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La Lupa
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Increíble: la presión ecologista salva a las centrales nucleares

Francia construirá nuevos reactores y UK subvenciona las minicentrales de Rolls Royce. Mientras, Alemania cierra todas en 2022 y España en 2035

El triunfo del movimiento ecologista comenzó a finales del siglo pasado con la entrada de los verdes en el gobierno de Alemania (1998-2005). Después, la semántica hizo un monumento a la realidad y los ministerios de Industria y Energía pasaron a ser carteras de segunda en comparación con Medio Ambiente o Transición Ecológica. La Industria representaba a los productores fósiles, mientras los otros gestionaban a los promotores de energías limpias, generadas por las fuerzas de la naturaleza en estado puro: agua, sol y viento.

Sin embargo, cuando la energía nuclear estaba a punto de ser apuntillada por dos grandes accidentes (Chernóbil y Fukushima), fue rescatada de la arena por la lucha contra el cambio climático. Las viejas sospechas de que la forma de vida dominante en la Tierra se podía llevar por delante a la especie humana se han convertido en certezas. La producción de energía y la movilidad emiten una cantidad enorme de gases tóxicos imposibles de digerir por la naturaleza, lo que debilita la capa de ozono y permite que el Sol se cuele hasta hacer hervir el planeta. Ahora el riesgo no es que estalle un reactor, sino que el calentamiento global convierta a los humanos en dinosaurios.

Para desconsuelo de los antinucleares, resulta que esta energía ahora se presenta como el gran aliado para abandonar los combustibles fósiles, el carbón y el petróleo. No emite gases tóxicos ni contaminantes, salvo accidente, claro. Además, es un complemento ideal a la producción con energías renovables, dependiente de la climatología, de si llueve, hace sol o hay viento.

Con este panorama, y coincidiendo con la celebración de la COP26 de Glasgow, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha anunciado esta semana que se propone construir nuevas nucleares. Para acallar a los ecologistas se ha acogido al argumento de que es una energía que no contamina, lo que le permitirá cumplir con los compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Y, para contentar a los votantes, dijo que abrir más reactores nucleares permitirá a Francia no depender energéticamente de terceros países (Rusia y el gas) y disponer de electricidad a precios razonables.

Al tiempo, el Gobierno de Reino Unido ha decidido apoyar con una subvención de 245 millones de euros las inversiones de Rolls-Royce en el desarrollo de minirreactores nucleares capaces de generar 470 megavatios, el equivalente al consumo de un millón de hogares. La fabricación, construcción y ensamblaje de estas minicentrales es mucho más sencilla que las grandes infraestructuras, que también producen tres veces más.

Mientras, el resto de países europeos parece que mantiene el apagón nuclear, especialmente Alemania, país que se volvió antinuclear a raíz de los grandes accidentes de Chernóbil (antigua URSS) y Fukushima (Japón)

El 26 de abril de 1986 se produjo el accidente de Chernóbil, que pertenece a Ucrania, entonces una de las repúblicas que integraban la URSS. El oscurantismo del gobierno y su dudosa reputación en materia de seguridad y protección de sus propios ciudadanos hizo fácil culpar al régimen comunista. Sin embargo, 25 años después, el 11 de marzo de 2011, un tsunami en el Pacífico provocaba el accidente de Fukushima. Esta vez, no había excusas políticas, la catástrofe era en un país con alta tecnología y las mejores prácticas en seguridad.

Chernóbil hizo crecer el movimiento antinuclear en Alemania y cuando la coalición socialdemócrata y verde llega al Gobierno decide abandonar la energía nuclear. Pero en 2006 gana las elecciones la licenciada en físicas Ángela Merkel y de inmediato hizo un alegato pro-nuclear. Sin embargo, cinco años después, a los tres días del accidente de Fukushima, dio un giro radical y decidió poner punto final a esta actividad. Aquel año desconectó ocho de las 17 centrales nucleares que tenían y el año que viene paran las seis que les quedan.

En Italia no se les ocurrió otra cosa que convocar un referéndum sobre esta energía justo un año después de Chernóbil. Ese mismo año el Gobierno tuvo que aprobar el fin de sus cuatro centrales nucleares, la última cerró en 1990. No contentos con el resultado, tres meses después de Fukushima, Silvio Berlusconi volvió a preguntar a sus ciudadanos y el 95% dijo nucleares no. No es de extrañar que Italia tenga un fuerte debate con esta energía, dado que importa electricidad producida en centrales nucleares de Francia y de Eslovenia, en proyectos en los que participa la empresa pública italiana de energía Enel, que en España es propietaria de Endesa.

En España, donde la energía nuclear suministra el 23% de la electricidad, el Gobierno parece dispuesto a seguir con los planes que ya cerró con el sector, que pasan por cerrar entre 2027 y 2035 las siete centrales nucleares (Almaraz I y II, Ascó I y II, Cofrentes, Trillo y Vandellós II). Otros países como Portugal o Grecia abandonaron hace cincuenta años sus planes nucleares.

Detrás de la decisión de Francia y Reino Unido está la gran disputa que tienen con Alemania por la primacía industrial en Europa. Es probable que el único sector en el que Francia está más desarrollado que Alemania es en la industria nuclear, y tiene mucho que ver con las apuestas políticas de las últimas décadas.

Francia cuenta con 58 reactores nucleares que producen el 70% de la energía que consumen, ha sido y es el país europeo más pro-nuclear. Tiene una potente industria que construye estas instalaciones en todo el mundo. Areva, la gran marca francesa de la industria nuclear, fue absorbida por Électricité de France (EDF) en 2016, cuando estaba en quiebra. Hoy EDF, con el 83% del capital en manos del Estado francés, está entre las tres grandes eléctricas del mundo en cualquier concepto.

La batalla alrededor de la energía va a continuar y Europa parece no tener una política común. Los intereses económicos y estratégicos alrededor de las diferentes fuentes de energía son enormes. Alemania parece haber apostado por el hidrógeno, donde Siemens es puntera, además de las renovables, y Francia se acaba de decantar por lo nuclear. ¿Y en España? NS/NC.

Aurelio Medel es doctor en Ciencias de la Información. Profesor de la Universidad Complutense.

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