A la busca de la dimensión razonable en el negocio bancario
En el ajuste de CaixaBank no hay sorpresa, y participa de alguna forma el Ejecutivo, que a través del FROB es el segundo accionista
La primera entidad financiera del país, la flamantemente creada CaixaBank, fruto de la absorción por parte de la entidad catalana de un pesado mastodonte como Bankia, dio ayer detalle del ajuste de plantilla y red que piensa llevar a cabo para poner a la entidad en la dimensión que considera razonable para ser competitiva en un mercado abierto, global e intensamente penetrado por la tecnología como es el bancario. El nuevo banco, con una plantilla de más de 50.000 efectivos, quiere deshacerse de 8.291 empleados, el 18,67% de cuantos tiene en su nómina, y cerrar nada menos que 1.534 oficinas, el 27% de su red, algo más de una de cada cuatro. Y el ajuste, tanto de personal como de red, se centrará en Madrid, ya que es en tal territorio donde se concentran las mayores redundancias, pues la presencia de Bankia en la capital del Estado es muy fuerte. Nada menos que 1.511 salidas de trabajadores se producirán en Madrid.
Se trata del mayor proceso de ajuste en banca conocido en el país, coherente con la dimensión de la concentración de CaixaBank y Bankia, y nada diferente al proceso de jibarización de efectivos humanos y metros cuadrados de exposición en el que está inmerso todo el sector desde hace varios años. Desde la crisis de 2008 se han cerrado la mitad de las oficinas de banca y se han ajustado notablemente las plantillas; pero el proceso no ha terminado, y no terminará cuando culmine este ajuste anunciado ayer o el que el BBVA comunicará el próximo jueves, y que podría superar también las 4.000 salidas.
En el caso de CaixaBank no hay sorpresa, porque nunca se hurtó a la opinión pública la necesidad de tal ajuste, en el que por otra parte participa de alguna forma el Ejecutivo, que a través del FROB es el segundo accionista de la nueva entidad. Pocos sectores de actividad están tan presionados como la banca por los acontecimientos de los últimos años, y tienen pocas alternativas reales al ajuste de sus medios.
La persistencia de los tipos tan bajos con la consiguiente presión sobre los márgenes; las crecientes exigencias de capital regulatorio tras la responsabilización, justificada o no, de la banca como agente activo de la última crisis, con la intensa pérdida de reputación entre la clientela; la generalización del uso de internet que convierte a la red física casi en una antigualla, por mucha confianza que genere el trato personal directo, y que consolida un modelo de relación con la clientela cuasi remoto; o la aparición de una dura competencia por parte de las fintech y de la actividad crediticia de las big tech, son elementos que fuerzan a las empresas financieras a mantener una espiral de ajuste laboral cuasi continuo, generalmente no traumático, y que todo indica que está lejos de considerarse concluido.