho menos sencilla. Los precios, al contrario que los costes, han ido a la baja por la dura competencia. El persistente intrusismo de los tatuadores clandestinos golpea con dureza y un enfriamiento de la demanda ante las dificultades económicas que atraviesa una parte de la población están poniendo las cosas difíciles a estos profesionales. Cosa distinta sucede con el segmento de borrado de tatuajes, actividad que sí que atraviesa una edad dorada sin paliativos.
Desde el punto de vista de la percepción social, la situación no tiene nada que ver con la del pasado. Joel Orteu, consejero delegado de Tattoox, una plataforma que pone en contacto a gente que busca a un tatuador con los artistas, resume la situación diciendo que llegará un punto en el que lo raro será no ir tatuado. “Esto ya está pasando entre los jóvenes. Según los datos de un estudio que realizamos desde Tattoox, el 50% de los milennials ya llevan al menos un tatuaje. Afortunadamente, el tatuaje ya no es algo marginal de delincuentes o marineros. Las personas más famosas, aquellas a las que esta generación admira, llevan tinta en su cuerpo, es el caso por ejemplo de futbolistas como Leo Messi”, dice Orteu. El emprendedor describe a esta industria artística como una de las que más crece económicamente y, como prueba de ello, hace referencia al creciente volumen de estudios en los que se practica el tatuaje. “Creo que solo en Barcelona y alrededores ya hay más de 500 estudios”, apunta.
Los datos oficiales respaldan las palabras de Orteu. El registro de Establecimientos de Adorno Corporal de la Comunidad de Madrid, única región con una base de datos pública de estas características, da buena fe del florecimiento del tatuaje en España. A finales de 2006, primer año del registro, había 55 locales dedicados al tatuaje, a la perforación corporal o a la micropigmentación (una técnica de estética), si bien, la cifra podía ser mayor en aquel entonces, ya que la Comunidad dio un periodo de dos años para registrarse y algunos estudios se lo tomaron con calma. El pasado 3 de julio, la cifra estaba en 761. Fidel Prieto, secretario de la Unión Nacional de Tatuadores y Anilladores Profesionales, matiza esta estadística detallando que, salones de tatuaje como tal, rondarán los 500 en Madrid, ya que el resto son locales en los que exclusivamente se practica la micropigmentación. Según estimaciones del fabricante especializado en producir equipos de borrado de tatuajes Lutronic, en España el número de salones de tatuaje ronda los 3.000 establecimientos, con una facturación global que cada año asciende a unos 180 millones de euros.
“Desde la crisis del 2008 ha habido un boom del tatuaje con cada vez más tatuadores amateur entrando al sector. Ahora lo que ocurre es que hay una oferta mayor que la demanda. Como consecuencia, los precios se están tirando a la baja”, describe el experto preguntado por cómo es la situación actual del sector. “La oferta ha ido aumentando en los últimos años, la demanda también creció, pero con la crisis derivada de la guerra y la hiperinflación, esta última se ha resentido. El hecho es que cada vez la gente tiene menos dinero y el ser tatuador permite a muchos compaginar dos empleos. Pueden tener su trabajo habitual entre semana y los fines de semana tatuar. Es una forma de obtener unos ingresos extras. Por lo que de un lado, aumenta el potencial número de tatuadores, de otro, baja la demanda”, explica.
Esto está teniendo, según Prieto, una serie de consecuencias que se podrían resumir en que, aunque hay un sector del tatuaje, dentro de él hay dos mundos. De un lado, el de los profesionales con salón de tatuaje propio, de otro, los tatuadores ocasionales que, en el mejor de los casos, alquilan cabinas de tatuaje a estudios que no tienen el suficiente volumen de clientela y, en el peor, hacen tatuajes a domicilio o en sus casas. El nivel global de calidad tatuadora se ha resentido por la influencia amateur, pero por otro lado, prácticamente en cada ciudad española hay profesionales de muy alta calidad que brillan en los certámenes internacionales del tatuaje.
A la pregunta del millón sobre si hay piel para tanto tatuador y si tiene sentido estudiar la nueva FP, Prieto lo tiene claro. Compensa si la calidad del aspirante a tatuador podría ser calificada de un siete para arriba. El mercado ya está saturado en los segmentos inferiores y aquel que busque hacerse un hueco, debe de brillar. “El tatuaje es un servicio de lujo. Primero tienes que comer. Vestir, dar educación a tus hijos, irte de vacaciones. Y luego está hacerte un tatuaje. No es una prioridad como tal. Si hay una inflación brutal, la gente no sabe si va a estar en su trabajo y la incertidumbre es abrumadora, el tatuaje se resiente. Si encima hay una oferta escandalosa la cosa se pone difícil, y cada vez más, porque esa misma gente que no llega a fin de mes algunos empiezan a tatuar. La cosa ahora mismo está complicada”, comenta.
El clandestino
Si la cosa está complicada, a ojos del experto de UNTAP, se debe sobre todo a los tatuadores clandestinos. Mientras la administración se afana en controlar a aquellos estudios de tatuaje con licencia que intentan cumplir con las diferentes normativas, a veces con un celo que hace que haya que homologar dos veces una misma tinta, hay todo un salvaje Oeste en el que se tatúa sin ningún tipo de garantías sanitarias, de calidad de la tinta o de profesionalidad.
Mar Díaz, presidenta de la Asociación Nacional de Micropigmentación, Tatuaje y Piercing y participante del diseño y la creación de la cualificación de tatuaje profesional, detalla que a cambio de no tener ningún control o garantía, los clandestinos ofrecen precios más baratos. “Al que cumple las cosas cada vez le son más complicadas. El establecimiento tiene que estar autorizado. Tienen que tener titulación sanitaria, usar tintas homologadas, lógicamente está bajo unos controles. El que los hace en el sillón de una casa no pasa absolutamente ningún control, ni de la formación, ni de la tinta, ni del material. Pero hay una parte de culpa que recae en el consumidor. Hace años se podía decir que no se estaba enterado, pero hoy en día quién no sabe que esto está regulado. Entonces esos que contratan tatuadores clandestinos se prestan a correr riesgos”, valora.
Díaz cree que es imposible controlarlo por el simple hecho de que los inspectores no pueden subir fácilmente a comprobar un domicilio. Sobre la opción de controlar los anuncios en redes sociales o sitios de segunda mano, Díaz responde que la administración no dispone de recursos en este campo como para tener una actitud proactiva y salir a la caza de los clandestinos. “El cliente es el que debe de exigir”, opina. En cuanto a qué tendencias observa la experta, habla de una creciente especialización por estilos en la parte profesional. También detecta un fortísimo crecimiento del sector alrededor del borrado.
El negocio de borrar lo imborrable
Aunque la premisa de un tatuaje es la de una pieza de arte que durará toda la vida, al igual que sucede en otros campos, el concepto de “toda la vida” puede variar. Y más tras los avances en la tecnología de borrado. Poco a poco, los resultados han ido siendo mejores y lo que antes solo se solucionaba mediante otro tatuaje que tapaba al anterior (en la jerga, técnica de cover) ahora se arregla cada vez más usando el láser. El doctor, Ángel Martín, director médico de Clínica Menorca, afirma que ya antes de la pandemia se había producido un boom en la demanda de pacientes para la retirada de tatuaje. A posteriori, la demanda bajó casi un 40% para recuperarla en este 2023.
Al igual que el del tatuaje, este segmento se mueve, pero la diferencia crucial está en que por el tipo de equipo que se usa es mucho más difícil el borrado de tatuaje clandestino. Así, las clínicas que lo ofrecen se benefician por completo de la oleada de borrados. El doctor explica que el precio de la sesión está entre 300 y 700 euros, que el borrado es mucho más sencillo en la tinta negra que en la de color y que el perfil de paciente es el siguiente: 70% mujer, 30% hombre con una media de edad de 42 años. La doctora Flavia Bonina, de la clínica de Medicina estética Bonina, coincide con la visión de Martín. “En los últimos años, el número de personas que acuden a borrar diseños de su piel ha crecido un 30%”, comparte.
Tal es la bonanza de este sector, que incluso algunas de las empresas especializadas en ello han atraído la atención de los inversores. A finales del pasado mes de junio, la firma de capital privado más grande de Corea del Sur, Hahn & Company, anunció la compra de Lutronic, el fabricante de equipos de borrado mencionado con anterioridad en este artículo. A cambio de hacerse con el control de la empresa, Hahn & Company desembolsó el equivalente a 735,9 millones de dólares.
En el estudio elaborado por Tattoox sobre el sector del tatuaje en España, la firma capitaneada por Orteu también preguntaba sobre el borrado. Las conclusiones fueron reveladoras y toda una lección de por qué si alguien se está pensando el tatuarse o no, debe acudir a profesionales y huir de los clandestinos si finalmente se decide. “Cuáles son los motivos del borrado. Aunque la mayoría de gente se piensa que es debido a que se produce un arrepentimiento del significado, tengo un socio con una franquicia de borrado y el 90% de los casos que le llegan es por una mala ejecución del tatto. Se han hecho un tatuaje pensando más en el dinero que en elegir el mejor estudio posible y, entonces, o se recurre al cover o al borrado. Contra lo que se piensa, es más por la ejecución que por el significado”, concluye el empresario.
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