España debe evitar convertir la barra libre del BCE en un arma de doble filo
Mientras Fráncfort alerta de que la tormenta del Covid-19 durará más de lo previsto, el Gobierno estudia un alza adicional en el sueldo de los funcionarios de 2020
El BCE dio ayer un serio baño de realidad a Europa al anunciar unas previsiones macroeconómicas sustancialmente más pesimistas de lo que se esperaba, tanto en cuanto a crecimiento como a inflación, lo que ha obligado al organismo presidido por Christine Lagarde a aprobar más estímulos monetarios. Los efectos de la segunda oleada de la pandemia del Covid-19 provocarán, según Fráncfort, una contracción del 2,2% del PIB en el cuarto trimestre de 2020 y un retraso de prácticamente un año en la recuperación. Pese al optimismo desatado por los avances en la vacuna, el BCE considera que la eurozona no recuperará la normalidad hasta finales de 2021, motivo por el cual ha decidido mantener las medidas de estímulos hasta 2022. El organismo ha anunciado que ampliará su programa extraordinario de compras de deuda en medio billón de euros más y que lo prolongará hasta marzo de 2022. También reforzará las líneas de liquidez a la banca con el fin de asegurar que la financiación llegue a todos los vasos capilares del tejido productivo y permita alimentar la recuperación.
Al igual que si se tratase del dictamen negativo de un médico, el diagnóstico que ha realizado Fráncfort debería servir de revulsivo a unas economías europeas que afrontan el azote de la crisis protegidas por el escudo de una política monetaria laxa y de unos tipos de interés favorables, pero que deben ser conscientes de que esas muletas no durarán eternamente. La potente respuesta de Fráncfort a la crisis, a la altura del reto que supone la pandemia, garantiza unas óptimas condiciones de financiación a los Gobiernos de la zona euro para que estos puedan financiar a su vez la recuperación de sus economías, a sus empresas y a la banca. Ello supone una oportunidad histórica para tratar de sentar las bases de una economía europea pospandemia más competitiva y flexible, pero al tiempo constituye una fuerte tentación para el sobreendeudamiento, así como para utilizar las facilidades crediticias para impulsar medidas rentables políticamente, pero que no ayudan a la recuperación.
El Gobierno, que ha insistido en mantener unas previsiones macro incompatibles con la oleada de rebrotes y restricciones que vive España, tiene todavía más razones que otras economías europeas, menos dañadas por la pandemia, para aprovechar este momento histórico. Pese a ello, y mientras Fráncfort alerta de que la tormenta del Covid-19 durará más de lo previsto, el Ejecutivo estudia un alza adicional en el sueldo de los funcionarios de 2020, en lugar de apostar por practicar la austeridad en el gasto y poner en marcha cuanto antes una política seria y efectiva dirigida a impulsar la recuperación y sacar a España de la crisis.