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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El punto flaco de las grandes telecos no son las tarifas, sino el modelo de negocio

CINCO DÍAS

La operadora rumana Digi ha abierto una nueva guerra de tarifas en España en plena crisis y cuando las grandes operadoras, como Vodafone, Movistar y Orange, han apostado por subir los precios para compensar el alza de costes por la inflación. El golpe de Digi, que ofrece tarifas fijo-móvil desde 20 euros mensuales y fibra por 15, constituye un movimiento audaz que ya ensayó el año pasado y que hasta ahora le ha dado resultados. La receta de la rumana, que al cierre de septiembre superaba los 4,6 millones de líneas, entre telefonía móvil y fija, es una agresiva política comercial que encaja como un guante en el actual contexto de desaceleración económica y de pérdida de poder adquisitivo de los consumidores, lo que le ha permitido consolidarse como quinto operador nacional.

Más allá de que esta nueva rebaja pueda ser contestada con una lluvia de ofertas por parte de sus competidoras, lo que no resulta fácil en un mercado fuertemente condicionado por la caída de los márgenes, el éxito de Digi pone también de manifiesto que el emperador está desnudo, o lo que es lo mismo, que el modelo de negocio de las grandes compañías de telecomunicaciones está inmerso en una crisis, y no solo en España, sino en toda Europa. A la fuerte competencia desarrollada por las operadoras low cost y las multinacionales de internet, hay que sumar el trasiego de ejecutivos de los últimos meses en la cúpula de algunas de estas corporaciones, que tiene ahora mismo su máximo exponente en la insólita situación que vive Vodafone, cuyo CEO global y su CEO en España han renunciado a sus puestos.

El deterioro de los resultados y la caída de los márgenes de las operadoras tradicionales muestran las grietas de un perfil de negocio que se debate entre la rigidez regulatoria, la presión sobre los resultados, el exigente calendario de inversiones y las dificultades para crecer inorgánicamente por la estricta política de competencia de Bruselas. Todo ello ha lastrado la evolución de los valores en Bolsa y ha obligado a las compañías a buscar nuevas estrategias y a diversificar sus servicios. Un ejemplo es el caso de Telefónica y de su decisión de hollar sectores ajenos al mercado tradicional de las telecomunicaciones, como el de los seguros o el autoconsumo voltaico.

La ofensiva de Digi y de otras compañías low cost no puede resolverse solo con una hipotética entrada en una guerra de tarifas, sino que exige repensar los límites de un modelo de negocio que tiene el gran reto de competir en un mercado feroz, cuya velocidad de cambio es muy superior a la de otros sectores y que exige una flexibilidad que excede los mimbres que las grandes compañías han manejado con éxito hasta ahora.

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