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Calviño tiene manos libres para conducir la economía por la vía del rigor

Las excusas a veces utilizadas de un Gobierno de coalición y de debate interno para no tomar determinadas decisiones o para aplazarlas han desaparecido

CINCO DÍAS

Que nadie crea que la salida del vicepresidente Iglesias del Gobierno supone que dejará en suspenso su cuota de poder en el Ejecutivo, porque no está en su naturaleza dejar a los demás espacios de influencia que considera propios y que le vienen otorgados por la cuota de soberanía obtenida en las urnas. Pero que nadie crea tampoco, y menos él, que estar en el Gobierno es como estar fuera de él. Aunque las circunstancias impuestas por la crisis sanitaria, económica y social han condicionado la labor del Gobierno en cada uno de esos frentes, sería ingenuo tratar de limitar hasta la irrelevancia la labor del vicepresidente Iglesias, especialmente interesado desde el principio en generar un escudo social de protección laboral y en apropiarse de la autoría del mismo. Y aunque el balance agregado de su gestión es bastante pobre, más allá de un activismo social y político radical, habremos de reconocerle la obstaculización de determinadas iniciativas de la parte socialista del Gobierno, así como la agitación de un buen número de proyectos legislativos de carácter social con intenso sesgo ideológico defendidos desde el privilegio jerárquico que proporciona la vicepresidencia segunda, aunque sigan aún en el cuarto del debate.

A partir de ahora podrá mover hilos con sus propuestas normativas, pero su labor obstaculizadora ha desaparecido, y Nadia Calviño, que sube un notable peldaño en la jerarquía del Ejecutivo, tendrá las manos más libres para conducir toda la economía, desde el diseño de las líneas maestras de su política, hasta los instrumentos para ejecutarla, sean presupuestarios, laborales, energéticos o industriales. Las excusas a veces utilizadas de un Gobierno de coalición y de debate interno para no tomar determinadas decisiones o para aplazarlas, han desaparecido, y las reservas que el factor Iglesias podía generar en los agentes económicos y financieros, también. Por ello, a partir de ahora demandarán una política económica más rigurosa, aunque las circunstancias sanitarias y sociales sigan imponiendo determinadas decisiones.

Desde dentro es exigible que se ponga el foco en el crecimiento y la generación de empleo para absorber cuanto antes el diferencial negativo generado por la pandemia, asuntos en los cuáles España lleva especial retraso frente al entorno por la naturaleza de su actividad económica y por el preocupante ritmo lento de la inmunización. Y ello supone poner manos a la obra de determinadas reformas y respeto a otras hechas en el pasado y con buenos desempeños. Y desde fuera pronto empezarán a ser exigibles, además del crecimiento, planes creíbles de control presupuestario para caminar con nuestras propias fuerzas cuando Europa afloje la subvención y el BCE, las compras compasivas de bonos.

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