La inversión, atrapada entre los tipos crecientes y la recesión
El panorama aconseja mantener la calma de la liquidez, aunque con mesura, porque la propia inflación erosiona su valor
No es el actual el mejor escenario para la inversión en cualquiera de los activos disponibles en los mercados, porque la visibilidad es escasa y la incertidumbre sobre la evolución de las variables, muy elevada. Tras funcionar durante casi un decenio completo con la brújula de los bancos centrales, que han dopado y anestesiado las economías y han impedido la visibilidad de buena parte de las balizas que guían la inversión, ahora ni siquiera saben las autoridades monetarias si han optado por el camino correcto para aplacar una inflación que en pocos meses se ha acercado al 10% en las grandes economías, porque la inflación tiene una naturaleza diferente a la tradicional, aunque nadie puede negar que la contribución de la expansión cuantitativa al avance de los precios ha sido extraordinaria. Tras momentos de duda, los bancos centrales han optado por secar la inflación, aun a sabiendas de que su naturaleza de escasez de oferta la hace más resistente, como si el planeta fuese enteramente una economía emergente, y han comenzado una espiral de encarecimiento del dinero que puede incluso mantenerse cuando las economías hayan entrado ya en recesión. Es el caso de EE UU, y seguramente se reproducirá en Europa hacia final de este año, cuando la subida de tipos apenas ha comenzado.
El inversor profesional y el particular se encuentran así en un dilema de complicada solución, pues toda apuesta puede resultar errónea si la economía entra en contracción y persiste la inflación, si se abre un periodo prolongado de estanflación, como algunos analistas auguran. El histórico de las Bolsas no es precisamente bajista en periodos de subidas de tipos; más bien al contrario en el caso de EE UU. Pero ese desempeño seguramente tiene bastante que ver con un resultado exitoso del control de los precios, algo que ahora empieza a cuestionarse, salvo que el encarecimiento de la financiación, por un lado, y la contracción de las rentas reales, por otro, terminen metiendo a la actividad en negativo.
Este panorama aconseja mantener la calma de la liquidez, aunque con cierta mesura, porque la propia inflación erosiona su valor. Si se opta por la renta variable, siempre valores con capacidad de replicar alzas de precios y de demanda tendencial estable o creciente, como las farmas, la tecnología o las infraestructuras, sin descuidar los valores cíclicos que ya ahora han ajustado los precios de sus acciones por la expectativa de la recesión. Y seguramente lo menos arriesgado, pero también con retorno limitado, es la apuesta por la renta fija, ya se trate de bonos soberanos o de empresas con alta calificación. Ya hay bonos públicos por encima del 3%, pero conviene recordar que la inflación podría llevarse también por delante el cupón.