La politización de los aranceles vuelven un arma al comercio, ¿podrán resquebrajar el orden global?
Los expertos anticipan el fin de la era de la integración económica mundial, con el argumento de que el uso político de las tasas está fomentando la formación de bloques económicos paralelos. Esta posibilidad abre la puerta a un modelo internacional en el que la gobernanza sea cada vez más débil y las reglas se respeten cada vez menos
Los aranceles son las balas con las que se dispara en el nuevo campo de guerra del comercio global. Tras la pandemia del coronavirus, las guerras en Ucrania y Oriente Medio, y la vuelta a la Casa Blanca de Donald Trump, el modelo de integración comercial que regía desde la Segunda Guerra Mundial está siendo cada vez más cuestionado. Las principales economías del planeta se están viendo obligadas a replantear sus estrategias comerciales y sus cadenas de suministros, empujadas por la inestabilidad geopolítica y la utilización del comercio como herramienta diplomática. En este contexto, los expertos concuerdan en que el mundo se podría estar dirigiendo hacia un escenario altamente fragmentado, con una gobernanza comercial débil en la que ni siquiera las potencias podrán imponer el orden.
El principal referente global del uso de los gravámenes como herramienta política es, sin duda, el presidente estadounidense. “Trump considera los aranceles como una herramienta tanto económica como política y no lo oculta. Los ejemplos más recientes son Brasil, que recibió un arancel del 50% en respuesta al juicio del expresidente Bolsonaro, algo que el líder republicano considera una persecución por motivos políticos, o India, que recibió aranceles adicionales del 25% por comprar petróleo ruso”, comenta a CincoDías Nabil Milali, gestor de multiactivos y overlay en Edmond de Rothschild AM (EdRAM).
La efectividad de estas tácticas se ve reflejada en los acuerdos bilaterales que ha logrado la Administración Trump tras su último lote de tasas. JP Morgan calcula un arancel efectivo promedio de EE UU del 15,8% para los próximos meses, una cifra que supone aproximadamente un 6% menos respecto a las amenazas lanzadas en el “Día de la Liberación” (el pasado 5 de mayo). Sin embargo, estos recortes vienen acompañados de numerosas concesiones políticas de sus contrapartes.
“El presidente Trump está siguiendo el guion de su libro, El arte de la negociación, publicado hace casi 40 años. Tras provocar conmoción entre los Gobiernos de sus socios comerciales y los mercados financieros el 2 de abril, ha alcanzado acuerdos bilaterales que, aunque siguen siendo asimétricos, no son tan perjudiciales como se temía inicialmente”, indica Vincent Chaigneau, responsable de análisis de Generali AM.
Cabe mencionar que la instrumentalización de los aranceles no es exclusiva de Trump. Desde hace años, la Unión Europea y China están involucradas en una guerra fría arancelaria en sectores como el automovilístico y el de la energía verde. Bruselas, que ha acusado reiteradamente a Pekín de subsidios anticompetitivos, ha impuesto gravámenes de hasta el 45% sobre los vehículos chinos, a lo que Pekín ha respondido con un arancel al brandy del 34,9% y con otras medidas similares.
Estas medidas son consideradas por algunos expertos como una forma de empujar al Gobierno de Xi Jinping para que abra sus mercados a más exportaciones del Viejo Continente (actualmente, el déficit comercial ronda los 300.000 millones). De hecho, durante una cumbre a principios de mes, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, afirmó que se estaba presionando a China para que abra sus mercados a más productos europeos y reduzca las distorsiones comerciales y las barreras de acceso al mercado. Asimismo, el Ejecutivo comunitario solicitó la eliminación de los controles a la exportación de tierras raras e imanes impuestos en abril, una medida que surgió como respuesta a los aranceles de Trump, pero que ha perjudicado a algunas empresas europeas.
¿Las nuevas sanciones?
Algunos especialistas trazan paralelismos entre el uso político de los aranceles y la función de las sanciones económicas. Este método permitiría a las potencias coaccionar a los países sin necesidad de recurrir al derecho internacional público o tener que justificarlo ante las organizaciones internacionales.
Dicho esto, cabe recordar que, esencialmente, las sanciones y los aranceles son medidas diametralmente distintas en su lógica. Mientras que las primeras son imposiciones externas a un Estado al que se busca castigar con bloqueos, prohibiciones y otras medidas, los segundos actúan como un impuesto dentro del territorio que los impone, desincentivando las importaciones pero afectando al mercado nacional.
“Los aranceles se están utilizando como instrumento de presión política, similar a las sanciones. Su uso busca modificar comportamientos estratégicos y reforzar posiciones negociadoras. La aceptación de un arancel mínimo del 15% por parte de socios comerciales como la UE, Japón y Corea del Sur sin represalias sugiere una normalización del uso de los aranceles como herramienta diplomática coercitiva”, explica a este diario María Romero, socia directora de Analistas Financieros Internacionales (Afi).
Federico Steinberg, investigador principal del Real Instituto Elcano, no coincide del todo con esta perspectiva, ya que en su opinión los aranceles y la sanciones son medidas prácticamente opuestas. No obstante, concuerda en que los aranceles sí están siendo utilizados como herramienta política. “Para Trump, la política comercial es una herramienta para obtener concesiones en otros ámbitos, como lo han demostrado sus actuaciones respecto a Brasil e Israel”, apunta el economista, catedrático de la Universidad de Georgetown.
Por su parte, Milali puntualiza que, aunque estas medidas pueden ser un impuesto muy eficaz, no son comparables a las sanciones económicas extraterritoriales tradicionales de Estados Unidos, ya que no obliga a otros países a seguir su ejemplo. “Con los aranceles, los países afectados pueden buscar socios alternativos, lo que resulta mucho más difícil en el caso de las sanciones extraterritoriales estadounidenses”, señala el gestor de EdRAM.
Consecuencias
Con todo, los expertos coinciden en que las crecientes tensiones comerciales están acelerando la fragmentación del sistema económico global. Según Romero, algunos síntomas de esto son la regionalización de las cadenas de suministro, el impulso a monedas alternativas y la proliferación de acuerdos bilaterales.
“Esta dinámica refuerza la emergencia de bloques económicos con reglas propias, debilitando el sistema multilateral. Desde el punto de vista de las empresas, los aranceles pueden rediseñar los flujos comerciales. Cada vez son más las compañías que anticipan las disrupciones y tratan de adaptar sus estrategias logísticas e incluso sus inversiones con el objetivo de minimizar el impacto sobre su cuenta de resultados y seguir siendo competitivas”, asegura la experta de Afi a CincoDías.
En específico, Romero resalta que en los últimos meses, los BRICS, y especialmente China e India, han intensificado su papel como contrapeso al poder de coerción económica de Occidente. Por ejemplo, el acuerdo bilateral entre Brasil y China refuerza los vínculos económicos dentro del bloque y es interpretado por Washington como un desafío geoeconómico directo a su influencia. Este escenario puede ser contraproducente para Occidente, y es algo que ya se está viendo con el apoyo a Rusia para evadir las sanciones a las exportaciones de crudo y en los negocios de China con Irán y los talibanes de Afganistán.
“Además, los BRICS se posicionan como actores coordinados que impulsan el multilateralismo, lo que diluye la capacidad de Occidente para imponer sanciones o presionar unilateralmente en el ámbito comercial y financiero. Los países afectados pueden encontrar alternativas dentro del bloque o en alianzas bilaterales. La agenda expansiva de China y la apreciación de las divisas asiáticas, impulsada por la negociación y reducción de aranceles, también contribuyen a fortalecer la autonomía de estos países frente a Occidente”, indica María Romero.
Nabil Milali concuerda con esta visión y sugiere que, al imponer aranceles a sus socios y castigarlos por comerciar con sus enemigos, Estados Unidos está destruyendo el principal vínculo que tiene con esas naciones y animándolas a complicarse más económicamente y, en última instancia, políticamente. “Países como China podrían aprovechar perfectamente los aranceles de Trump para disminuir la legitimidad del orden estadounidense, como ya hicieron en el pasado, aunque por ahora el país parece más centrado en sus problemas económicos internos que en proponer un orden alternativo”, dice el analista de EdRAM.
Según Steinberg, todo apunta a que en los próximos años veremos un menor crecimiento económico, y esto puede llevar a que Estados Unidos pierda la centralidad que tiene en el sistema económico y a una fragmentación de la economía global. “Sin duda, es un golpe a la gobernanza del comercio internacional y genera desconfianza”, asevera el investigador del Real Instituto Elcano a CincoDías.
“Vamos hacia un mundo de bloques, pero algunos de los actores no saben aún de qué lado están. Por una parte tenemos a Estados Unidos y por la otra tenemos a China. Sin embargo, no tenemos idea de qué lado quedarán Europa, India o los países del Golfo. Está todo muy abierto, pero queda claro que la gobernanza global será muy débil”, sentencia Steinberg.
En cuanto al sector privado y los consumidores, los analistas siguen calculando los posibles escenarios y la magnitud del daño. François Rimeu, estratega sénior de Crédit Mutuel AM, advierte de que las fluctuaciones arancelarias pueden repercutir en la inflación, lo que a su vez afectará al poder adquisitivo de los consumidores y a las decisiones de política monetaria de los bancos centrales. Esto también puede obligar a las empresas a reducir sus márgenes de beneficio, lo que puede repercutir en las valoraciones de los mercados de renta variable, según el experto.
“Aunque los aranceles recíprocos anunciados el ‘Día de la Liberación’ experimentaron cambios, gran parte del daño ya se produjo y persiste una gran incertidumbre política. Es probable que las empresas retrasen sus inversiones y revalúen sus cadenas de suministro globales. Independientemente del resultado final de la política arancelaria, es probable que los consumidores tengan que hacer frente a precios más altos, y las empresas que intenten absorber estos costes verán comprimidos sus márgenes de beneficio”, alertan desde Schroders.