La ofensiva rusa obliga a Europa a redefinir su mapa energético
El recrudecimiento de la ofensiva rusa sobre Ucrania está dejando una dolorosa factura en vidas humanas y en daños materiales, además de redefinir los contornos de un horizonte geopolítico que puede mudar las relaciones entre Moscú y Occidente de forma sustancial. La contundente respuesta económica a la invasión y la posibilidad de que Rusia opte por responder a las sanciones paralizando sus exportaciones de gas constituyen una seria amenaza para Europa, que afronta el riesgo de un shock energético que dispare los precios, sacuda gravemente las economías de los países miembros y seque el ritmo de la recuperación. Moscú suministra el 40% del gas natural que consume la UE, cuyo precio y, por ende, el de la electricidad continua creciendo alimentado por las desatadas tensiones del conflicto.
La decisión de Bruselas de estudiar la posibilidad de excluir de los mercados mayoristas de la electricidad la generación con gas natural a través de las centrales de ciclo combinado constituye una muestra de preocupación frente a un escenario de desabastecimiento y crecimiento exponencial del precio de la energía. Las opciones que se le presentan a Europa para suplir un hipotético corte de suministro de gas ruso pasan por renegociar el abastecimiento con otros productores de gas natural, como Argelia, o de gas natural licuado, como EEUU, así como aumentar el uso de viejos combustibles alternativos, como el carbón, y repensar el calendario de cierre de las centrales nucleares. Los expertos manejan incluso la hipótesis de un recorte obligado de la demanda industrial, puesto que a día de hoy las energías verdes no cubren las necesidades energéticas del continente, y el proceso de descarbonización de la economía está todavía lejos de concluir, además de su elevado coste.
Como recordaba ayer la ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, España está en una posición relativamente protegida frente un posible corte del gas ruso, no solo por la cercanía con Argelia, principal proveedor y con el que el Gobierno ha realizado ya los primeros contactos para aumentar el suministro, sino también por contar con un abanico más amplio de suministradores que otros países europeos. Aunque Ribera ha insistido en que las existencias para este invierno están garantizadas en España y ha anunciado también la adopción de medidas complementarias respecto a las de Bruselas para proteger al consumidor español, el efecto inflacionista de un recorte abrupto del suministro de gas puede condenar a la UE a una crisis económica más larga de lo previsto y hace obligado diseñar un nuevo mapa energético para Europa.