Alarma: no hay champán para todos
La pandemia ha disparado el consumo del vino más reconocido del mundo Las grandes casas de Champagne eligen mercados emergentes dispuestos a pagar un precio más elevado
Empieza a haber escasez de champán. Las alarmas suenan ya, sobre todo entre los distribuidores, vendedores y hasta en las grandes casas de champán francesas, que copan dos terceras partes del mercado. Hay varios factores que alimentan esta desazón, pero la principal es la alta demanda de consumo de este vino en todo el planeta, sobre todo en los países emergentes de nuevos ricos asiáticos, dispuestos a pagar un precio más elevado por este tipo de burbujas.
La pandemia ha contribuido al estallido. Por un lado, cuando aparece la crisis sanitaria en 2020, la caída de las ventas es notoria debido al cierre de los locales de ocio y de restauración en todo el mundo, a lo que contribuye también la reducción por parte de la Denominación de origen controlada, que regula desde 1936 un proceso de varios siglos de tradición en una zona de 34.168 hectáreas, con 16.176 viticultores, 416 comerciales, 3.727 pequeños productores y 121 cooperativas, de los rendimientos de la vendimia de ese año a 8.000 kilos por hectárea, a esto se suma que la de 2021 fue pésima por las malas condiciones climáticas durante el ciclo de viña, por lo que hubo que desbloquear vino de la reserva individual para alcanzar los 10.000 kilos por hectárea.
Y en medio de todo esto, recuerda Jordi Melendo, director de la Guía Melendo del Champagne, se produce la progresiva flexibilidad de las restricciones debido al Covid, y con este primer asomo de libertad empiezan los festejos. La gente quiere burbujas y las ventas de champán comienzan a dispararse, con un crecimiento espectacular: el ejercicio se cerró con la cifra récord de 320 millones de botellas expedidas, el volumen más elevado en una década –75 millones más que en 2020–. “El aumento de demanda sigue y los operadores comerciales se han apresurado adelantando sus pedidos, lo que no significa que las botellas hayan llegado al cliente final. También hay que precisar que ciertos vinos tienen escasa producción y mucha demanda por lo que a veces es difícil acceder a ellos”, asegura Melendo. En la primera mitad de 2022 se han exportado más de 130 millones de botellas, un 13,8% más que en el mismo periodo del año anterior. El optimismo es alto porque la cosecha de este año es una de las mejores de los últimos tiempos, y los rendimientos se han elevado a 12.000 kilos por hectárea y hasta los 16.500 kilos destinados a la reserva individual, “lo que garantiza la producción para los próximos años”, añade este experto.
España es el noveno mercado en consumo de champán, cuando hace unos años era el sexto: en 2021 se expidieron desde Champagne 4.434.158 botellas (una 45,7% más en volumen con respecto a 2020, y un 57,2% en valor respecto al anterior ejercicio). Por delante, Estados Unidos, con 34,1 millones de botellas, Reino Unido, con 29,8 millones, Japón, con 13,8 millones, Alemania, con 11,2, Bélgica, con 10,3, Australia, con 9,9, Italia, con 9,2, y Suiza, con 6,1. “Por ejemplo, Australia antes era un buen cliente y ahora es un grandísimo comprador de vinos. Además, a esto se añade que mercados emergentes, como son los países asiáticos, aprovechan esta eclosión”, explica Álvaro Moreno, uno de los miembros de Á la Volé, importador, vendedor y narrador de vinos y de champán de pequeño productor desde 2014. Se encuentra, precisamente, estos días grabando un documental sobre estos pequeños y singulares viñadores en las montañas de Reims. Al otro lado del teléfono explica sus reflexiones y algún temor, como es que “no hay champán para todos”.
Argumenta Moreno que “es un vino asociado a la celebración, y la gente ha descubierto en la pandemia lo que es el miedo, y ahora quiere celebrar con burbujas. Hay una gran demanda en todo el mundo”. Afirma, además, que están teniendo un crecimiento del 200%, porque “el cliente ahora quiere probar también cosas singulares, diferentes a las que ofrecen las casas de champán más comerciales. El crecimiento del champán biológico es espectacular”.
Para ilustrarlo cuenta el caso de un joven productor, desconocido, que empieza a sacar su vino al mercado en la Cote des Blancs, al sur de Epernay, y en menos de seis meses ha recibido la visita de 26 distribuidores de todo el mundo. “Cuando hablamos de champán, la gran mayoría se comercializa por las grandes marcas, con tratamientos convencionales. Son los más fáciles de consumir y gustan a la mayoría de la gente”, añade Moreno. En cambio, los biológicos, los de parcela, son más imperfectos y son los que ahora mismo entusiasman a los entendidos en vino. “Nuestro problema no está ahora en vender, sino en comprar, porque la viña es limitada”. Explica que en Á la Volé venden 40.000 botellas año: “podría vender el doble, pero no lo puedo comprar”.
En situación parecida se encuentra el gran templo de los vinos en España, como es Lavinia, que apuesta también por los pequeños productores, “defendemos y aconsejamos a las pequeñas casas que hacen que sus vinos sean fiel reflejo del terruño y no especulan con sus stocks, ya que están disponibles”, explica el director de Lavinia España, Juan Manuel Bellver. Se muestra crítico con la estrategia que siguen otros. “Hay cierta escasez de las grandes casas porque además de los problemas de producción reducida, estas grandes marcas, siguiendo una estrategia comercial, prestan más atención a otros mercados emergentes”, agrega Bellver, que reconoce estar en ruptura de stock de algunos grandes champanes, como alguna añada de Dom Pérignon o de Cristal de Louis Roederer.
Precisamente, esta casa lo tiene todo vendido. “Estamos en ruptura técnica de stock. Tenemos champán, pero no podemos crear nuevos clientes, ni cerrar acuerdos o abrir nuevos canales de venta. Vendemos en España 150.000 botellas al año y es imposible aumentar la producción”, explica Jordi Monroig, director de marketing de Primeras Marcas y director de marca de Louis Roederer, casa que cuenta con una explotación de 200 hectáreas de las que salen unos tres millones de botellas que se distribuyen en más de 80 países.
Achaca todo este fenómeno a la euforia pos-Covid, “que ha disparado el consumo en todo el mundo, pero sobre todo en Asia”. Recuerda además que cuando la distribuidora española se hizo cargo de la marca en 2009, vendían menos de 30.000 botellas. “Y ahora si tuviéramos un 50% más de esas 150.000 también las venderíamos”.