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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La subida de los tipos en la cámara de eco de los mercados

CINCO DÍAS

A la luz del cúmulo de calamidades que ha deparado 2022, el año bursátil no parece tan malo. La guerra más violenta en Europa en 80 años, una crisis energética sin precedentes desde los años setenta, inflación por encima del 10% durante buena parte del año, subidas de tipos históricas y amenaza de recesión. El 5,56% que se deja el Ibex 35 parece poco. Es poco en buena medida por el elevado peso en este índice de la banca, que agradece las subidas de tipos porque es una inyección en sus márgenes.

El 11,77% que se deja el Eurostoxx está menos sesgado. Y el 20% del Standard & Poor’s 500 está sesgado, a su vez, a la baja, por el gran peso de la tecnología: el Dow Jones baja menos de la mitad. El peaje de 2022, salvo en el caso del S&P, es asumible teniendo en cuenta el contexto.

Otra cosa es la deuda, donde el peaje, siendo similar en porcentaje sobre el precio, es mucho más abultado tanto en relación con las expectativas de los inversores como a la experiencia histórica. Ha sido el peor año para la deuda pública desde que existen registros, merced a una subida de tipos tan rápida como inesperada.

El resultado es difícil de digerir, en particular para los inversores no profesionales que dejaron su dinero en productos de renta fija confiando en que la denominación del activo responde a su comportamiento y que, por tanto, estaban llevando a cabo una inversión conservadora. Del mismo modo, ni el mercado bursátil tampoco ha dejado gangas ni la coyuntura invita a rotar hacia activos de riesgo.

El viento de los tipos también se ha llevado por delante el castillo de naipes de los criptoactivos, cobrándose los ahorros de miles de adeptos cegados por el dinero fácil. El sistema financiero alternativo ha resultado ser más frágil, centralizado y excluyente que el tradicional, en gran medida por la ausencia de regulación. Y los fondos de capital privado, uno de los nichos dentro del mundo financiero que más se ha beneficiado del dinero barato, también han tenido que poner las barbas a remojo.

El cambio en el precio del dinero no ha alterado el ecosistema financiero como si de una glaciación se tratara, sino de un modo similar al impacto de un meteorito. En términos financieros, 2023 no arranca como un año más, sino como el corolario del seísmo de 2022.

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