Invertir, reformar y reconducir las finanzas públicas, y todo con consenso
Cualquiera de las tres palancas activada en solitario puede suponer un esfuerzo estéril, mientras que combinadamente pueden devolver la pujanza a la economía
El informe anual del Banco de España sobre 2020 hace un detallado relato de lo que ha sido la crisis, y las apreciaciones y sugerencias que en su presentación hace el gobernador Hernández de Cos constituyen por sí solas una exigente guía de soluciones para superarla y tener mejor protección ante ulteriores embestidas recesivas. Es conocido y compartido el diagnóstico de lo que ha ocurrido en los 12 meses del año natural 2020 y de los transcurridos de 2021, en los que se vislumbra ya una recuperación abultada. Pero hay que poner atención en cuál era la situación previa a la pandemia para ejecutar las decisiones correctas una vez superada del todo. Cuando llegó el condenado virus a nuestra vidas, la economía española arrastraba ya problemas estructurales muy serios, lo que obliga, tras suturar las heridas coyunturales de 2020 por la sorprendentemente rápida y mancomunada ayuda europea, a retomar las reformas y las inversiones que recompongan un crecimiento potencial sostenido, para lo que es inevitable la audacia, el sacrificio y el poco acostumbrado consenso para que los cambios perduren.
Tras los esfuerzos europeos, que no deben ceder antes de tiempo ni en materia monetaria ni fiscal, España, que cuenta ya con un sector bancario con suficientes colchones de seguridad y que se reforzará con reservas adicionales para contrarrestar riesgos de concentración sectorial excesiva de crédito, debe dar solución rápida a las empresas viables atascadas al borde de la insolvencia por la caída de la demanda para salvar la mayor parte del tejido productivo. Y tiene que poner el esfuerzo en la recualificación del personal que corre el riesgo de ser expulsado del mercado laboral.
Y a continuación, como recuerda el Banco de España, los responsables económicos se deben aplicar, y hacerlo todo a la vez, una agenda ambiciosa de reformas, un plan de inversión pública con la financiación europea que dé profundidad y longevidad al crecimiento, y un plan presupuestario de medio plazo que recomponga los márgenes fiscales, reconstruya la confianza de los mercados en España y evite la vulnerabilidad que, ante una subida de tipos, tiene el elevado nivel de déficit estructural y de deuda pública.
Cualquiera de las tres palancas activada en solitario puede suponer un esfuerzo estéril, mientras que combinadamente pueden devolver a la economía la pujanza y la solvencia exigibles a la cuarta economía europea para que absorba los diferenciales de riqueza y empleo que mantiene con sus competidores. Exige esfuerzos para mejorar la educación, flexibilizar el mercado laboral y minimizar su dualidad, una revisión impositiva integral y escanear en serio la eficiencia de cada partida de gasto público. Y lo más difícil: todo con consenso