Además de Altman, Jobs y Musk... otros CEO que tuvieron que renunciar a las empresas que fundaron
Sam Altman no ha sido el primer ejecutivo y fundador que se veía obligado a dejar su compañía. Algunos como él volvieron; otros, no
El despido de Sam Altman en OpenAI fue comparado este fin de semana con el de Steve Jobs, quien fue destituido como CEO de Apple en 1985. Algunos inversores tildaron de “impactante e irresponsable” la salida de Altman, cofundador y consejero delegado de la joven startup, y hacían mención a lo abrupto de la salida del joven emprendedor como ocurrió con el creador del Macintosh. Jobs, que renunció a su cargo por desacuerdos con el entonces CEO de Apple, John Sculley, sobre la gestión y...
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El despido de Sam Altman en OpenAI fue comparado este fin de semana con el de Steve Jobs, quien fue destituido como CEO de Apple en 1985. Algunos inversores tildaron de “impactante e irresponsable” la salida de Altman, cofundador y consejero delegado de la joven startup, y hacían mención a lo abrupto de la salida del joven emprendedor como ocurrió con el creador del Macintosh. Jobs, que renunció a su cargo por desacuerdos con el entonces CEO de Apple, John Sculley, sobre la gestión y estrategia de la compañía, tardó 12 años en volver a Apple, pero lo hizo por la puerta grande, lanzando poco después el iPod, el iPhone y el iPad, convirtiendo a la empresa en la más valiosa del mundo. Altman ha recuperado su puesto en apenas 5 días, pero el recorrido de OpenAI, aunque prometedor por el impulso que está teniendo la inteligencia artificial, aún está por escribir.
Los fundadores y cofundadores de empresas como Reddit, Twitter, LinkedIn, Zynga, Dell y Google también se han ido y han vuelto como CEO, con más o menos éxito. Y sus vueltas han dependido de las circunstancias de salida, como indicaba recientemente el Financial Times. Los desacuerdos sobre estrategia dejan la puerta abierta a volver; un mal comportamiento personal, no. La salida de Altman habría encajado en la primera categoría, al igual que la de Jobs. No así la de Travis Kalanick, el controvertido cofundador de Uber, que se vio obligado por los inversores a dejar la compañía en junio de 2017, tras denuncias de acoso sexual y discriminación en la empresa. La “tóxica” cultura corporativa de la empresa acabó con este directivo, que aceptó “la petición de los inversores de hacerme a un lado”.
En concreto, y según detalla en su blog Enrique Dans, profesor de Tecnología del IE Business School, todo lo que se ha estado viendo en OpenAI es la lucha entre los accels, partidarios de acelerar todo lo posible el progreso de la inteligencia artificial, y los decels, que abogan por detenerlo o ralentizarlo por razones de prudencia y seguridad. Y apunta otra connotación adicional: “La pelea por el control entre los especialistas en investigación en inteligencia artificial, y los que provienen de startups y de la cultura Silicon Valley como Altman y Brockman”.
Pocos fundadores, en cualquier caso, suelen liderar su empresa a perpetuidad. Eso le pasó a Elon Musk en X.Com, un banco en línea creado en marzo de 1999 que más tarde se fusionó con Confinify, dando origen a PayPal. Musk, que fue obligado también abruptamente a dejar su cargo por el consejo de administración y los inversores, nunca volvió pero utilizó los 250 millones de dólares de la compra de eBay de PayPal para fundar SpaceX, convertirse en el mayor accionista de Tesla y tomar el control de Twitter (ahora X).
También cesaron en sus puestos de CEO el fundador de WeWork, el carismático Adam Neumann, presionado en 2019 por los inversores de la inmobiliaria especializada en espacios de coworking (este mes la compañía se declaró en bancarrota), y el cofundador de Pinterest, Ben Silbermann, que dejó ese cargo en junio de 2022. El directivo no abandonó la compañía, pues permaneció como presidente ejecutivo, ocupando además un puesto en el consejo de administración.
Un estudio de 2018 del Harvard Law School Forum sobre Gobierno Corporativo, del que informó el FT, encontró que la mayoría de las compañías no eran dirigidas por su fundador pasado los años, y resaltaba que los que permanecieron en el puesto solía ser porque tenían derecho de voto. Altman carecía de ello, así que su despido (luego corregido) ha servido de recordatorio de los beneficios del poder de voto. En su vuelta ha sido clave Microsoft, que veía en la figura de este joven de 38 años la receta para asegurar su competencia en la industria de la inteligencia artificial (bien dentro de la propia OpenAI o en sus propias filas en una nueva unidad de negocio de IA).
Dans señala que la marcha de muchos fundadores obedece a que a veces el perfil ideal para lanzar una compañía, obtener financiación y darla visibilidad no es suficiente. Pero añade que en el caso de OpenAI, “con inversores esperando obtener rentabilidad por el crecimiento del valor de la compañía y con competidores como Anthropic y otros captando agresivamente inversiones y desarrollando oferta de productos a gran velocidad, tener a un directivo con la experiencia, los contactos y el saber hacer de Altman parecía un activo fundamental”.
Ahora falta ver cómo se recupera OpenAI de la crisis vivida, que le ha hecho temer por su futuro (y a sus inversores por su dinero). Una incógnita por resolver es cuál será el destino final de otro cofundador de la startup, Ilya Sutskever, quien tras el giro de guion abandona el consejo, pero continúa trabajando en la compañía. Es difícil saber si Altman estará conforme con esa decisión si, como se ha apuntado desde el viernes, ha sido el instigador de su salida.
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