Los puntos de inflexión de 2023: inflación, tipos y recuperación
Es poco probable que esta crisis provoque un terremoto mundial como el que se desencadenó en 2008
La economía mundial se enfrenta a una recesión. Las tendencias de la inversión privada y los niveles de confianza de los consumidores están deprimidos en gran parte del mundo. En Estados Unidos, la demanda interna básica apenas creció en el tercer trimestre tras experimentar una ralentización durante los seis meses anteriores. El gasto de los consumidores y la inversión de las empresas se han desacelerado bruscamente, y la actividad manufacturera y de servicios ya se está reduciendo en la zona euro y en China.
Las causas de esta situación son, por supuesto, la inflación persistentemente alta y la política en respuesta a ella, necesariamente agresiva. Hasta el momento, la Reserva Federal ha sido el más restrictivo de los bancos centrales, que han adelantado las subidas de tipos en todos los ámbitos para reducir la demanda. La Reserva Federal ha aplicado cuatro aumentos de tipos de 75 puntos básicos en sus sucesivas reuniones, el ajuste más rápido en cuatro décadas.
Por supuesto, la trayectoria de los tipos de interés dependerá en gran medida de la fortaleza del mercado laboral estadounidense, que ha demostrado ser muy resistente hasta la fecha, con un desempleo cercano a los mínimos históricos y unas presiones salariales incómodamente altas. Sin embargo, tanto el crecimiento salarial como las ofertas de empleo mensuales se están ralentizando. Si nos guiamos por su evolución histórica, es probable que esta última variable se desinfle aún más en 2023.
Los mercados aprovecharon las señales de desaceleración de la inflación en octubre, después de algunas salidas en falso. Así, las perturbaciones de la cadena de suministro y los precios de numerosos bienes siguieron retrocediendo y la inflación subyacente –aquella en la que no se incluyen los costes de los alimentos y la energía– finalmente aumentó menos de lo previsto. En este contexto, la inflación tardará en normalizarse, sobre todo teniendo en cuenta que sigue siendo muy elevada en el componente de servicios y tomando en consideración el deseo de muchos países productores de petróleo de mantener el precio del barril por encima de los 90 dólares.
Sin embargo, es probable que en el segundo trimestre de 2023 haya indicios más claros de una disminución de la presión sobre los precios y que la tasa general caiga al 2%-3% a finales de año. Así, a medida que la inflación se vaya ralentizando en 2023, es posible que los tipos se mantengan a raya durante gran parte del año.
Por supuesto, los factores inflacionistas y económicos difieren en otras partes del mundo. Europa se prepara para un duro invierno en su lucha por diversificar el suministro de energía procedente de Rusia, hacer frente a la elevada inflación impulsada en gran medida por los costes de la energía y los alimentos y combatir los efectos de una trágica guerra a sus puertas. Dado que las reservas de gas están prácticamente llenas, este invierno se puede evitar el peor de los escenarios –racionamiento energético severo, apagones, protección feroz de los suministros nacionales– si el tiempo sigue siendo benigno, pero en 2023 podría haber más problemas para obtener fuentes de energía alternativas. Esperamos que la mayor debilidad de la demanda haga que los tipos de interés alcancen un pico más bajo en Europa que en EE UU, en torno al 2,25% a principios de este año, y que el crecimiento sea de tan solo un 0,4% para el conjunto el año, apoyado por una creciente respuesta presupuestaria a la crisis energética. Al mismo tiempo, la resiliencia energética de Europa está aumentando, y la transición hacia un modelo de suministro más ecológico se está intensificando.
Entretanto, en China, el golpe al crecimiento se ha dejado sentir principalmente en 2022, un año en el que es posible que la economía se expanda a su ritmo más lento desde la década de 1980 (sin contar el año 2020, marcado por la Covid-19) debido a las duras restricciones impuestas por la política de cero Covid.
Los mercados emergentes, por su parte, se enfrentan a una situación desfavorable este año debido a que los tipos de interés comenzaron a aumentar mucho antes que en el mundo desarrollado –y a que han alcanzado niveles mucho más elevados en la actualidad– y al fortalecimiento del dólar. Los altos costes de los alimentos y la energía, la restricción de la liquidez mundial, la inflación exportada desde Estados Unidos y el aumento de la carga de la deuda en dólares –por no mencionar los costes cada vez mayores del cambio climático– están perjudicando a algunas de las poblaciones más vulnerables del mundo. El FMI estima que más de la mitad de los países de renta baja se encuentran en situación de crisis de deuda o en alto riesgo de padecerla. La situación es mejor en los principales países de renta media, como Tailandia, India e Indonesia, donde parece que el crecimiento en 2023 superará al de sus homólogos del mundo desarrollado.
También cabe señalar que es poco probable que esta recesión provoque otra perturbación del tipo de la crisis financiera mundial. La desaceleración actual se está viendo impulsada por una caída de la inversión privada –por ejemplo, en la vivienda y la construcción– más que por un hundimiento del consumo, la causa más frecuente de una recesión. La fuente de riesgo más importante sería el riesgo financiero que emana del sector de los hogares, como ocurrió en 2008-2009. Sin embargo, el gasto de los consumidores, sobre todo en Estados Unidos, está resistiendo mejor de lo esperado.
Aun así, existen otras fuentes de riesgo como la geopolítica, que incluye una escalada de la guerra entre Rusia y Ucrania, o las tensiones entre Estados Unidos y China. Sin embargo, en ausencia de cisnes negros o de una desaceleración más severa causada por un endurecimiento excesivo de la postura de la Reserva Federal, es altamente probable que en la segunda mitad de 2023 comience el proceso de recuperación económica y que en los últimos meses del año surja la posibilidad de recortar los tipos de interés en EEUU.
Samy Chaar es Economista Jefe de Lombard Odier
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