Ferrovial entra en el club de las 225 empresas que desarrollan el vehículo aéreo urbano
La española se ve con posibilidades en la construcción y gestión de vertipuertos y en el control aéreo en entornos urbanos
La operadora del aeropuerto londinense de Heathrow o de distintas autopistas de peaje dinámico en Norteamérica, Ferrovial, está ampliando su visión desde las tradicionales infraestructuras hacia la idea de una nueva movilidad que aún suena a ciencia ficción. De ella se pueden colgar calificativos como conectada, ágil, autónoma o eficiente; mucho más basada en la tecnología que en el hormigón.
La española está convencida de que el vehículo aéreo y los vertipuertos pueden convertirse en una solución para ganar espacio aeroportuario en grandes urbes y ofrecer un transporte de altas prestaciones y respetuoso con el medio ambiente. El negocio promete si se resuelven incógnitas como la seguridad y el coste.
El negocio de la movilidad aéra urbana promete si se resuelven incógnitas como la seguridad y el coste
Así lo expresa en un informe al hilo de la alianza anunciada la semana pasada con la startup Lilium, desarrolladora de un concepto de jet de despegue y aterrizaje vertical. La Tesla del aire, la llaman. Ambas proyectan la construcción y operación de una decena de vertipuertos en Florida (EE UU), el equivalente al tradicional helipuerto pero con instalaciones para la recarga de baterías eléctricas.
Ferrovial ha entrado en este ecosistema de innovación a través de Ferrovial Aeropuertos. Y las expectativas de negocio se presentan tanto en la construcción y gestión de los aeródromos urbanos como en el control aéreo, donde opera a través de la filial Ferronats.
Algo debe apreciarse en el horizonte de la movilidad aérea urbana (UAM por sus siglas en inglés) cuando gigantes como Boeing, Airbus, AT&T, Uber, Toyota o Hyundai están dando pasos para concebir el coche con alas. Tampoco es menor el desafío regulatorio, donde la autoridad estadonidense de aviación civil FAA, la agencia europea de seguridad aéra EASA, la OACI o la NASA estudian cómo afectarían estos vehículos al espacio aéreo, según explica Ferrovial en el informe elaborado desde su plataforma abierta de innovación Foresight.
Ese foro ha identificado 225 empresas desarrollando el concepto de la movilidad aérea urbana, así como los primeros prototipos. Algunas de ellas son startup con un papel determinante en el diseño de un futuro que podría ser mucho más previsible en torno a 2030. Entre ellas, la propia Lilium, Volocopter, Joby Aviation, Terrafugia y Ehang UAV.
Boeing, Airbus, Uber, AT&T, Toyota, Hyundai, la FAA, EASA, OACI o la NASA están interesadas en el vehículo volador y su entorno regulatorio
En esta comunidad, en la que Ferrovial toma posiciones, se espera aún a grandes entidades financieras que soporten parte del desarrollo.
“Numerosos actores de diferentes industrias están haciendo esfuerzos considerables para convertir este mercado, con un potencial de miles de millones, en una realidad”, describe Ferrovial.
El interés por almacenar energía en baterías; por la comunicación entre vehículos aéreos basada en el sistema ADS-B (Vigilancia Dependiente Automática-Difusión); la tecnología LIDAR (mide la distancia entre objetos en movimiento utilizando el láser), o los avances en la propulsión eléctrica distribuida (DIP), hacen que el mundo de la innovación vea factible el tráfico de vehículos por el aire, tanto autónomos como tripulados, para el transporte de viajeros y de mercancías.
Otras palancas para volar en el futuro, como quien hoy viaja en coche, es la lucha contra el cambio climático, los movimientos de población hacia las ciudades y la demanda de una movilidad cada vez más rápida.
Grandes desafíos previos a alzar el vuelo
Desarrollo multisectorial. Reguladores, operadores de control y seguridad aérea, tecnológicas, empresas de la automoción y aeronáutica, ingenierías, energéticas, constructoras, aseguradoras, bancos, fondos de inversión, etcétera, deben formar aún un ecosistema para dar robustez a la movilidad aérea urbana.
Barreras. La autonomía de las baterías eléctricas, que condiciona las distancias y el peso transportado, así como la velocidad de recarga de las mismas, se aprecian como la principal barrera tecnológica. Tambien lo son la regulación ambiental, por el impacto visual y sonoro, y en materia de seguridad. El precio es otra incógnita, así como la aceptación social a volar incluso en vehículos autónomos.