El culto a los ídolos equivocados y la culpa de los bancos centrales en la inflación

Hoy día se confunde el efecto de la inflación (el aumento de los precios) con la causa en sí misma (el aumento de la masa monetaria generada por el BCE más el crédito en circulación)

Una mujer de Papúa camina frente a un mural en el centro de Port Moresby.SAEED KHAN (AFP)

A finales de la Segunda Guerra Mundial, los antropólogos observaron que las primitivas comunidades locales melanesias de las islas del Pacífico, desde Papúa Nueva Guinea a Fiji, empezaron a construir extrañas estructuras. Se allanaron largos pasillos de terreno con forma de pista de aterrizaje y se construyeron, entre otras cosas, pequeños promontorios de madera como si fuesen torres de control. Durante la guerra, tanto los soldados japoneses como los americanos estacionados en la zona enviaron recursos al área por vía aérea. En muchas ocasiones el cargamento se tiraba en paracaídas y se desviaba de su punto de impacto para caer en mitad de la jungla donde los locales recogían el maná de bienes caído, literalmente, del cielo.

Al terminar la guerra, los cargamentos cesaron y los aborígenes, sin tener ni idea de lo que era un avión ni el motivo de los envíos, empezaron a replicar el comportamiento de los soldados en la esperanza de que con las construcciones anteriormente mencionadas los ídolos-aviones retomarían los envíos del pasado.

Se desarrolló así un movimiento religioso denominado Cargo Cult (Culto al Cargamento), en el que se esperaba una nueva era de bendiciones que se iniciaría con la llegada de cargamentos de bienes provenientes de fuentes sobrenaturales para los que era necesario construir muelles y almacenes simbólicos. Se abandonó para ello el desarrollo de actividades productivas tradicionales (cesaron los cultivos e incluso los animales fueron sacrificados). Las implicaciones políticas y pérdidas derivadas de estos movimientos forzaron a las autoridades coloniales a reprimirlos, pero el término de Cargo Cult sigue vigente en el mundo moderno occidental para definir una actividad que no es más que una pérdida de recursos basada en una creencia errónea de que un ente todopoderoso nos sacará las castañas del fuego.

En el mundo financiero moderno son los Bancos Centrales los que han adoptado el papel de seres todopoderosos al rescate de cualquier contingencia. Pero esto no es más que una creencia primitiva a favor de una planificación económica centralizada dirigida por burócratas (algo que ha fracasado siempre y en todo lugar). El absurdo ha llegado a tal punto que los que abogan por la destrucción monetaria, planificación centralizada, deuda ilimitada y tipos de interés negativos (antaño prerrogativas de repúblicas bananeras) son considerados la voz de la razón mientras que los defensores del dinero solvente, finanzas equilibradas, baja deuda y libre mercado son considerados unos radicales.

En La Acusación contra la Reserva Federal, Murray Rothbard explica de forma muy crítica la Reserva Federal, el sistema bancario de reserva fraccional y los bancos centrales en general. El libro concluye con el papel de la FED (o el BCE) a la hora de causar inflación y ciclos económicos y aboga por la abolición de una institución considerada nefasta para el bienestar económico.

“Si únicamente los papeles emitidos por la FED (y el BCE), y nada más, son dinero y tienen que ser aceptados por todos (quieran o no) y la inflación crónica sufrida por los ciudadanos está causada por la continua creación de dinero nuevo y el Banco Central tiene el monopolio de la creación de ese dinero… ¿quién es responsable de la inflación?”

“La falsificación monetaria realizada por los bancos centrales es inflacionaria, distorsiona el sistema económico y equivale al sigiloso robo de la propiedad de los ciudadanos”… ”a pesar de la propaganda oficial, ni la Fed ni los bancos son unos luchadores incansables contra la inflación. No son la solución al problema. De hecho son el problema. La economía sufre de inflación crónica y de ciclos destructivos de euforia y colapso porque la inflación ha sido generada por la Fed (y el BCE). Ese objetivo es, de hecho, el único motivo de su existencia”.

Los melanesios confundían el problema. Las estructuras que construían no tenían nada que ver con los cargamentos. De la misma forma hoy día se confunde el efecto de la inflación (el aumento de los precios) con la causa en sí misma (el aumento de la masa monetaria generada por el BCE más el crédito en circulación).

Cuando el balance del BCE aumentó desde el 10% del PIB de la Eurozona en el año 2005 hasta el 70% en el año 2022 (de un trillón de euros a casi nueve) ya se produjo una inflación que pasará a los libros de historia. Pero, debido al efecto Cantillon, fueron los precios relacionados con aquellos que estaban más cerca de la producción del dinero los que aumentaron en primer lugar (bonos gubernamentales, bolsa, activos en manos de los bancos, etc). Cuando la mitad de los bonos en la Unión Europea cotizaban con un rendimiento negativo (es decir con un precio infinito) la inflación era ya algo jamás visto, literalmente, en la historia del ser humano. Posteriormente aquel aumento de precios ha goteado a todos los ámbitos de la sociedad y se ha trasladado a la comida y los bienes inmuebles (muy favorecidos por tipos de interés manipulados a la baja para poder lidiar con la gigantesca deuda con la que los políticos pagan las promesas que los votantes creímos eran gratis).

El dinero empezó como una unidad de peso. La libra esterlina (pound sterling) era precisamente eso; una libra (453 gramos) de plata (sterling). El doblón español del Siglo de Oro equivalía, asimismo, a 6,8 gramos de oro. El nombre de “dólar” proviene de una moneda de una onza de plata de altísima calidad emitida en Bohemia en el siglo XVI por el conde Schlick de Joachimsthal. Las monedas se popularizaron como Joachimstahlers, que fue posteriormente abreviado a ¨thaler” y se convirtieron, por un tema fonético, a “dólar” en España. Desde aquí se exportó al Nuevo Mundo y quedó definido, en la fundación de Estados Unidos, como 1/20 de una onza de oro… la sofisticación monetaria moderna de los bancos centrales ha llevado al dólar original a 1/2660 de una onza de oro (-99,2% de pérdida en valor). Es decir la moneda (papel) ha pasado de una unidad de peso convertible en oro o plata a una unidad de nada convertible en nada.

Tras el desarrollo de las armas nucleares, Einstein comentó: “No se cómo se luchará la Tercera Guerra Mundial pero la Cuarta será con palos y piedras”. Yo, personalmente, no tengo ni idea de cuál será el dinero comúnmente aceptado en el mañana. Pero el del pasado mañana será el mismo que el de hace 3.000 años.




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