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La obsesión fiscal alemana es inoportuna e insostenible

La postura de Berlín es aún más absurda si se considera que Alemania tiene margen para gastar más, incluso tras dos años de crisis

Alemania vuelve a las andadas. El ministro de Finanzas, Christian Lindner, está decidido a restablecer el llamado freno de la deuda, una estricta norma fiscal que se suspendió al comienzo de la pandemia para permitir que el Gobierno gastase más en apoyo de la economía. Lindner quiere restablecer la norma el año que viene a pesar de la guerra de Ucrania y de la desaceleración económica. Se trata de una decisión inoportuna e insostenible.

El freno de la deuda obliga al Gobierno a limitar su déficit presupuestario, ajustado en función del ciclo económico, al 0,35% del PIB, y fue recogido en la Constitución en 2009. Ya era una camisa de fuerza perjudicial antes de la pandemia, que impedía a Berlín aprovechar los bajos tipos de interés récord para pedir más préstamos y financiar inversiones públicas vitales. Y la pandemia demostró que no era apta para su propósito durante una gran crisis económica. Además, los gastos necesarios para reducir la dependencia energética alemana de Rusia y amortiguar el impacto de la inflación sobre las familias y las empresas harán difícil limitar el déficit al 0,35% del PIB el próximo año.

La postura de Lindner es aún más absurda si se considera que Alemania tiene margen para gastar más, incluso tras dos años de crisis. La deuda pública del 70% del PIB está por debajo de la media de la zona euro. Y el consejo de asesores económicos alemanes prevé un déficit presupuestario del 2.6% este año, y del 2,2% en 2023, holgadamente por debajo del límite teórico del 3% de la unión monetaria.

Es más, el país puede gastar más sin aumentar su carga de deuda global. Aunque el rendimiento del bono alemán a 10 años ha subido a su nivel más alto desde principios de 2014, sigue siendo muy negativo tras ajustar la inflación, que se sitúa en el 7,4% anual. Eso permite unos pocos puntos porcentuales del PIB de gasto adicional. Alemania será una de las economías europeas de menor crecimiento este año, y los asesores del Gobierno han rebajado su previsión de crecimiento del PIB hasta el 1,8%. En este contexto, lo último que necesita el país es ponerse un cilicio fiscal.

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