Cómo fabrica Crayola 13 millones de lápices de colores al día para la vuelta al cole
En la emblemática planta de colores de la marca en Pensilvania, los meses de verano son la hora de la verdad
Para muchas empresas, las semanas entre el 4 de julio y el Día del Trabajo -en Estados Unidos se celebra este año el 2 de septiembre- son tranquilas, llenas de vacaciones de los empleados y viernes de verano. Pero no para Crayola. Durante esos meses, la fábrica insignia de la empresa en Easton, Pensilvania, produce al menos 13 millones de lápices de colores al día, más de un 8% que el resto del año, para preparar a millones de niños para la vuelta al cole. “Es nuestra Super Bowl”, explica Pete Ruggiero, director general.
Casi la mitad de las ventas anuales de Crayola se producen durante esas nueve semanas, principalmente a través de Amazon.com, Target, Walmart y otros grandes minoristas. Según Euromonitor, las ceras y los lápices de colores de la empresa son los productos más vendidos de su categoría en Estados Unidos.
Fundada en Nueva York en 1885, la empresa, conocida entonces como Binney & Smith, vendía inicialmente pigmentos rojos y negros para pinturas y neumáticos. Ante la falta de materiales para colorear asequibles y adecuados para los escolares, los cofundadores Edwin Binney y C. Harold Smith experimentaron con la fabricación de tizas y, más tarde, de ceras de colores.
En 1903 empezaron a vender los lápices de colores con el nombre de Crayola, creado por la esposa de Binney, Alice, que era maestra, en cajas que contenían negro, marrón, azul, violeta, rojo, naranja, amarillo y verde.
A 5 céntimos cada uno, los paquetes fueron un éxito inmediato entre los colegios y los niños, afirma Megan Brandow-Faller, profesora de historia del Kingsborough Community College de Brooklyn (Nueva York), especializada en arte y diseño. El lanzamiento de la caja de ocho unidades fue “un momento decisivo” para la empresa.
En las décadas siguientes, la empresa introdujo otros productos clásicos de lápices de colores, como el paquete de 64 con sacapuntas incorporado. En 1984, Hallmark Cards Inc. compró la marca Crayola, junto con el resto de Binney & Smith, por unos 204 millones de dólares.
Los pasos para fabricar un lápiz de color no han cambiado mucho desde entonces, aunque gran parte del proceso está ahora automatizado. Pero la fábrica de Crayola en Easton no parece una instalación industrial típica. Los equipos metálicos están cubiertos de pigmentos brillantes.
En el salón del edificio de oficinas adyacente, los sofás, las paredes y el suelo de linóleo están empapados de Wild Watermelon, Carnation Pink y otros tonos característicos de Crayola. Y el aroma a cera de los lápices de colores -que Crayola ha patentado recientemente con la esperanza de difundirlo por los pasillos de las tiendas- impregna el espacio.
Los vagones cisterna transportan una mezcla de parafina por las vías del tren que llegan hasta las puertas de la fábrica. Crayola calienta y almacena la cera en silos con capacidad para tres días de fabricación.
Los lápices de colores son esencialmente una mezcla de parafina y pigmento, aunque la empresa vigila de cerca la receta exacta, que sólo cambia cuando escasean las materias primas. “No se juega con la joya de la corona”, dice Ruggiero. (Los ingredientes no son tóxicos, pero los niños pequeños deben evitar comerlos: Los lápices de colores ingeridos pueden causar trastornos estomacales).
Jim Philhower, responsable del proceso de empaquetado de los lápices de colores, forma parte de un equipo que supervisa el montaje de 350.000 cajas de 24 unidades cada día. Dice que la gente no se da cuenta del trabajo que supone entregar estos productos. Incluso sus propios hijos: “Creen que me paso el día coloreando”, dice.
Además de lápices de colores, Crayola fabrica 2,7 millones de rotuladores de colores al día en la planta de Easton. En otra fábrica de Bethlehem (Pensilvania), Crayola también fabrica Model Magic, Silly Putty y otros materiales para manualidades.
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