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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

A Xi Jinping se le acumulan los problemas en el año de su reelección

Si no fuese porque las elecciones en China no son democráticas, habría serias dudas de su continuidad por cuestiones como el brote de Covid o las relaciones con Rusia

Este año se celebra el vigésimo congreso nacional del Partido Comunista chino en medio de un mar de complicaciones, como el nuevo brote de Covid, que ha paralizado la actividad en Shanghai desde hace semanas, y que ahora se extiende a otras ciudades importantes, mientras China intenta un ejercicio de equilibrio complejo para mantener las relaciones comerciales con Rusia sin llegar a caer en un apoyo expreso que ponga a las principales economías desarrolladas en su contra.

En el plano económico, el gobierno chino intenta defender un crecimiento económico en términos de PIB del 5,5%, algo que cada vez parece menos probable dado el impacto que está teniendo la ola ómicron en un país que sigue empeñado en su política de Covid cero y que le lleva a realizar confinamientos muy estrictos al estilo de los que se realizaban en Europa durante los primeros meses de la pandemia tan pronto como detecta aumento de contagios. Primero fuimos testigos del desastre que generó esta política en Hong Kong, y más tarde en la ciudad de Shanghai, una de las principales sedes financieras del país con más de veinticinco millones de habitantes. Pero es que, además, esta ciudad posee uno de los puertos marítimos más importantes del mundo desde los cuales China exporta e importa sus bienes, lo que está provocando un nuevo quebradero logístico en el comercio internacional.

A finales de 2021, el mundo vivía pendiente del escándalo protagonizado por una de las mayores inmobiliarias en China, Evergrande, que, con una deuda total de unos 300.000 millones de dólares, en diciembre se declaraba incapaz de realizar el primer pago de su deuda en dólares entrando en default, lo que arrastraba al sector inmobiliario en su conjunto a un desplome generalizado. Desde entonces la situación ha seguido empeorando, y no podemos olvidar que estamos hablando de un sector que directamente representa el 15% del PIB de la segunda economía del mundo, pero que indirectamente alcanza un peso que ronda el 30% del PIB total. Los mercados de crédito siempre han sido como los canarios en la mina de los mercados financieros, es decir, algo que alerta de problemas cuando todavía las aguas parecen tranquilas. En este sentido, no debemos pasar por alto que, aunque el nivel de endeudamiento del Gobierno chino es mucho más bajo que el que mantienen países europeos y EE UU, otra cosa muy distinta es la deuda privada china, que ya en 2020 se estimaba que superaba el 220% del PIB.

Otro foco de problemas que empezó a impactar en los mercados hace más de un año, es el ataque por parte del regulador chino contra las multinacionales tecnológicas de su país, y que ha terminado afectando a compañías dedicadas al reparto de comida online, a la educación, al transporte, criptomonedas, comercio electrónico en línea y entretenimiento. Según el Gobierno era algo necesario para mantener la estabilidad de la seguridad nacional. Otros prefieren pensar que ciertas multinacionales comenzaban a aglutinar demasiado poder y esta era la única forma de evitar conductas monopolísticas. Algunos defienden este movimiento en pro de un reparto más equitativo del bienestar social en China.

Sea como fuere el efecto ha sido un desplome superior al 50% desde máximos históricos de la Bolsa China, lo que la lleva a cotizar por debajo de los niveles registrados durante las últimas dos grandes crisis, la financiera de 2008 y la provocada por el Covid a principios de 2020.

Recientemente, toda la atención se ha centrado en la guerra que Putin ha desatado con su invasión sobre Ucrania. Y aquí China también tiene un papel complicado, porque si bien no habla explícitamente de un apoyo a Rusia, tampoco condena lo que hace el presidente ruso. A esto hay que sumarle las buenas relaciones comerciales entre ambos países, y los rumores que propagan las fuentes de espionaje estadounidenses que mantienen que el Gobierno chino está facilitando apoyo a Putin para minimizar el impacto de las sanciones económicas y financieras que ha implementado buena parte de la comunidad internacional contra Rusia en respuesta a la invasión territorial de Ucrania.

Lo más probable es que cuando Xi Jinping emitió un comunicado conjunto con Putin ensalzando sus lazos de “amistad sin límites”, justo antes de la apertura de los juegos olímpicos de invierno en Pekín, no esperaba la situación que se vive en este momento. Si tenía conocimiento de las intenciones militares del presidente ruso seguramente esperaba una contienda similar a la que se vivió cuando Rusia consiguió anexionarse Crimea tras un enfrentamiento fugaz. Lo que seguramente ninguno de los dos esperaba era un frente unido liderado por EEUU, Reino Unido y Europa, que ha llevado la situación al límite, en una guerra que ya dura más de dos meses y cuyas implicaciones finales son aún un interrogante.

Por tanto, Xi Jinping se enfrenta a un complejo galimatías interno y externo en el momento en que tiene que sacar pecho para refrendar su candidatura para un tercer término, y si no fuese porque las elecciones en China son todo menos democráticas uno tendría serias dudas de su continuidad en el poder más allá de 2022.

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