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La economía rusa pronto será irreconocible

La preocupación es que atender la demanda del país invitará a boicots de los consumidores en otros lugares, por ineficaces que sean para detener el conflicto

Europa Press

No hay vuelta atrás. Según una superstición rusa, volverse para recoger objetos olvidados trae mala suerte. Un presagio similar se cierne sobre las empresas occidentales que esperan volver algún día. La economía rusa, con un volumen de 1,5 billones de dólares, será pronto una sombra de lo que fue.

Para las marcas occidentales, la Rusia de hoy es tóxica. Inditex, propietaria de Zara, con una capitalización bursátil de 73.000 millones de dólares, y Adidas, con 33.000 millones de dólares, han echado el cierre. Después de 30 años, McDonald's ha vendido su última hamburguesa en Rusia. Gigantes de la alimentación como Danone, valorada en 36.000 millones de dólares, y Nestlé, en 307.000 millones, han paralizado sus inversiones. La preocupación es que atender la demanda rusa invitará a boicots de los consumidores en otros lugares, por muy ineficaces que esos boicots sean para detener el conflicto.

Cada vez parece más probable que la guerra de Ucrania se prolongue durante años, al igual que las sanciones formales. Sin embargo, con el tiempo se disipará el riesgo de molestar a los consumidores occidentales por hacer negocios en Rusia. No cabe duda de que Moscú se esforzará por atraer de nuevo la inversión exterior, calcando su apertura económica tras el colapso de la Unión Soviética en 1991.

Sin embargo, las persistentes restricciones comerciales hacen que la realidad económica sea muy diferente. El banco central de Rusia reconoce que las sanciones, así como la caída de las importaciones y de la inversión, alterarán las cadenas de suministro locales, por lo que los precios y el desempleo subirán. La economía se adaptará, pero saldrá con una estructura diferente, con menor crecimiento y métodos y productos más básicos. Por poner un ejemplo, el nuevo Lada Granta "a prueba de sanciones" del gigante automovilístico Avtovaz, que hasta el mes pasado era una filial de Renault, sale desprovisto de elementos que antes eran estándar, como los frenos antibloqueo o la navegación por GPS.

Con la industria manufacturera en dificultades, la agricultura representará una mayor proporción de la producción y el empleo. Pero sin complementos o aditivos externos, los alimentos procesados pueden carecer de sabor o textura. La reducción de la mecanización también disminuirá la eficiencia de los agricultores. En un triste ejemplo, una fábrica de automóviles de Kaliningrado asignó verduras para apoyar al personal.

Todo lo que remotamente suponga alta tecnología es especialmente problemático. Las prohibiciones occidentales a las exportaciones de microchips frustran los planes de Moscú para la producción de vehículos eléctricos, a menos que pueda obviar a los procesadores extranjeros. Lo mismo ocurre con el comercio electrónico y la distribución de alimentos, que hasta hace poco eran los sectores más dinámicos y de mayor crecimiento de su economía. La institución crediticia Sberbank tiene que desarrollar su propia oferta de computación en la nube. Y los jóvenes programadores rusos con talento se están marchando en masa.

La política es otra parte maldita de la ecuación. La guerra del presidente Vladimir Putin en Ucrania ha desatado un nacionalismo muy arraigado y un sentimiento antioccidental, alentado por la implacable propaganda estatal. El riesgo de que se produzcan más agresiones internacionales, y un mayor aislamiento, seguirá latente.

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