El gran motor de la recuperación serán las reformas, no el escudo de los ERTE
La naturaleza coyuntural de esta herramienta obligará a que antes o después buena parte de ellos acaben transformándose en ERE
La destrucción de empleo que ha provocado la pandemia de Covid-19, especialmente durante lo que se ha bautizado como el Gran Confinamiento, quedará registrada en las series estadísticas como un desastre de intensidad y velocidad inéditas. Esta hibernación forzada de la economía provocó el hundimiento de sectores enteros, especialmente en el ámbito de los servicios, y se llevó por delante casi un millón de empleos entre el 12 de marzo y el 30 de abril. Según los datos de la Seguridad Social, durante el mes y medio largo que duró el confinamiento desaparecieron en España casi un millón de empleos.
Pese al drama que suponen esas cifras, de magnitud histórica, la destrucción de puestos de trabajo que podría haber desencadenado la lucha contra el Covid-19 hubiese sido mucho mayor de no haber entrado en escena los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) de fuerza mayor, una herramienta que ya existía en el ordenamiento jurídico español, pero cuyo uso el Gobierno flexibilizó como escudo de superviviencia para las empresas. Generalizar las suspensiones de empleo a lo largo de 2020 ha permitido proteger los puestos de trabajo de 3,5 millones de asalariados y reducir el impacto de la crisis sobre el mercado laboral, de forma que por cada punto restado en el PIB, el empleo solo se ha reducido en 0,2.
Pese al alivio que los ERTE han supuesto para una economía colapsada y con sectores de actividad en caída libre, la naturaleza coyuntural de esta herramienta obligará a que antes o después buena parte de los ERTE acaben transformándose en ERE. El Gobierno y los agentes sociales ya han firmado dos acuerdos de prórroga de las condiciones ventajosas que los expedientes temporales contemplan, y ahora negocian un tercero que se aplicará a partir del 31 de enero. Sin embargo, se trata de una herramienta excepcional que no puede prolongarse de forma indefinida.
Las inciertas previsiones económicas, los interrogantes que siguen suscitando las vacunas, la aparición de una nueva cepa del virus en Reino Unido y sobre todo la condición de España como país especialmente castigado por la pandemia hacen urgente que el Gobierno ponga manos a la obra y diseñe con eficacia y claridad una hoja de ruta de reformas económicas que convenza a los mercados y a Bruselas de la solvencia de la economía española en esta crisis. Esa batería de cambios pendientes incluye abordar viejas asignaturas pendientes, como la de la Administración Pública o la del sistema de pensiones, pero también impulsar proyectos de digitalización y descarbonización de la economía, dos de los grandes ejes sobre los que se articulan los fondos de recuperación de la Unión Europea.