La nueva vida vanguardista del clásico Hotel Orfila
El cinco estrellas ha abierto sus puertas apostando por un nuevo estilo en las habitaciones de la mano del interiorista Lorenzo Castillo
El Hotel Orfila, situado en el distrito madrileño de Chamberí, nació en 1885 como la residencia privada de una familia aristocrática. A finales del siglo XX inició una nueva vida transformado en hotel de lujo y, en 2001, se convirtió en el primer hotel de la capital perteneciente a la asociación francesa Relais & Châteaux, que agrupa a los hoteles más prestigiosos del mundo.
El aire señorial de sus orígenes se ha mantenido intacto en la mayoría de estancias, pero este 2022, el cinco estrellas ha abierto sus puertas apostando por un nuevo estilo en las habitaciones. El alojamiento ha aprovechado el cierre forzoso de la pandemia para reformar meticulosamente sus 20 habitaciones y 12 suites de la mano del interiorista Lorenzo Castillo, que ha aportado su toque contemporáneo sin perder el carácter del siglo XIX.
Ahora, el mármol, el bronce o las maderas nobles que definen la estética de este siglo conviven con diseños de vanguardia donde reinan las telas estampadas, el terciopelo y los motivos vegetales. Además, se ha incorporado un nuevo sistema de domótica que hace al hotel más sostenible y eficiente, a través, por ejemplo, de la automatización de la calefacción y el aire tanto durante el check in como a la hora de abandonar el hotel.
Aun así, el verdadero encanto del Orfila está fuera, en su emblemática terraza. El jardín del palacete se popularizó en los años 20 entre la alta sociedad madrileña por albergar numerosas obras teatrales donde ahora se ubican las mesas de El Jardín de Orfila, el restaurante a cargo del biestrellado Mario Sandoval (chef de Coque, en Madrid). Su oferta gastronómica se enfoca en los sabores puramente madrileños y apuesta por los productos de proximidad, que contribuyen a una alimentación más saludable y responsable con el medio ambiente.
Frente a esta cocina vanguardista, el arte clásico se conserva todavía en los retratos de los últimos reyes de la dinastía de Austria y los primeros borbones, que han visto desde las paredes cómo el espacio evoluciona con los años. El más valioso es un cuadro del Fernando VII pintado por Vicente López, del que cuelgan varios cuadros en el Prado.