Nuevos algoritmos sostenibles, justos y éticos para una nueva economía
La tecnología, y la inteligencia artificial, tienen el potencial de servir como herramientas para los líderes empresariales en pos de una economía que beneficie al conjunto de la sociedad. La gran pregunta que responder es: ¿para qué se quieren usar?
Situaciones extraordinarias exigen medidas extraordinarias. Así, la emergencia climática puede encontrar en la tecnología y la inteligencia artificial (IA) unas potentes herramientas para revertir la actual situación del planeta. Eso sí, siempre y cuando se usen respondiendo a la pregunta: “¿Para qué?”. Una cuestión clave sobre, la que algunos líderes empresariales ya empiezan a advertir que es el camino hacia una nueva economía más sostenible con el planeta y justa con la humanidad.
La ética detrás del cómo usar tecnología e IA es intrínseca a su desarrollo. “No podemos olvidar que, al final, quien hay detrás de todos estos algoritmos son personas”, apunta Mario Rovirosa, CEO de Ferrer, quien además pone sobre la mesa cómo esto tendría un efecto dominó que reste protagonismo a dinámicas dañinas para el entorno: “si nosotros hoy dejamos solo de preocuparnos del retorno de la inversión, podemos hacer que los algoritmos tengan más en cuenta patrones, predicciones, construcciones de una nueva economía en la que seguramente la extracción de la energía del planeta no sea lo primordial, por poner un ejemplo”.
En la era de la información, el desafío climático es, además, complejo, recuerda Andrea Monge, CEO de ISPD. Ante la aparición de “disrupciones, complejidad y cambio”, hacen falta soluciones que midan la magnitud de los problemas y sirvan para señalar salidas. Es aquí donde la inteligencia artificial tiene esa capacidad de analizar datos, detectar patrones, tendencias y prescribir, que te ayudan a navegar ese mundo mucho más complejo que tenemos ahora”, razona.
Rovirosa y Monge, conscientes del potencial que presentan estas herramientas disruptivas, coinciden en que deben, también, salvaguardar una economía de futuro (con modelos de producción revisados) y espolear las soluciones “que la humanidad necesita”. Pero como observa la CEO de ISPD, tanto la tecnología en general como la IA en particular “pueden ayudar o hacer peor el problema, dependiendo de cómo las utilizamos y para qué”, una pregunta que considera clave.
No son los únicos que se la hacen: más líderes empresariales ya se han puesto en marcha con la iniciativa Círculo de Impacto B para caminar hacia una nueva economía con un efecto positivo para el medio ambiente y la sociedad. Y con el objetivo de asegurar la sostenibilidad del futuro que van a dejar a las nuevas generaciones ya nativas digitales.
Mientras tanto, se sigue avanzando a un ritmo frenético en innovación tecnológica (quizá una de las últimas más sonadas es ChatGPT) que ya de por sí genera un alto nivel de emisiones de CO² a la atmósfera. Un estudio de 2019 concluía que entrenar un sistema de deep learning genera cinco veces más emisiones gases que los emitidos por lo que viaja en toda su vida una persona en coche. Al respecto, Monge apunta que “es un sistema todavía muy ineficiente”, quizá uno de los principales desafíos en tanto que requiere de materiales muy contaminantes como, por ejemplo, el litio. De tal manera que hace falta un uso “mucho más eficiente” de energía si se quiere que la IA “realmente ayude a resolver el problema climático”.
Tecnología “bien dirigida”
“Lo que es seguro es que la tecnología bien dirigida debe ayudar muchísimo”, continúa Rovirosa. A la necesidad de una mayor y mejor regulación “tanto para combatir el cambio climático como para seguir teniendo un control sobre las tecnologías y la IA” se suma el reto de evitar que estas provoquen mayores brechas sociales. Sobre todo en la parte económica, añade.
A Monge no le cabe duda de que, como líderes, tienen “una oportunidad de utilizar tecnología y la IA como un activo”, cuyo acceso se puede democratizar. Y conseguirlo puede repercutir de manera beneficiosa en mayores conocimientos para que todas las personas puedan optar a nuevas salidas de empleo o a una mejor productividad.
“En el medio plazo se crearán puestos de trabajo. Sin embargo, me preocupa que al final haya grandes ganadores y una brecha social, que se agrande progresivamente”, advierte por su parte Rovirosa.
De ahí que reflexionen sobre la importancia de facilitar el acceso a las nuevas habilidades y competencias que los tiempos actuales exigen. Programas como Reskilling for Employment (R4E) de la Unión Europea ponen el foco sobre algo que Monge también extrapola a los Gobiernos y a las propias empresas: “es importante ayudar a las personas que sí se ven amenazadas por esa automatización de procesos; en el corto plazo, para que puedan hacer una transición o para ofrecerles medios económicos para poder subsistir durante esa transición”.
En este sentido, el principal propósito de Ferrer apunta hacia tener “un impacto positivo en la sociedad”, fundamentado en tres ejes estratégicos: la parte humana (great people); el planeta (liveable planet) y la componente social (social justice). Para hacerlos posibles, Rovirosa detalla que todos los procesos de la compañía farmacéutica “están volcados a descarbonizar o hacer proyectos para el bien social”, motivo por el cual destinan entre el 50% y el 60% de sus beneficios a iniciativas sociales y medioambientales.
Por parte del grupo de marketing y comunicación ISPD, el relato de lo que hacen recobra más peso que nunca. Por este motivo llevaron a cabo el año pasado una inversión en una empresa de IA, Dive, que les ha abierto la puerta a colaborar con empresas de distintos sectores para luchar contra temas de cambio climático o problemas sociales. Un ejemplo de ello, comenta Monge es “una solución para la detección y el análisis de incendios”, que son “una consecuencia muy grave del cambio climático”, por lo que detectarlos de manera temprana es clave. En definitiva, actuar para luego contar.
No hay tiempo que perder frente a los retos sociales y a la “emergencia climática”, explica Rovirosa, porque “es urgente y es grande”. E implica a todos. Ambos líderes empresariales demuestran que esta forma de hacer negocios, una que pone en el centro a las personas y el planeta, es posible y lo es sin que la maximización del beneficio o el retorno de la inversión se vean resentidos.
“Yo creo que hemos tomado conciencia de esto, y ya no va de cómo hacemos las cosas mejor, sino de cómo somos sostenibles incluso económicamente en el mundo que viene”, concluye Monge.
Sigue toda la información de Cinco Días en Facebook, Twitter y Linkedin, o en nuestra newsletter Agenda de Cinco Días