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El plan fiscal de Biden tiene un punto débil: demasiados perdedores

Subir el impuesto de sociedades puede repercutir en todos los niveles de ingresos

Reuters

Joe Biden dice que no aplicará nuevos impuestos a las personas que ganan menos de 400.000 dólares al año si se convierte en presidente de Estados Unidos. Pero si se lleva a cabo, su plan fiscal podría generar perdedores entre aquellos que están muy por debajo de ese umbral de ingresos simbólico. Eso podría ser un problema a la hora de pedir al Congreso que haga realidad la visión del contendiente demócrata.

El cañón fiscal del exvicepresidente apunta principalmente a los muy ricos. Biden quiere elevar el nivel máximo del impuesto sobre la renta, y eliminar el tope de la cantidad de salario sobre el que se tienen que pagar los impuestos de la seguridad social.

En total, sus medidas podrían captar entre 2,4 y 3,4 billones de dólares en una década, según los distintos cálculos de la Tax Foundation, el American Enterprise Institute, el Tax Policy Center y la Wharton School de la Universidad de Pensilvania, cuatro think tanks que cubren juntos todo el arco político. Todos están de acuerdo en que su plan recaudaría proporcionalmente más ingresos de los ricos que de los americanos comunes.

Hay muchas cosas en la propuesta de Biden que podrían inquietar a los plutócratas, como el cobro de impuestos sobre las ganancias de capital en los activos heredados, y la subida de los impuestos sobre los beneficios de las inversiones para que coincidan con los ingresos de los que más ganan, lo que en la práctica cierra la llamada brecha de interés, que beneficia a los ejecutivos del private equity.

Biden también planea elevar la tasa del impuesto de sociedades hasta el 28%, desde el 21% actual. Es probable que eso causara que los beneficios de las empresas y los precios de las acciones caigan, igual que subieron cuando el presidente Donald Trump redujo la tasa desde el 35% en 2017.

Pero subir el impuesto de sociedades puede afectar incluso a los que ganan menos. Una teoría es que al hacer menos atractivo invertir en empresas, una tasa impositiva más alta reduce su producción con el tiempo, en comparación con lo que hubiera ocurrido de otra manera, provocando menos ganancias. El daño resultante recae en parte en los inversores, pero también en los trabajadores. Los economistas y el Tesoro llevan décadas discrepando sobre cómo se reparte ese impacto. Hoy en día, el consenso es que entre el 20% y el 25% lo soportan los empleados.

Aunque eso suena bastante abstracto, marca la diferencia. Los cuatro estudios mencionados dividen a los estadounidenses en quintiles o deciles de igual tamaño en función de los ingresos. Según tres de los cuatro análisis, subir los impuestos de las empresas significaría que todos los segmentos terminarían con un promedio inferior de ingresos después de impuestos para 2030. La Wharton School calcula que solo el 10% superior se verá penalizado, pero no lleva a cabo ese análisis más allá de 2021. Aun así, las ganancias para el 20% inferior de los americanos en 2021 serán de solo 155 dólares al año.

En el mundo real, los impuestos son solo una de las cosas que afectarán a la economía y los salarios. Biden también planea gastar en cosas como educación e infraestructuras, que tienen un gran impacto en la vida y el sustento de las personas.

Así que según sus planes, los que ganan menos pueden acabar mejor… y también la sociedad en general. Los think tanks fiscales no suelen tener en cuenta el gasto, pero la agencia de calificación crediticia Moody’s sí lo hace, y concluye que en la América de Biden, y con un Congreso demócrata, el PIB podría crecer un 2,9% anual en promedio de 2020 a 2030, en comparación con el 2,4% de Trump y una legislatura republicana.

Pero los impuestos y el gasto son cosas diferentes, y el Congreso los sopesaría (y debería sopesarlos) por separado. Después de todo, si el exvicepresidente aceptara con gusto tener déficits gigantescos, y no le preocupara la inflación, podría gastar todo lo que quisiera sin aumentar en absoluto la recaudación de impuestos. Y aunque los demócratas ocupen todas las ramas del poder ejecutivo, habrá algunos legisladores que apoyen los planes de gasto pero no los planes de pago… o viceversa.

Por lo tanto, Biden podría enfrentarse a un problema cuando presentara sus planes fiscales a los legisladores. Considerados por sí solos, no dan un gran dividendo para la mayoría de los estadounidenses, y muchos ricos querrán diluirlos.

El coste para el 0,1% superior, según la Wharton School, sería de 1,3 millones de dólares para cada uno en el primer año posterior a aprobarse la legislación. En otras palabras, eso es lo que les valdría la pena gastar a los más ricos para detener las ideas progresistas de los demócratas. Con ese tipo de oposición, el plan de Biden puede tener un aspecto distinto para cuando se haga realidad.

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