Buenas y no tan buenas oportunidades en las salidas a Bolsa
Los particulares deben asesorarse bien para discernir los buenos proyectos de los no tan buenos, utilizando a los asesores o analizando las apuestas de los institucionales.
La llegada de nuevas compañías a las Bolsas es una inequívoca señal de la agitación inversora que suele acompañar a todo ciclo de fuerte crecimiento económico. Y tras un 2020 funesto en todos los sentidos en el que en España solo se registró una salida al parqué y ciertamente de tamaño menor, este ejercicio, y este primer semestre en concreto, tendrá una actividad muy intensa en este tipo de operaciones. Seguramente hay una especie de embalsamiento de proyectos empresariales que no han podido desarrollarse el año pasado y ahora ven la luz de la mano de una recuperación económica que llegará en la segunda parte del año si el plan de vacunación en Europa y en España respeta las estimaciones de las autoridades políticas. En el caso de España hay abundancia de proyectos concentrados en la generación energética, una tendencia de inversión en la que España camina delante del resto, entre otras cosas, por su ubicación geográfica. Pero hay también salidas de sectores financieros, como la de Allfunds, el grupo de venta de fondos, y la de Línea Directa, de Bankinter.
En todo caso, no todos los proyectos ofrecen las mismas posibilidades de proporcionar retornos a los accionistas que quieran apostar por ellos. Hay buenas oportunidades, y otras en las que tal valoración es más dudosa. El mercado primario de la Bolsa está diseñado para que proyectos empresariales que precisan de financiación para crecer puedan acceder a ella; pero muchas veces se convierte solo en una fórmula de desprenderse de parte de empresas que tienen ya el recorrido productivo muy exprimido y dejan poco margen para la mejora de los nuevos accionistas. Por ello, los particulares deben asesorarse bien para discernir los buenos proyectos de los no tan buenos, utilizando a los asesores o mirando en detalle las apuestas de los inversores institucionales.
Como se trata muchas veces de empresas de muy reciente creación, no se dispone de un currículo lo suficientemente largo como para analizar su trayectoria. Además, en el caso de las empresas energéticas renovables, salvo muy contadas excepciones de corporaciones que ya tienen un balance reconocible y un volumen de negocio contrastado, las de nueva creación tienen proyectos, pero muy pocas instalaciones en producción; de ahí que las valoraciones sean complicadas, y en casi todos los casos las manejadas para la salida a Bolsa son muy inferiores a las que sus gestores auguraban unos meses antes. Es evidente que se trata de un sector de futuro, porque las economías se han comprometido a emisiones cero en unos cuantos años. Pero no todas las empresas energéticas de nueva creación serán un éxito, aunque sí se puede asegurar que otras, filiales de grandes empresas, tienen razones poderosas para serlo.