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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una política económica que tenga en cuenta el riesgo de una recesión

CINCO DÍAS

Las severas cicatrices del Covid-19, el proceso de recuperación de las economías, las crecientes presiones inflacionistas, el desbocado rally de la energía, el déficit de suministros y, ahora, la guerra de Ucrania dibujan un oscuro panorama en términos de reactivación y crecimiento económico. Mientras los bancos centrales hacen equilibrios entre la necesidad de endurecer las políticas monetarias para controlar la inflación y el riesgo de que esa estrategia dañe la actividad económica, los inversores han comenzado a descontar ya la llegada de una posible recesión.

Los analistas manejan tres grandes indicadores que suelen asociarse a los inviernos económicos: el fuerte repunte de las materias primas, la rebaja de las previsiones de crecimiento y el alza de las rentabilidades de la deuda. La crisis de suministros y de energía, agudizada por el conflicto entre Rusia y Ucrania, ha provocado un alza de precios en las materias primas que suma casi un 50% en los últimos 12 meses, una circunstancia que se registró en otras grandes crisis del pasado, como la del petróleo de 1973 y 1980, y que ha alentado los temores de que estemos en la antesala de una nueva tormenta. A ello hay que sumar el inevitable efecto que las tensiones inflacionistas y el incierto desenlace y duración del conflicto en el Este de Europa tendrán sobre el crecimiento de la economía, que ha obligado ya a rebajar las previsiones macro por parte de gobiernos y organismos internacionales, un ejercicio que el Ejecutivo español se ha visto forzado, finalmente y con notable retraso, a realizar. El tercer factor es el aplanamiento e incluso la inversión de la curva de tipos, que se ha considerado históricamente como un factor de predicción de una pronta recesión.

Más allá de la exactitud matemática de esos patrones y de la necesidad de interpretarlos siempre con cautela, es indudable que la actual conjunción de factores adversos sobre la economía mundial apunta a una ralentización de la recuperación, cuando no a una posible recesión. Se trata de un puzle en el que coexisten piezas de muy difícil control –como el conflicto entre Moscú y Kiev– con otras variables cuyo impacto es sensible a las políticas de los bancos centrales y a las estrategias adoptadas por las economías nacionales. En un entorno inflacionario como el actual, los gobiernos deben impulsar una política de moderación de costes por parte de todos los agentes económicos, renunciar a recetas populistas y apoyar a los sectores estratégicos que sufren directamente los efectos del alza de las materias primas. La coyuntura económica e histórica exige transparencia, realismo y responsabilidad frente a un futuro teñido más que nunca de una fuerte incertidumbre.

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