El retorno de los cierres refleja la confusión de los países occidentales
Parecen condenados a imponer y levantar restricciones según suben y bajan los contagios
La nueva ola de restricciones en Europa está arrojando una dura luz sobre la lucha para controlar el coronavirus. De Londres a Berlín, pasando por París, las autoridades han impuesto nuevas medidas para limitar un nuevo pico en los casos de Covid-19. Siete meses después del inicio de la pandemia, los Gobiernos occidentales siguen buscando una manera de vivir con el virus.
Los últimos controles están diseñados para contener un brote que ha llevado a que más de 100.000 europeos den positivo en las pruebas de Covid-19 cada día. Como resultado, ya no se permitirá a los londinenses mezclarse con miembros de otros hogares en interiores. Los ciudadanos de París y otras ciudades francesas se enfrentan a un toque de queda a las 9 de la noche. Los bares y restaurantes holandeses cerrarán por lo menos durante cuatro semanas. Incluso Alemania, que ha manejado el virus mejor que la mayoría, ha introducido nuevas restricciones.
Las medidas son menos severas que los cierres generales impuestos a principios de este año. La mayoría de las escuelas y tiendas permanecen abiertas. Las restricciones también son más localizadas, lo que permite a las autoridades centrarse en las zonas afectadas. Aun así, han reavivado las demandas de que los Gobiernos protejan la actividad económica además de la salud pública.
Ese es en gran medida un falso dilema. Es cierto que los países con los cierres más severos han tendido a sufrir los declives económicos más duros. Pero no se deduce que podrían haber evitado estos costes no imponiendo restricciones. Los confinamientos son una respuesta a los graves brotes de Covid-19. Y cuando la gente tiene miedo de enfermar, es más probable que restrinja su actividad económica quedándose en casa.
Un estudio reciente del Fondo Monetario Internacional utilizó datos de teléfonos móviles y ofertas de empleo para estudiar estos efectos. Se descubrió que los confinamientos y el distanciamiento social voluntario desempeñaban en general un papel igual en la reducción de la actividad económica, sobre todo en los países desarrollados.
El verdadero problema es que no hay perspectivas de cambio cuando se levanten las nuevas restricciones. Aunque los Gobiernos occidentales han dedicado más de medio año a hacer frente a la pandemia, la mayoría de ellos tienen problemas para aplicar planes eficaces de rastreo y localización. Compárese con China, que esta semana dijo que haría test a toda la población de Qingdao, una ciudad de nueve millones de habitantes, después de descubrir solo 12 nuevos casos.
En ausencia de una vacuna eficaz, los países occidentales parecen condenados a un enfoque de parada y arranque, imponiendo y luego levantando las restricciones a medida que las infecciones suben y bajan. Lejos de elegir entre los riesgos para la salud y el daño económico, parecen condenados a sufrir ambos.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías