La invasión de Ucrania: posibles impactos en el turismo español
La caída de visitantes rusos y la inflación afectarán al sector, pero la situación geográfica de España puede hacer que sea percibida como un destino refugio
El primer cuarto del Siglo XXI no da tregua. Trabajando aún en la recuperación de la pandemia, nos enfrentamos ahora a una injusta y cruenta guerra. La invasión de Ucrania por el presidente Putin ha desencadenado un enfrentamiento bélico no visto en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, con efectos geopolíticos y económicos todavía difíciles de predecir en toda su magnitud.
En España y en el ámbito turístico estos efectos serán, previsiblemente, de dos tipos. En primer lugar, las sanciones impuestas a Rusia resultarán en una pérdida aún más pronunciada de visitantes rusos en el corto y, posiblemente, medio plazo. Por otro lado, la guerra y sus efectos sociales y económicos afectarán al consumo de viajes en nuestros principales mercados, tanto europeos como de largo radio.
Empecemos por el impacto de la previsible paralización de los viajes desde Rusia a España. En 2019, los viajes de ciudadanos rusos supusieron unos ingresos de 1.400 millones de euros, que representaron el 1,97% de los ingresos turísticos. Cifras que se desplomaron con la pandemia hasta alcanzar apenas 113 millones en 2020, con una ligera recuperación en 2021.
Las previsiones para 2022, antes de la guerra, eran aún muy restrictivas. Los asientos programados del 27 de febrero al 31 de diciembre de Rusia a España apenas llegaban a 168.000 plazas, un 85% menos de lo programado en 2019, con la esperanza de una futura recuperación una vez se pudieran flexibilizar las restricciones a la movilidad. La guerra ha terminado por desvanecer esas esperanzas, especialmente en los destinos donde el turismo ruso tenía, antes de la pandemia y de esta guerra, un mayor impacto.
Esto nos lleva a una primera conclusión. El impacto del turismo ruso en España se concentra en Cataluña, especialmente en la Costa Daurada (en la provincia de Tarragona las pernoctaciones hoteleras de visitantes rusos representaron en 2019 el 18% del total) y, en menor medida, en la Comunidad Valenciana, Baleares, Canarias y Andalucía.
A este impacto directo e inmediato se le sumarán otros que, como apuntábamos al principio, aún son difíciles de cuantificar, pero sobre los que podemos hacer unas primeras valoraciones. La subida del precio del petróleo producirá, muy probablemente, un aumento de los precios del transporte. El precio del combustible aéreo se ha incrementado un 27,5% en el último mes y es ya un 96,2% más caro que hace un año, según fuentes de IATA. Es decir, será más caro volar, viajar en coche, en barco e incluso en tren, lo que puede penalizar los viajes de larga distancia que sufrirán mayores subidas. También afectará la revisión al alza de unas ya elevadas previsiones de inflación en nuestros principales mercados, reduciendo, por tanto, la capacidad de gasto de los consumidores. En el lado positivo, tras dos años de pandemia, la demanda acumulada y un cierto nivel de ahorro junto con la paulatina eliminación de las restricciones a la movilidad están funcionado como un estímulo positivo en el consumo de viajes.
El comportamiento anímico de los consumidores, especialmente los europeos, ante una guerra de esta magnitud es difícil de predecir y dependerá de distintos factores. Mercados como Polonia y el resto de países del este fronterizos o cercanos a Ucrania, o los países nórdicos y bálticos, pueden perder cierto apetito viajero en el corto plazo. En el largo radio, los mercados del norte de Asia, principalmente China, Corea y Japón, ya en una situación difícil por la pandemia, tendrán una recuperación aún más complicada si persisten las restricciones en los espacios aéreos de Rusia y los países europeos.
El mercado norteamericano, Estados Unidos y Canadá, muy sensible al riesgo, puede sufrir una ralentización. Sin embargo, la situación de España, en el extremo suroccidental del continente, puede tener un efecto mitigador de esta percepción de riesgo. El efecto en los países iberoamericanos será menor al igual que en los mercados del golfo pérsico, estos últimos quizá menos expuestos al alza de los precios del petróleo.
Es decir, se puede dar la circunstancia de que España sea percibida como destino refugio en los mercados europeos, que representan casi el 80% de los ingresos turísticos, descontando Rusia. Sin duda, la seguridad sigue siendo uno de los mayores atributos de la marca España y, en tiempos de incertidumbre, el viajero europeo tenderá a optar por destinos alejados del conflicto, que conoce y aprecia. Igualmente, el incremento de los precios del transporte aéreo desde Reino Unido, Francia, Benelux y Alemania hacia la España peninsular y Baleares será menor, por su menor distancia, que a otros destinos competidores en el mediterráneo oriental en la temporada de verano.
Como ya anunciaron el presidente del Gobierno y la ministra de Industria, Comercio y Turismo, desde nuestra organización estamos trabajando en un plan que ayude a mitigar el impacto directo por la pérdida de visitantes rusos en los destinos más afectados. Seguimos trabajando en la recuperación del turismo tras los peores efectos de la pandemia, reforzando nuestra actividad tanto en mercados europeos como Estados Unidos e Iberoamérica. Y lo estamos haciendo fortaleciendo nuestra coordinación entre las distintas administraciones públicas y el sector privado.
Miguel Sanz es Director general de Turespaña
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