La aprobación de la fusión Google-Fitbit sienta un peligroso precedente
Los compromisos arrancados por Vestager son mucho más difíciles de aplicar que las prohibiciones directas
Margrethe Vestager está enviando mensajes contradictorios a los grandes grupos tecnológicos de Estados Unidos. Días después de haber prometido tomar medidas enérgicas contra compañías como Facebook y Amazon a través de un nuevo e importante esfuerzo legislativo, la zarina antimonopolio de la Comisión Europea aprobó el jueves con condiciones la compra por 2.100 millones de dólares de Fitbit por parte de Google (Alphabet). Ello establece un precedente arriesgado para futuras fusiones y adquisiciones de tecnológicas.
A primera vista, Vestager parece haber sacado algunas concesiones sustanciosas de Google, que acordó comprar el fabricante de monitores de fitness para la muñeca en noviembre de 2019. Se ha comprometido a mantener los datos de los usuarios de Fitbit, con sede en California, en un “silo” separado, para que no se utilicen para aumentar el negocio de publicidad digital del gigante de las búsquedas.
Google también se asegurará de que su sistema operativo para teléfonos inteligentes Android siga siendo compatible con los rastreadores de salud vendidos por fabricantes rivales, como Samsung Electronics. Los teléfonos inteligentes y los dispositivos de fitness suelen funcionar en tándem.
Vestager considera que estos compromisos impedirán que Google domine el naciente mercado de la salud digital a través de su actual tesoro de datos y su control del software para smartphones. Las condiciones se aplicarán durante 10 años, con la posibilidad de una prórroga equivalente, y las supervisará un fideicomisario independiente.
Sin embargo, puede haber algunas grietas. El silo de datos de Fitbit significa que el negocio publicitario de Google no puede acceder directamente a la información de salud de los usuarios. Pero no está claro si eso también le impide sacar lecciones anónimas y estadísticas y usarlas para mejorar la calidad de su publicidad.
Y aunque la compañía tiene que ofrecer a los rivales de Fitbit el mismo acceso a las herramientas de Android que a otros desarrolladores, Google podría, en teoría, seguir guardándose algunas innovaciones futuras de software de salud. En otras palabras, el temor de Vestager de que Google pueda usar su dominio de los smartphones para favorecer a sus propios monitores de fitness puede ser todavía un riesgo.
La cuestión más general es que tales soluciones relacionadas con el comportamiento son mucho más difíciles de aplicar que las prohibiciones directas. Las empresas suelen ir dos pasos por delante: la Comisión multó en 2017 a Facebook con 110 millones de euros por proporcionar lo que consideraba información inexacta como parte de una revisión de una fusión de 2014. Según Bruselas, el gigante de las redes sociales dijo que no podía vincular automáticamente los perfiles de WhatsApp y Facebook de los usuarios, pero luego hizo precisamente eso.
El riesgo es que, para cuando Vestager encuentre lagunas en sus salvaguardias de Google-Fitbit, el daño ya esté hecho.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías