El acuerdo de Medline refrena al club de las adquisiciones
Blackstone, Carlyle y Hellman & Friedman han hecho piña para comprar una participación mayoritaria en la compañía en una operación de perfil conservador
Vuelven las operaciones de capital riesgo, pero esta vez sin el tufillo de arrogancia adolescente al que nos tenían acostumbrados. Blackstone, Carlyle y Hellman & Friedman han hecho piña para comprar una participación mayoritaria en Medline Industries, que suministra batas, guantes y medicamentos a proveedores de cuidados sanitarios. Valoran la empresa familiar en 34.000 millones de dólares, una cuantiosa cifra que recuerda a tiempos pasados. Pero esta vez hay menos apalancamiento, menos ingeniería financiera y menos espacio para las fricciones.
Comparada con operaciones de un pasado dorado, como cuando KKR pagó 45.000 millones de dólares por la compañía eléctrica TXU en 2007, esta operación tiene un aire más conservador. Aproximadamente la mitad se pagará con deuda, lo que equivale a unas 7 veces el Ebidta de Medline. Esto supera el tope protector de 6 veces que impuso la Reserva Federal tras la crisis financiera global, pero se queda por debajo de los múltiplos de dobles dígitos que se veían antes.
Hay otra diferencia importante. Al contrario que en la compra por Blackstone de Equity Office Properties en 2007, una operación de 37.000 millones de dólares en la que el fundador Sam Zell vendió todas sus acciones, el clan Mills de Medline se quedará más o menos con la cuarta parte de la empresa. Un acuerdo de poder compartido significa que las tres empresas de capital riesgo y la familia tendrán el mismo peso independientemente de su porcentaje de participación, pero, teniendo en cuenta que los mandamases como el consejero delegado Charles Mills conocen el negocio desde dentro, es probable que los fundadores sigan teniendo mucho peso.
Cuando eran más jóvenes, los compradores como Blackstone buscaban asegurarse el control total, alardeando de una receta secreta para generar una rentabilidad que no alcanzaban los dueños anteriores. Este acuerdo, mucho menos ambicioso y mucho más colaborativo, apunta a que el furor de la adolescencia ha dado paso a la visión más mesurada de la mediana edad.