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Cómo podría caer en picado la Italia de Giorgia Meloni

Los inversores no la temen por ahora, pero si el crecimiento sigue bajo y los tipos suben, quizá se pongan nerviosos

Giorgia Meloni, líder de Hermanos de Italia, en un mítin en la plaza del Duomo, en Milán, el pasado día 11.
Giorgia Meloni, líder de Hermanos de Italia, en un mítin en la plaza del Duomo, en Milán, el pasado día 11. reuters

El mes que viene se cumplirán 100 años desde que Benito Mussolini lanzara su golpe fascista en Italia. Este domingo 25, es casi seguro que el país elegirá a Giorgia Meloni, antigua posfascista y euroescéptica, como nueva primera ministra. De momento, los inversores no han pestañeado.

Meloni es la favorita para sustituir a Mario Draghi, el respetado tecnócrata que ayudó a salvar el euro hace una década. Sin embargo, la diferencia entre los retornos de los bonos del Estado italianos y alemanes a 10 años es de 2,3 puntos porcentuales, el mismo nivel que cuando el gobierno de Super Mario comenzó a colapsar en julio.

Es probable que Italia se las arregle con Meloni, la líder de Hermanos de Italia, que, según los sondeos, será el principal partido tras las elecciones. Pero también existe el riesgo a medio plazo de que la enorme deuda del país se descontrole. Eso podría ocurrir bajo su supervisión o, dada la corta vida de la mayoría de los Gobiernos italianos, bajo otro primer ministro.

La alianza de derechas de Meloni promete bajar los impuestos y aumentar las opciones de jubilación anticipada. Pero los inversores están tranquilos porque ha abandonado su euroescepticismo, y dice que los recortes fiscales dependen del estado de las finanzas del país, que promete que estarán a salvo en sus manos.

El próximo primer ministro italiano querrá evitar el destino de anteriores Gobiernos que se pelearon con la UE por la política fiscal. Silvio Berlusconi fue expulsado del poder en 2011 después de que los retornos de los bonos a 10 años se dispararan hasta 4,9 puntos por encima de los de Alemania. La coalición antiausteridad liderada por Giuseppe Conte, que se hundió en 2019, afrontó una experiencia similar.

Los inversores también están relajados porque la UE está mostrando más solidaridad que durante la crisis de hace una década. En respuesta a la pandemia, lanzó un mecanismo compuesto por préstamos baratos y subvenciones. Italia recibirá la mayor parte: 192.000 millones, equivalentes a casi el 10% de la renta nacional.

La UE también ha suspendido las normas fiscales que obligan a los miembros a mantener el déficit por debajo del 3% del PIB, una suspensión que podría ampliarse como consecuencia de la crisis energética. Así, Meloni no tendrá que recortar el gasto ni subir los impuestos inmediatamente.

La invasión de Ucrania también ha reforzado la solidaridad de la UE. Las constantes críticas de Meloni a Putin le han hecho ganar puntos en parte de la UE, aunque muchos no estén de acuerdo con sus opiniones sobre los derechos LGBT y la inmigración.

El BCE también dispone de una nueva herramienta para frenar la fragmentación de la zona euro. Comprará los bonos de los Gobiernos que sufran ataques especulativos, siempre que su deuda sea sostenible. Nadie quiere que Italia entre en barrena y arrastre a Francia o España.

El problema es que la deuda pública italiana, que el FMI prevé que acabe el año en el 148% de la renta nacional, está cerca de ser insostenible. Ha llegado ahí desde el 104% de 2007 a raíz de la crisis financiera, el colapso de la zona euro o la pandemia. Además, le ha resultado difícil salir de su deuda. En términos reales, la renta nacional del país está casi exactamente donde hace 20 años.

Los optimistas señalan que la inflación y la recuperación de la recesión inducida por la pandemia han ayudado a reducir la deuda desde el 155% del PIB en 2020. Pero son factores temporales. El BCE está decidido a devolver la inflación a su objetivo del 2% y el aumento de los costes de la energía puede empujar a Italia a otra recesión.

Además, la era de los tipos cercanos a cero ha terminado. La deuda pública italiana a 10 años rinde ahora un 4,1%, más que cuando sonaron las alarmas por última vez en 2018 y principios de 2019. Roma está pagando una media del 2,5% por su deuda porque pidió mucho dinero prestado cuando los tipos eran bajos, pero el coste medio está subiendo.

Veamos cómo se verán las cosas una vez la crisis energética haya terminado y los fondos de recuperación pospandemia se hayan agotado. Imaginemos, caritativamente, que el coste medio de la deuda de Italia sea entonces solo del 3% y su tasa de crecimiento tendencial, del 1%. Si la inflación volviera a ser del 2%, Roma tendría que registrar un superávit presupuestario primario (antes del pago de intereses) año tras año para reducir su ratio de deuda.

Los planes de Draghi prevén que Italia tenga déficit primario hasta 2025. Así que controlar la deuda del país puede no parecer el problema más urgente. Pero Meloni carece de la credibilidad de Draghi. Es una dirigente sin experiencia cuyo único trabajo anterior en el Gobierno fue el de ministra de Juventud.

Además, su decisión de abandonar el euroescepticismo parece de conveniencia. Como tal, podría volver a abrazarla si creyera que le interesa. Después de todo, el electorado italiano es voluble. En las últimas elecciones, de 2018, Hermanos de Italia obtuvo solo el 4,3% de los votos, mientras que la Liga, principal aliada de Meloni, ganó el 17,4%. Ahora los sondeos muestran al partido de Meloni con un 25%, frente a aproximadamente la mitad de la Liga.

Aunque parece que la alianza de la derecha va a obtener una gran mayoría, será inestable, dice Roberto D’Alimonte, politólogo. La Liga tiene políticas completamente diferentes a las de Meloni: su líder, Matteo Salvini, simpatiza con Putin y desea aumentar el gasto.

Salvini no desviará necesariamente a Meloni: su partido podría sustituirlo por un líder más moderado. También hay una pequeña posibilidad de que Meloni pueda unir fuerzas con algunos partidos centristas si les va bien en las elecciones. In extremis, Draghi podría incluso volver al Gobierno.

Pero también hay un escenario en el que Meloni vuelve a las políticas más extremas para evitar ser superada. Podría pensar que la UE seguiría manteniendo el apoyo financiero a Italia, ya que no tendría las agallas para una confrontación. Pero si el BCE se negara entonces a comprar deuda italiana, y si ninguna de las partes pestañeara, la cosa estallaría.

Este no es el escenario central para los mercados. Es mucho más probable que Italia siga renqueante. Pero si el crecimiento sigue bajo y los tipos suben, los inversores volverán a ponerse nerviosos.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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