La mejora en el suministro de chips revitaliza la producción del motor
La crisis de desabastecimiento de semiconductores, que ha mantenido en vilo a buena parte de la industria europea y obligado incluso a parar la producción en plantas de varios sectores, comienza a ceder y a regularizar poco a poco los suministros. Así se desprende del cambio de perspectivas que ha experimentado la industria española del automóvil, uno de los sectores más afectados por la falta de microchips, hasta el punto de verse obligado a paralizar de forma intermitente su actividad, lo que se ha reflejado de modo contundente en la producción. Aunque no se trata del único componente que ha sufrido déficits de suministro, ya que industrias como la de tecnología de última generación o incluso la de la construcción han lidiado con su propia crisis de materias primas, el déficit de microchips ha tenido un impacto determinante en sectores clave para la economía española, como ha sido precisamente el caso del automóvil.
Como consecuencia de esa progresiva normalización de la importación de componentes, el sector ha podido comenzar a reducir los ERTE, que han sido una herramienta fundamental para poder afrontar los problemas de suministro. Mientras las fábricas de Renault y Seat se están planteando no solicitar una prórroga de este instrumento para el segundo semestre del año, VW no ha usado días de ERTE este año y Mercedes ha utilizado únicamente dos. La situación es en este momento sustancialmente diferente a la vivida en el último año, cuando varias fábricas de montaje de automóviles en España llegaron a estar total o parcialmente paradas por la falta de chips.
La normalización del suministro de semiconductores y la recuperación de los ritmos de producción de las plantas de la industria constituye una excelente noticia, a la espera de que esa mayor fluidez en el suministro se consolide en los próximos meses, algo que todavía resulta prematuro aventurar. Más allá de que eso suceda, la crisis de escasez de microchips ha puesto en evidencia la elevada dependencia de la industria europea respecto a este tipo de componentes, mayoritariamente fabricados en Asia, y la necesidad de atraer su producción, lo que ha llevado a la Unión Europea a apoyar la creación de plantas de fabricación en los estados miembros. En ese sentido, el Gobierno ha tenido el acierto de comprender el valor estratégico de apostar por este objetivo y de aprobar el denominado Perte chip, con una financiación histórica y el ambicioso reto de crear una industria de microchips en España.