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La Lupa
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Presidente, olvida el 2050 y siéntate ya con Casado

Sánchez se empeña en un relato personal de España a largo plazo, cuando lo relevante es una narrativa común para ayer

El Museo Nacional Reina Sofía ofrecía ayer una magnífica metáfora del momento político que vivimos. En un contenedor de arte moderno y con nombre de monarquía venida a menos, Pedro Sánchez presentaba el informe España 2050: Fundamentos y propuestas para una estrategia nacional a largo plazo. A pocos metros se exhibía la exposición Trilogía marroquí 1950-2000. Se trata de miradas hacia el pasado de Marruecos y al futuro de España, que se cruzan hoy en Ceuta, pero que no dialogan.

Las miradas a largo plazo son necesarias, imprescindibles, pero la construcción de un país como el que quiso transmitir ayer el presidente del Gobierno requier e consenso. Esta es la palabra clave, puesto que si se quiere dibujar un camino común para este país, es necesario el concurso de la mayoría en el diseño de ese recorrido deseado por todos, no un trágala. Sin embargo, esto no es lo que se ve hoy.

Es seguro que el documento presentado ayer está hecho con la mayor profesionalidad y la mejor de las intenciones, que es un magnífico documento sobre el que trabajar, una especie de plan estratégico para el largo plazo. Sin embargo, el Gobierno se equivoca en el procedimiento. Este informe tendría que haber contado con la participación y complicidad del mayor número de fuerzas políticas y haberse presentado en el Congreso de los Diputados.

Cuando no se hace así, es fácil pensar que se trata de un evento más de marketing político, un intento de sacarnos del marco mental que nos ofrece la cruda realidad de hoy. El acto de ayer tenía toda la tramoya de un lanzamiento comercial y poco de proyecto común de país.

De hecho, había muchos miembros del Gobierno y del partido que lo sustenta, mucha clac empresarial “regulada/supervisada” y nadie de la oposición. Es más, el líder de la oposición reaccionó con un rechazo tan exagerado como extemporáneo, que solo responde a la dinámica de confrontación. Nadie en el PP tuvo tiempo de mirar más allá del índice del documento.

El presente nos arroja un Parlamento tremendamente atomizado, que es el reflejo de las distintas ideologías y regiones que construyen este país. Pero para que esa diversidad sea riqueza tiene que comunicar entre sí, tiene que dialogar para trabajar en un futuro común, para compartir esa España soñada.

Es muy ineficiente que los proyectos que construye un Gobierno los tire el siguiente, si cambia de color. Así, ni creces, ni te desarrollas. El mejor ejemplo lo encontramos en todos los avances en derechos sociales, que fueron aprobados por gobiernos socialistas y mantenidos por los populares. El caso desastroso, las sucesivas reformas de la legislación en materias como la educación o el mercado de trabajo. Se construyen y destruyen sin que sea posible el acuerdo entre los dos grandes partidos. Educación y trabajo, precisamente dos de las materias clave que señala el Informe 2025.

Pedro Sánchez dijo ayer que con este documento el Gobierno quiere lanzar una gran conversación sobre la construcción del futuro de España. Sin embargo, todo apunta a que han equivocado el orden, y prefieren un monólogo. Perdón, primero la conversación; después el informe. Así sucedió con los Pactos de La Moncloa, que hasta ahora han constituido el mejor ejemplo de un plan estratégico de país.

¿De qué sirve construir un magnífico informe sobre el futuro de España para dentro de treinta años si no se va a ejecutar? Si no cuenta con el concurso de los otros partidos, que gobiernan regiones, ayuntamientos y, tarde o temprano, van a coger el testigo de La Moncloa todo esto será un ejercicio académico estéril.

La otra exposición del Reina Sofía nos recuerda que esta misma semana ante el desafío lanzado por Marruecos, con un gobierno capaz de empujar a sus niños a mar abierto para presionar al vecino, Pedro Sánchez y Pablo Casado no han sido capaces ni de guardar las formas en el Parlamento.

El presidente del Gobierno actuó rápido y bien ante la amenaza marroquí. Ya era hora. Incluso se plantó en Ceuta en horas, lo que sin duda es la mejor manera de demostrar que es una prioridad. Sin embargo, su comportamiento el miércoles en la sesión de control parlamentario, al igual que el de Casado y el inenarrable García Egea, dan vergüenza ajena. Sólo el Rey de Marruecos y su gobierno están felices con el espectáculo retransmitido por Gobierno y oposición de España. ¡No lo entendéis!

Las encuestas del CIS lo vienen diciendo de manera sistemática. Los españoles perciben a sus políticos como un problema y eso no puede ser, porque es gratuito. En el último Barómetro del CIS, publicado el 17 de mayo, los españoles dicen que sus tres principales preocupaciones son: la crisis económica, la salud y el paro. Los tres tienen en la pandemia el hilo conductor. Pero es que el cuarto problema es “el mal comportamiento de los políticos”; el quinto, “los problemas políticos en general”, y, el séptimo, “la falta de acuerdo, unidad y capacidad de colaboración. Situación e inestabilidad política”. En resumen, el 54,5% de los españoles piensa que los políticos son el problema, no la solución.

Este panorama pone de manifiesto lo urgente que es que los partidos políticos, especialmente el Gobierno, que es el que puede ser más generoso, trabajen por construir un territorio de diálogo del que salga una idea común de España que sume a los españoles y a la que dedicar los 140.000 millones que van a llegar de Europa. Esta ingente cantidad de dinero hay que gastarla en tres años, pese a que el Gobierno no tiene manos suficientes y se empeña en acaparar. Pedro Sánchez, se generoso, comparte el presente, que 2050 puede esperar.

 Aurelio Medel es Doctor en Ciencias de la Información. Profesor de la Universidad Complutense

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