La crisis del textil constituye un signo de desconfianza en la recuperación
Ni siquiera el levantamiento de las restricciones a la movilidad y la llegada de la temporada estival han podido neutralizar esta crisis histórica
El comercio minorista ha sido uno de los sectores más duramente golpeados por la crisis del Covid-19, especialmente en todo lo que se refiere al área del textil, donde los confinamientos y las limitaciones de la vida social han hecho caer de forma exponencial las compras de vestuario y otros bienes personales. Pese al leve repunte experimentado en junio, que se explica por los descuentos y promociones estivales, las ventas están a día de hoy todavía un 35% por debajo de los niveles precrisis y hay un 25% de comercios del sector que no han sobrevivido al azote de la pandemia. Aun con ese altísimo porcentaje de quiebras, el textil solo ha perdido un 13% del empleo, lo que se debe a que todavía hay 30.000 trabajadores al amparo de los ERTE de fuerza mayor, que no podrán recuperar su empleo cuando desaparezcan las suspensiones de empleo y que están, por tanto, abocados al despido. Además de la problemática que implica afrontar el coste de esos despidos, el sector tiene dificultades para la adquisición de productos y existencias por la falta de financiación bancaria y la ausencia de instrumentos que sirvan de garantía a las operaciones.
Ni siquiera el levantamiento de las restricciones a la movilidad y la llegada de la temporada estival han podido neutralizar esta crisis histórica, que amenaza con transformar radicalmente la radiografía del sector y hacer desaparecer una multitud de pequeños comercios, la mayoría de los cuales no están digitalizados, bien por falta de estructura tecnológica o bien por la propia naturaleza de su negocio, y no han podido migrar su clientela al comercio online, como ha ocurrido con las grandes cadenas de distribución. Así las cosas, las empresas reclaman al Gobierno medidas de apoyo ajustadas a sus necesidades, como la posibilidad de que el Fogasa respalde la masiva ola de despidos que llegará tras la extinción de los ERTE o de que la aseguradora de crédito estatal Cesce pueda utilizarse para cubrir las operaciones comerciales.
La situación que vive el sector textil constituye un termómetro sobre el nivel de confianza del consumo en España y sobre los crecientes temores a un horizonte plagado de incertidumbres, la primera de las cuales pasa por la evolución de la crisis sanitaria. La disminución de la presencia de pequeños negocios en la geografía comercial de las ciudades españolas no solo denota un problema económico, sino también un signo de decadencia y de empobrecimiento cultural, como también evidencia la pérdida de una señal de identidad fundamental para atraer al mercado turístico.