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La prolongación de la crisis empieza a pasar factura a las pymes

La atención puesta en días pasados en los grandes proyectos financiados por la UE debe dejar tiempo para fijarse en las necesidades de las empresas más débiles

CINCO DÍAS

Nadie que diga conocer en qué punto del calendario desaparecerá la crisis y se despejará el horizonte de las empresas y los particulares está en lo cierto. Con las evidencias más recientes sobre la mesa y haciendo uso de lo aprendido en los últimos meses, como pronto más bien cerca del verano que de la primavera puede empezar a hablarse de haber superado la incertidumbre y de recomposición de la economía. Cada vez más analistas ven probable un nuevo descenso del PIB intertrimestral en los meses finales del año, y las declaraciones de ayer mismo de la ministra de Economía al respecto generan más dudas que certidumbre, al afirmar que seguramente el PIB crecerá más del 1,5%. Los vaivenes de la actividad son tan bruscos en la situación actual, que la línea que separa los valores negativos de los positivos es prácticamente imperceptible.

Pero quien más rápidamente ha detectado ya cierto parón en la actividad y la demanda son las empresas, muchas de ellas inmersas en decisiones de restricción de sus negocios por imposición de la presión sanitaria. El barómetro elaborado por la patronal de las pequeñas y medianas empresas, Cepyme, revela que casi la mitad de ellas ve un auténtico riesgo de desaparición en los próximos trimestres si persiste la presión de la pandemia y no hay un plan de defensa, mientras que porcentajes crecientes de pymes alertan de que tendrán que recurrir a despidos, aplazamientos de sus pagos a proveedores o a la Hacienda y la Seguridad Social, amén de entrar en refinanciación de deudas por la caída de las ventas. En parecida línea, los gestores administrativos de España alertan de que ocho de cada diez clientes suyos, mayoritariamente pequeñas y medianas empresas, han precisado liquidez extraordinaria, y han encontrado resistencia a la liquidez avalada por el ICO. Y los concursos de acreedores de septiembre se han disparado un 55%, tanto por la persistente caída de demanda, como por la falta de visibilidad para los meses venideros.

Son señales muy evidentes de que la avalancha de dificultades empresariales puede saldarse con cierres definitivos sin no hay un nuevo impulso de protección por parte de las administraciones del tejido empresarial, especialmente de aquel con menos capacidad financiera y que es parte de una cadena de actividad en la que ni cobra de los clientes ni puede pagar a los proveedores. La atención puesta en días pasados en los grandes proyectos de inversión que financiará la Unión Europea debe darse un respiro para fijarse en las necesidades de la parte más débil del entramado empresarial, donde se aloja la inmensa mayoría del empleo en España. La segunda ola del virus también tiene su réplica en la economía, y las víctimas esperan decisiones.

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