España ante la disyuntiva del bloqueo o gobierno Frankenstein

Pedro Sánchez podría ser el primer presidente sin ser el más votado y estaría aún más en manos del independentismo catalán y vasco

Colas para ejercer el voto en el Institut del Teatre este domingo.Alejandro Garcia (EFE)

El resultado de las elecciones de ayer es una sorpresa monumental: la coalición de derechas no suma y, sin embargo, Pedro Sánchez y Yolanda Díaz podrían reeditar un gobierno Frankenstein, para lo que es imprescindible que le apoyen los partidos independentistas catalanes (ERC) y (Bildu). Esta es la consecuencia de que el PSOE y el PP prácticamente hayan empatado en votos, Vox se derrumba y Sumar aguanta.

Las expectativas creadas por las casas de encuestas, que salvo el CIS y 40db, daban con claridad desde hace casi un año una mayoría absoluta en la suma de PP y Vox, se han visto totalmente defraudadas por la realidad de la movilización del voto. Con estos resultados, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo se pueden considerar los ganadores de las elecciones, Yolanda Díaz, también podría decir lo mismo si vuelve a ser vicepresidente, y el gran perdedor es Vox, que pierde 19 diputados y, sobre todo, no consigue ser influyente.

Pero Sánchez afrontaba estas elecciones con unas expectativas muy negativas, ya que se temía que el PSOE terminara con el menor poder institucional de su historia. La debacle de las municipales y autonómicas de mayo pasado dejaba un mapa autonómico en el que PSOE tan sólo gobierna en Castilla-La Mancha y Asturias y el único ayuntamiento importante que dirige es Barcelona. A todo esto se esperaba que añadiera la pérdida del gobierno central.

Sin embargo, Pedro Sánchez, el resiliente, tiene más que razones para sentirse respaldado, con una distancia con el Partido Popular de solo 300.000 votos, cuya aspiración era precisamente “derogar el sanchismo”, y además ha conseguido dos diputados más. Al tiempo, su socia, Yolanda Díaz, ha conseguido mantenerse en pie, con lo que tiene posibilidades más que reales de volver a gobernar.

En el bloque de la derecha es razonable que, aunque el PP presuman de haber ganado las elecciones, tengan profundas razones para sentirse defraudados ya que tienen muy difícil conseguir desalojar a Pedro Sánchez de La Moncloa, que era su gran objetivo y lo que les unía totalmente con Vox, ya que únicamente suman 169 votos y sólo pueden captar el apoyo de UPN y Coalición Canaria, que aportan dos escaños.

A partir de ahí queda una tarea titánica a Pedro Sánchez y Yolanda Díaz. Las dos formaciones que han gobernado una legislatura en coalición necesitan el apoyo directo, ni siquiera les vale la abstención, de los independentistas de catalanes (ERC y Junts) y vasco (Bildu), además del Partido Nacionalista Vasco. A todos ellos les une la aversión absoluta a un gobierno en el que tenga peso el partido de ultraderecha, un pegamento que Pedro Sánchez ya ha utilizado reiteradamente en estos últimos cuatro años.

La cuestión es qué van a pedir los independentistas, especialmente los de Junts, un partido con el último gobierno no ha contado mucho, no lo ha necesitado, que compite con ERC y que está herido por la pérdida de la alcaldía de Barcelona, que acabó en manos del PSOE en el último momento, pese a que Trías parecía tener todo atado.

Por tanto, lo más verosímil es la reedición de un gobierno con un pacto tan amplio y con intereses tan diferentes y multiformes que ha cuajado la expresión de Frankenstein. Sería bueno aprovechar la negociación de este Gobierno para hacer frente a los grandes retos territoriales que tiene España en Cataluña y País Vasco y conseguir un marco estable para varias décadas. Una de las claves del “éxito” del PSOE está precisamente en Cataluña, donde obtiene 19 diputados, que es más que la suma de los dos partidos independentistas, que agregan 14.

Si este bloque no consigue llegar a un acuerdo, no quedará otra que acudir a unas nuevas elecciones generales, lo que sería asumir enormes riesgos. Ya pasó en 2019, entonces PSOE y Ciudadanos podían haber pactado y no quisieron. Cuatro meses después, los socialistas perdieron tres escaños y Ciudadanos tuvo un desplome histórico al pasar de 57 a 10.

Estas elecciones arrojan otras lecciones interesantes. Quizás la más interesante es el rechazo que en Castilla y León han dado a Vox, la primera región donde este partido consiguió llegar al gobierno. En las anteriores elecciones generales, el partido de Santiago Abascal había sacado seis diputados, que se han quedado en uno, tras saltar cinco al PP. Este resultado se puede interpretar como una clara censura a la actuación de Vox, especialmente representado por el vicepresidente sin cartera, Juan García-Gallardo.

Al tiempo, las enormes expectativas que Teruel Existe abrió hace cuatro años se han visto disueltas como un azucarillo. El peso que consiguieron con un solo diputado les llevó a convertir la plataforma España Vaciada en un partido para ir a todas la elecciones. En esta convocatoria tenían serias expectativas de conseguir dos diputados, uno por Teruel y otro por Soria, algo que no se ha confirmado. Una vez que se pierde el peso institucional el riesgo de desaparición es enorme, como ya le ha pasado a Ciudadanos, que había llegado a tener una enorme representación.

El resultado de estas elecciones puede abrir heridas dentro del PP, especialmente en sectores próximos a Isabel Díaz Ayuso que querían poner fin a Alberto Núñez Feijóo.

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