Del Pino firma el divorcio de Sánchez por plasma y jaleado por su primo
Se compromete a que las próximas juntas de accionistas, que serán en inglés, tengan traducción simultánea al castellano
El Palacete de los Duques de Pastrana, levantado a mediados del siglo XIX por el financiero galo Louis Ghilhou, fue el lugar elegido por Ferrovial para celebrar este jueves su junta general de accionistas más incómoda. El complejo, más de cien años después, es hoy el enclave elegido por parte de las élites madrileñas para la celebración de eventos y bodas. Paradójicamente, la constructora lo escogió para escenificar un divorcio, el anticipado con España y con el Gobierno de Pedro Sanchez.
Rafael del Pino, de riguroso luto, acertó con el vestuario para tan funesta ocasión. Terno negro, corbata oscura y camisa blanca con cuello tan almidonado como su discurso, pulcro, monocorde, sin concesiones, una suerte de responso. El presidente de Ferrovial no regaló una sola mención al Ejecutivo, que ha tratado de bombardear su saga/fuga por tierra, mar y aire. De los 18 minutos de alocución, dedicó un tercio al traslado de sede a Países Bajos. Al terminar sus explicaciones recibió un aplauso medido de 30 segundos por parte de un auditorio formado por más de 600 accionistas y en el que apenas había disenso.
En la peor tradición de los malos políticos, Del Pino se entregó al plasma para consumar su proyecto societario, sin que los periodistas pudieran acceder al auditorio y mucho menos acercarse al presidente. Ni siquiera fue posible recibir imágenes de quienes intervinieron en la junta, un pasaje de la misma resuelto con planos generales. Antes del arranque, la compañía celebró en su sede un consejo de administración, más corto de lo habitual, en el que se comprobó que todo estaba atado y bien atado. Desde ahí, los consejeros se trasladaron a la mansión del Paseo de la Habana, a la que accedieron por la parte de atrás sin hacer el paseillo que sí tuvieron que afrontar el resto de asistentes a la histórica consulta.
“Ferrovial es de los accionistas y ellos son los que tienen que tomar las decisiones”, aseguraba un alto ejecutivo de una auditora antes de acceder a la sala. “El tono ha sido magnífico”, remachaba el directivo de un banco de inversión presente en el encuentro. En efecto, las intervenciones de los accionistas no pudieron ir más a favor de obra, al punto de convertir la junta en un paseo militar para Rafael del Pino, que ni siquiera tuvo que pasar el mal trago de que su hermano Leopoldo, con el 4,1% del capital, le afeara en público la partida. “La familia que vota unida...”, se escuchó entre los asistentes.
Más bien al contrario, llamó la atención la participación de Valentín de Torres-Solanot, que así se presentó, autor de una defensa a ultranza de la iniciativa. “Si Ferrovial ha llegado tan alto es porque los aciertos en la gestión han sido la norma en esta etapa actual”, expuso, antes de solicitar el apoyo unánime a todas las propuestas, que en su opinión no van en contra de la españolidad de la compañía. Obvió decir Torres-Solanot que su segundo apellido es Del Pino y que es primo del presidente, para más señas hijo de una de las hermanas del fundador de Ferrovial, Rafael del Pino y Moreno. Con un atisbo de pudor y vergüenza torera, su pariente evitó responderle directamente.
Del Pino, con anterioridad, había insistido en uno de esos argumentos, véase que Ferrovial “no se va de España” y que mantendrá sus inversiones, contribución fiscal y cotización en las bolsas españolas. De hecho, vendió el movimiento como una evolución natural para una sociedad en la que más del 90% de su valor procede de activos internacionales, y un 75% de Estados Unidos. Para corroborarlo y tal vez no por casualidad, la organización deslizó un paper entre la documentación facilitada en el que se consignaban los hitos de 2022. De las 15 principales adjudicaciones del año en construcción, nueve -por una cuantía superior a 6.000 millones de dólares- radican en EE UU y Canadá. Le sigue España, con tres proyectos y algo más de 300 millones.
Ante la inquietud de un accionista, Del Pino asumió el compromiso personal de que en próximas juntas haya traducción simultánea en castellano, ya que a partir de ahora deberán desarrollarse en inglés -”podían haber sido en neerlandés, pero lo descartamos”, dijo sin torcer el rictus-. También confirmó que el teléfono de atención al accionista seguirá atendiendo a los poseedores de títulos en español.
El francés Ghilhou hizo del palacete en la villa de Chamartín de la Rosa, en un Madrid que hoy ya no existe, su segunda residencia. Corría el año 1860 y aspiraba a formar parte de la llegada del ferrocarril a España. Otro referente en el mundo de las infraestructuras, Rafael del Pino, emprendía ayer el camino contrario. Como dice el clásico, unos vienen y otros se van. Está por ver si, desde ahora, la vida seguirá igual.
Sigue toda la información de Cinco Días en Facebook, Twitter y Linkedin, o en nuestra newsletter Agenda de Cinco Días